"El abuelazgo ha sido una de las cosas más lindas que me han pasado en mi vida"
El reconocido actor y director se mantiene vigente, como protagonista de “Largo Viaje de un Día hacia la Noche”, una obra exigente en la que comparte escenario con su mujer, Selva Alemán.
Hace tiempo que la cartelera porteña seduce con la cantidad de títulos extraordinarios que van desde propuestas comerciales que incluyen comedias musicales, obras de autor, unipersonales, teatro alternativo, stand up, unipersonales y un sinfín de opciones que, si bien tienen acostumbrados a los porteños, atraen público de distintas provincias del país y turistas que colman las salas, entusiasmados con la oferta. Y una de las obras destacadas es “Largo Viaje de un Día hacia la Noche”, protagonizada por dos grandes figuras de la escena nacional: Arturo Puig y Selva Alemán.
La obra, que transcurre en la casa de los Tyron desde la mañana hasta la noche de un mismo día, gira en torno a los conflictos de una familia norteamericana quebrada y atormentada por las frustraciones y los vicios. Mary (Selva), una mujer presa de una adicción, casada con James Tyron (Arturo), un actor que ha pasado su vida haciendo giras sin poder llegar a formar un verdadero hogar y viviendo un tormento familiar irreparable.
La pareja -en la ficción- tiene dos hijos: Edmund y Jamie (encarnados por Lautaro Delgado Tymruk y Diego Gentile). Uno de ellos muestra talento para la poesía, pero está gravemente enfermo y el otro, obligado por su padre a dedicarse al teatro, no logra encaminarse y gasta todo el dinero que cae en sus manos en bebidas alcohólicas. El elenco se completa con Julia Gárriz, en el rol de la mucama de la familia, la traducción de la obra estuvo a cargo de León Mirlas y la dirección, de Leonardo Suardi. Se puede ver de miércoles a sábados, a las 20,30, y los domingos, a las 19,30, en la Sala Casacuberta del Complejo Teatral de Buenos Aires.
Alejandra Canosa llega al teatro tres horas antes de la función porque sabe que Arturo necesita un tiempo para relajarse y concentrarse en su camarín, antes de salir a escena. Apenas cruzan miradas, se saludan con beso y abrazo como suelen hacerlo cuando coinciden en un estreno de teatro, caminando por Núñez -porque son vecinos- o en los pasillos de algún canal de televisión.
Con 79 años recién cumplidos, Arturo Puig es como el buen vino: con los años se pone mejor. Combina los colores a la hora de vestirse; pantalón y camisa color camel, zapatos al tono, el reloj bien ajustado a la muñeca, alguna pulsera que marque tendencia, pelo con canas sugerentes, barba candado en composé y, dependiendo del clima, chalina al cuello. “Por lo menos así lo veo yo”, expresa Canosa mientras Arturo en confianza y tentado de risa pide dos cafés con medialunas para compartir.
-Estuve el día del estreno y me conmovió verte como James Tyron, un personaje que te exige emocionalmente, pero que se nota que disfrutás muchísimo hacer ¿Qué te sedujo de la propuesta?
-Hacía mucho tiempo que tenía ganas de hacer a un autor como Eugene O´Neill. Hace algunos años, tuve la suerte de protagonizar tres obras de Arthur Miller y Tenessee Wiliams y siempre había leído que O´Neill había sido el padre de todos ellos. Fue el primer autor americano en retratar un poco la realidad del país y del mundo y me parece un autor maravilloso. “Largo Viaje de un Día hacia la Noche” es su obra cumbre porque cuenta la historia de su familia. Yo interpreto a James Tyron, su padre, quien también era actor y a uno de los hijos (Lautaro Delgado) le puso el nombre de Edmund, que es el verdadero de O´Neill. El autor no quiso que esta obra se estrenara hasta después de su muerte y, luego de diez años, fue su mujer quien decidió ponerla en cartel en Estocolmo, y luego en Estados Unidos. A partir de ahí fue multipremiado (Pulitzer, Nobel) como uno de los mejores autores teatrales del mundo. Es un honor para mí subir al escenario cada noche e interpretar a Tyron.
Todos los personajes están muy exigidos emocionalmente por la densidad de la trama. “Siento que están atravesados por el drama, el amor y el desamor. Algo que ocurre en muchas familias. Esto de querer al otro, pero muchas veces, no pudiendo demostrarlo”, explica el actor. En esta obra se suma el tema de la drogadicción porque el personaje de Mary, la protagonista femenina, termina haciéndose adicta por una mala praxis en un parto: un médico le receta morfina y no lo puede controlar. “Es un tema muy complejo e importante a la vez, porque después de leer e investigar mucho, entendí que cuando hay alguien con un drama tan complejo como la drogadicción dentro de una familia te genera muchos sentimientos encontrados: negación, lástima, bronca, impotencia, compasión, dolor… es difícil de tratar y genera muchos problemas en el entorno familiar”, reflexiona con preocupación.
-¿Cuál es la escena en la que sentís el hastío de la trama con mayor intensidad?
-Creo que el momento de mayor intensidad es cuando llegando al final de la obra, Mary, el personaje que protagoniza Selva, baja las escaleras y todos sabemos que no hay remedio, que va a ser muy difícil que ella pueda recuperarse de la adicción. Sin embargo, en la vida real pudo recuperarse. El único que murió de cirrosis fue Jamie, uno de los hijos.
-Hubo una época en la que era difícil compartir escenario con tu mujer porque se peleaban y discutían mucho. Después de un tiempo la cosa se calmó y hoy disfrutan del éxito.
Sí, en una época habíamos decidido no trabajar más juntos porque nos peleábamos y criticábamos mucho en escena Era brava la cosa (risas).
Después de varios años de no actuar juntos, reconoce que cada uno tiene su método de trabajo y que estudian la letra por separado. El actor recuerda que “un día llamó un productor para hacer Cristales Rotos, la última obra de Arthur Miller, con dos personajes maravillosos y ninguno de los dos quiso renunciar a semejante propuesta. A partir de ahí todo cambió, nos llevamos muy bien en los ensayos, y al poco tiempo protagonizamos Quién le Teme a Virginia Woolf, una obra potente, de un matrimonio que se pelea mucho, se pegan y se dicen de todo”, expresa acerca de aquella obra que estrenaron en el Teatro Regina y de la que por suerte salieron indemnes. “Tiempo después hicimos Cartas de amor y “El precio”, pero ya estaba todo conversado”, agrega.
Admirados, queridos y respetados; Selva y Arturo están a punto de cumplir 50 años juntos. El flechazo se produjo en 1974, en la casa de Diana Álvarez, mientras compartían la lectura de los guiones de la novela “Fernanda, Martín y nadie más”, pero tuvieron que esperar a que todo se acomodara porque ambos estaban casados. Al poco tiempo y por la pulsión del deseo decidieron construir una vida juntos. “Hemos tenido mil crisis, peleas, separaciones de las que la prensa nunca se enteró, fuimos y volvimos, pero a pesar de todo, nos volvemos a elegir”, sentencia.
-¿Qué importancia les das a las críticas?
-Leo todo. Me duele cuando las críticas no están hechas con lealtad, con una mirada objetiva. Los actores trabajamos con las emociones, somos sensibles y estamos atentos a la mirada de los otros. No es lo mismo si alguien fabrica una copa y no gustó el diseño, en ese caso se hace uno nuevo y listo. En el teatro es distinto. Cuando la crítica es genuina, muchas veces te ayuda a corregir cosas y está bueno. Siempre digo que el 50% de la biblioteca aprueba tu trabajo y el 50% restante, lo reprueba. No le podemos gustar a todo el mundo.
-Según dicen los archivos, Eugene O´Neill estuvo en Buenos Aires alguna vez y esto se confirmó en la obra “Elsa Tiro” del mismo autor que terminó su temporada en el Teatro Regio.
-Sí, exacto. O´Neill estuvo en Buenos Aires un largo tiempo, vivió en La Boca, pero no tengo del todo claro si lo que se contó en la obra fue del todo cierto. En la obra que nosotros estamos haciendo ahora, habló de sus viajes. Era un tipo muy difícil y lo sé porque conozco una anécdota real que me contó Dany Mañas, quien es muy amigo de Geraldine Chaplin y decía que Eugene se enfureció cuando su hija Ona se casó con Chaplin y había una diferencia de edad importante, razón por la que no les habló nunca más. Pasó mucho tiempo, ella tuvo una hija que terminó siendo Geraldine Chaplin, quien intentó acercarse a la casa de su abuelo para conocerlo, pero no la recibió.
-¿Cómo viene aspectado el año próximo? ¿Tenés ganas de volver a dirigir teatro?
-Es probable que cuando termine la temporada vuelva a dirigir porque tengo algunas propuestas que estoy evaluando. Me apasiona dirigir y en ese caso estaría mucho más descansado porque hacer “Largo Viaje…” es agotador, necesito descansar para llegar con energía a la función y eso también me limita a hacer otras actividades.
-¿Vas al gimnasio, te cuidás en las comidas?
-Cuando puedo, voy al gimnasio, quizás con menor frecuencia de la que me gustaría. Trato de comer sano, pero la comida no es algo que me tiente demasiado, aunque debería bajar unos kilitos. La que cocina es Selva, yo ahí hago agua, pero levanto los platos de la mesa, acumulo todo en el lavaplatos y saco el perro a pasear todas las noches antes de la medianoche.
-Viviste épocas gloriosas de la tele con mediciones de audiencia extraordinarias y la fama para vos nunca fue una necesidad, no te la creíste ni un poco y eso lo sabemos todos.
-He vivido experiencias maravillosas en televisión y para mí fue un honor haber trabajado por ejemplo con Alberto Migré, como protagonista de cinco de sus novelas (“Pablo en nuestra piel”, “Vos y yo toda la vida”, entre otras) que fueron éxito. Eran épocas en las que no se medía el rating, pero el termómetro de la audiencia eran las pilas y pilas de cartas que llegaban al canal todos los días. También trabajé muchas veces con Alejandro Doria en ciclos como “Atreverse”, “Situación Límite”. He tenido fracasos, por supuesto, pero no me puedo quejar. Lo de “Grande Pa” me dio una popularidad increíble, pero nunca me mareó la fama. Siempre digo que si uno sigue haciendo su vida normal, tranquilo, si vas a un evento público y te quedás ahí, tranqui, en el rincón, el público es muy inteligente y se da cuenta cuando percibe que en ese momento no debe molestarte. En cambio, si te ponés anteojos negros y entrás taconeando con guardaespaldas, ahí se complica. Nunca necesité de eso, seguiré como hasta ahora que tan mal no me fue.
-¿Cómo te afecta la actualidad del país? ¿Qué temas te preocupan?
-Me afectan mucho las cosas que suceden en el país y la actualidad es muy incierta. Hoy asume Javier Milei como el nuevo presidente de los argentinos y auguro lo mejor para mi país. Deseo que este hombre pueda resolver y encaminar la economía del país. No puede ser que haya tanta gente que no tenga para comer ni dormir bajo un techo digno. Todos debemos luchar para que ese panorama mejore cuanto antes y haya un panorama más esperanzador. También me preocupa mucho lo que sucede en el mundo, las guerras, los refugiados, los inmigrantes que van de un lado a otro y se ahogan en los mares. Estamos transitando un presente muy difícil y el mundo también se está quejando porque se producen ciertos fenómenos que desconocíamos y el cambio climático también está dando señales.
-Mejor, hablemos de tu rol como abuelo. Se te ve muy feliz con tus nietos.
-El abuelazgo ha sido una de las cosas más lindas que me han pasado en mi vida. Es una sensación maravillosa estar con los nietos. Soy abuelo por tres: Nikolay de 13, Elizaveta de 11 y Santos, el más chiquito que es escorpiano como yo, acaba de cumplir dos años y nos tiene locos de amor a todos. El mayor es un caballero inglés, muy educado, tiene adoración por el fútbol y juega muy bien, ahora estoy muy ocupado, pero lo he acompañado a una escuelita de fútbol. Lisa está más enfocada en el arte y es más romántica, y el más chiquito es tremendo pero su simpatía lo supera todo. Le hace caritas a todo el mundo.
-¿Con quién te sentarías en un bar notable de Buenos Aires?
-Compartiría una ronda de café en “El café de París”, en Roma, Italia, donde se juntaban Federico Fellini, Marcello Mastroianni, Vittorio Gassman…, ¡ellos tenían una mesa reservada! Daría cualquier cosa por estar ahí y escuchar esas conversaciones extraordinarias porque eran unos genios. Lo recuerdo porque estando en Roma, el día que entré a ese bar, el mozo me contó que todos ellos paraban ahí y era uno de los lugares preferidos de las estrellas