"Agradezco a todos los que me ayudaron a sobrevivir, que son los que me importan"
El actor, que lleva cinco años viviendo en España, conversó de todo con Alejandra Canosa: el teatro, su pareja, sus hijas, la Argentina, los amigos, y hasta de aquellos que han sido poco generosos.
“Estoy recuperando los contactos de a poco porque perdí el teléfono hace unos días… No te imaginás la alegría que sentí cuando escuché tu audio vía whatsapp”, confiesa emocionado Miguel Ángel Solá mientras busca una sombra para escapar del agobiante calor de un mediodía de viernes madrileño. Se sienta a la mesa de un bar, a metros de la Gran Vía, y se dispone a conversar por videollamada.
Actor elogiado y multipremiado por sus interpretaciones memorables, confiesa que siempre anduvo de aquí para allá entre viajes de ida y vuelta, un sinfín de mudanzas, problemas de salud por los que tuvo que poner stop, el desarraigo, los afectos desparramados por distintas partes del mundo y a pesar de todo, la valentía de levantarse cada mañana y seguir peleándola. Ni más ni menos que la vida misma.
-¿Cuánto tiempo hace que estás radicado en España?
-En tiempo calendario, cinco años. Pero en mi corazón y en mi cabeza no puedo dejar de pensar en mi país, pensando amorosamente para bien, apoyando la labor de la buena gente que tenemos; y para mal, enfurecido con los que han destrozado, destrozan y seguirán destrozando la República Argentina.
Solá exclama categórico, más allá de que habla sereno y pausado; aunque no por eso escatima comentarios críticos y al hueso. “A los 73 años, confieso que he vivido y he transitado todo lo que la vida puso en mi camino; sin renegar, pero con varias cicatrices que me ha dejado el recorrido, y acá estoy para seguir luchándola día a día”, expresa Solá, quien atesora una trayectoria que lo ubica en la mejor cartelera de cualquier parte del mundo.
-¿Cómo son tus días fuera de tus compromisos laborales? ¿Qué cosas simples disfrutás?
-Camino, escribo, adapto obras que algún día alguien llevará a escena. Pienso permanentemente en los míos, en mis afectos y en todo lo que no pude resolverles, sabiendo que con el paso de los años todo se vuelve más difícil. Vivo recordando Córdoba, Mendoza, Río Negro, Neuquén, La Pampa, El Talar de Pacheco, la casa familiar ubicada en Gutiérrez y Agüero, a mis compañeros del colegio San Miguel. Todo en grande e imaginando los pequeños detalles. Pienso en amores inolvidables que, aunque parezca mentira, viven en mí, respirando todavía. También pienso en los errores cometidos, esos que carcomen mi parte más vulnerable. Me angustia la falta de empatía de simulados amigos que quedaron en el camino, esos que no responden o que han sido poco generosos. Pienso en mis muertos prematuros, en mi futuro y en lo poco que me queda para convencer al público de la calidad de actor que se pierden por no tener oportunidades. Con todo eso me consuelo.
Solá habla y la pantalla del celular permite observar el brillo de sus ojos. El actor exclama con alegría: “Ah, y comparto momentos de todo tipo con Adriana, mi pequeña hija, y Paula, mi mujer. Más espaciados son mis tiempos con María Luz (hija de su primer matrimonio con Blanca Oteyza) que está muy atareada con Jordana B, su grupo musical, y con una agencia publicitaria en la que genera ideas y escribe guiones. No soy muy sociable, Canosa, ya lo sabés. Y como mis cuatro amigos y mi hermana están en Argentina, paso mucho tiempo buscando trabajo y esperando que llegue un llamado o un mensaje”.
Miguel Ángel Solá y Paula Cancio, su mujer, protagonizan “Doble o Nada”, una obra maestra extraordinaria de Sabina Berman, con dirección de Quique Quintanilla, éxito que se presentó hace algunos años en Buenos Aires y actualmente se lleva a cabo con producción de El tío Caracoles. “Acabamos de promediar la tercera temporada en mayo de este año”, cuenta al mismo tiempo que no puede dejar de halagar el trabajo de Paula, quien es mucho más que la mujer de Solá. “Es una actriz impresionante”, la define.
-Te tocó interpretar a Ricardo, el director de un diario muy importante, pero al mismo tiempo un déspota insufrible.
-Sí, así es mi personaje: muy a lo Goebbels (uno de los colaboradores más cercanos de Adolf Hitler). Los empresarios y políticos triunfadores tienen esas características.
-Sin ánimo de juzgarlo, ¿qué te susurra al oído un personaje tan voraz?
-Es increíble lo que me pasa en cada función. Hay una voz que por lo bajo me dice al oído "miente, miente, que algo quedará". Jamás me sentaría a comer con un tipo así, si lo sé de antemano. Me podrán engañar una o dos veces, pero no más.
-¿Cómo es compartir la vida y el trabajo con Paula, una actriz extraordinaria que es mucho más que la mujer de un actor consagrado, como vos mismo decís?
-Me da mucha felicidad que nos recuerdes con tanto cariño, compartiendo charlas y eligiéndonos cada día. Gracias por el cariño de siempre, nos hace bien, recordando tantas entrevistas y charlas en algún bar de Buenos Aires años atrás. La convivencia y la cotidianeidad no son fáciles para nadie y la diferencia de edad (35 años de diferencia entre ellos) sólo se acorta siendo un genio o teniendo mucho dinero. Ni genio ni millonario, de esas dos cosas poco tengo. Agradezco que nos recuerdes así, peleándola para seguir juntos. Sólo los necios o los negadores podrían no entenderlo. Así será mientras nos lo permita la vida. Llevamos diez años juntos en el camino, sustentándonos a base de amor, confianza, discusiones, crianza y trabajo y ojalá me dure la energía mucho tiempo más. Pau es mucha mujer y no voy a agregar mucho más a una pregunta tan bonita.
-Alguna vez dijiste que el prestigio no te da de comer y no te paga las cuentas de gas, y tenés razón. ¿Te llevaste un sabor amargo de la Argentina respecto de la falta de propuestas concretas?
-Bueno... yo agradezco a todos los que me ayudaron a sobrevivir, que son los que me importan. De los que colaboraron activamente para que muchos otros me ignorasen. Ya sabés lo que pienso, con pelos y señales, nombres y apellidos.
-Ustedes vienen llenando teatros con nuevas generaciones que quizás no tenían el hábito de ir al teatro.
-Son los seguidores de Paula. Es bueno que el teatro se complete con gente joven que aquí no tiene el hábito teatral instalado como allá. Por lo menos, así era en mi recuerdo. Y que lo descubran con Doble o Nada es un orgullo y pienso que difícilmente se olviden de esa función y ojalá que quieran seguir yendo al teatro.
-Estuvieron de gira por Israel. ¿Qué sigue?
-Sí, la experiencia en Tel Aviv, gestionada por Silvia Baro, fue estupenda y la colectividad argentina respondió muy bien. Nos hubiera encantado quedarnos más tiempo para recorrer. Israel es apasionante. Lo próximo es gira corta, por el país vasco, y varias plazas de los Estados Unidos.
-Durante la obra se indaga en los límites femeninos dentro de un mundo laboral dominado por hombres. Lamentablemente el "acoso y el abuso" son temas de agenda diaria. ¿Qué opinión tenés al respecto?
-Ustedes deberían haber empezado a mover el avispero mucho antes. Recuerden lo que lograron Madres y Abuelas. Y aun así, todo es poco. Hay que proteger a la gente joven de todos aquellos que quieren sobrepasarse. En Argentina, deberían seguir luchando por sus derechos. Sin mentir, por favor. La mentira siempre pone en duda a la verdad.
Miguel sigue la charla con entusiasmo, mientras va enviando algunas fotos por whatsapp y es ahí donde aparece nuevamente la emoción, entre Madrid y Argentina. “No lo puedo evitar”, dice mientras caen las primeras lágrimas. “Perdón, se me hace un nudo en la garganta, extraño mucho y a esta edad, es difícil hacerse el duro”, suplica.
-Para cerrar: ¿Con quién o quiénes tomarías un café pendiente?
-Imagino un teatro circular, con las plateas en penumbras, rodeadas de gente que me ha querido bien en la vida y a los que yo he amado. El centro del escenario se ilumina, una mesa gigante con varias jarras de té, termos con mate, masitas, facturas y alfajores de maicena rellenos con dulce de leche. Todos los manjares hechos por mi hermana y el tema sería libre. Entre todos, distingo a Eduardo Galeano, a Antonio Gala, a Manuel González Gil, a Martín Bianchedi. Disculpá que no haya mujeres en la mesa, pero ante tanto seductor sería un drama personal para cada uno (risas). Con mis muertos y mis vivos, los míos, mis afectos. Gracias por tanto y los abrazo fuerte.