"El teatro es un gran templo para mí"
Es uno de los Mosquteros del Rey que brillaron en el verano en Villa Carlos Paz y siguen luciéndose, ahora, en la calle Corrientes. Una trayectoria inmensa para un actor que vive la profesión con placer.
“El teatro es un gran templo para mí. Me encuentro con un escenario que beso y agradezco todas las noches. Agradezco tener la posibilidad de poder hacerlo, estar y divertirme. Hace 44 años que hago esto que tanto me gusta”, define categórico Jorge Suárez en el medio de una charla a corazón abierto. Se emociona cuando habla. Y emociona cuando habla. Es de esos hombres que no necesitan meterse en la piel del actor cuando llegan al teatro porque vive la vocación 24x7.
Hoy, Jorge es uno de “Los Mosqueteros del Rey” que regresaron al teatro Astral de calle Corrientes luego de una exitosa temporada en Villa Carlos Paz, en donde se convirtió en la comedia más premiada. Protagonizada por Suárez, Nicolás Cabré, Fredy Villarreal y Nicolás Scarpino, siguen celebrando los más de 100 espectadores que cada noche estallan de risa con la premiada propuesta para toda la familia. La obra, que fue estrenada en junio de 1991, tuvo en los roles protagónicos a Miguel Ángel Solá, Hugo Arana, Darío Grandinetti y Juan Leyrado, quien luego fue reemplazado por otro gran actor como Jorge Marrale. En aquel momento, fueron cinco años de éxito indiscutido y multipremiados por la crítica especializada.
Nuevamente dirigida por Manuel González Gil, producida por Julio Gallo, Juan Manuel Caballé y Ricardo Gallo, cuenta la historia de cuatro actores que tratan de dar inicio a una función. Sin embargo, una serie de incidentes se los impide, ya sea porque se olvidan sus textos, se confunden los momentos de entrada y salida al escenario y como si fuera poco, hay contradicciones o comentarios sobre la formación del relato.
Lentamente, y como pueden, intentan montar la célebre novela de Alejandro Dumas pero la cosa se va complicando cada vez más. Todo surge a partir del “error actoral” y construye una pieza desopilante, ocurrente e imperdible. Hay que ir a verla porque vale la pena.
Suárez es un actor talentosísimo que ha interpretado personajes increíbles que han dejado huella como en “Manzi: la vida en Orsai”, “La última sesión de Freud” o su magnífica interpretación como “Olavi”, el finlandés con el que se destacó “Laponia”, obra que también fue multipremiada.
-Venís de hacer una temporada espectacular en Villa Carlos Paz. ¿Cómo fue la experiencia?
-Muy feliz. Recién le decía a mi familia que estoy agotado luego de la temporada divina en Córdoba, que fue mucho mejor de lo que podía imaginar por la crisis económica que atraviesa el país. Yo nunca había hecho temporada en la Villa, siempre eran en Mar del Plata o Buenos Aires. El público lo pasó genial y nosotros lo disfrutamos mucho.
-La obra en principio, según contó el autor y director, fue pensada para el público infantil y hay una anécdota al respecto.
-Sí, fue pensada para sus sobrinos. Después la hizo con su grupo de teatro independiente y más tarde la reestrenó con los muchachos, Solá, Grandinetti, Arana, Leyrado y reemplazo de Marrale como bien mencionaste. Obviamente, hubo que sanear un poco la obra porque pasaron treinta y pico de años desde aquella vez y además tiene mucho que ver quiénes son los actores que la protagonizan.
-Fue increíble lo que sucedió en el estreno, la gente agotaba las localidades en pocas horas.
-Sí, tal cual, nosotros no entendíamos nada cuando veíamos las largas filas de gente que se acercaba a la boletería a comprar entradas.
-¿Vos habías trabajado con todos menos con Fredy Villarreal, no?
-Sí, es un placer trabajar con todos ellos; en realidad somos todos comediantes y quizás a él se lo identifica mucho más con el humor por haber trabajado tantos años en comicidad pero hace su trabajo sensacionalmente bien, es un gran compañero. Lo mismo con Cabré con quien ya había trabajado en “Carola Casini”, que se emitió por Canal 13, y ni te cuento Nico Scarpino, que es un amor de persona y un actor muy talentoso. Él canta como si estuviera en su casa y cuando me toca a mí, me genera mucha responsabilidad porque no canto como él. Me tocó interpretar al personaje más serio de todos y lo hago con una felicidad enorme y es uno de los más interesantes de la obra porque me exige mantener una línea de seriedad tan compleja tratando de no tentarme de la risa en algunas escenas.
-¿Cómo te preparás para salir a escena? ¿Tenés alguna rutina para concentrarte y focalizar?
-Sí, hago un trabajo desde hace muchos años que tiene que ver con unir el alma con el cuerpo y con la voz y lo voy adelantando en mi casa mientras me baño; me voy encontrando conmigo, corriéndome un poco de lo cotidiano, casi como intentando buscar la atención plena, en el aquí y ahora. Escucho la misma música en el auto y siento que el estar centrado me permite relajarme y a su vez que la gente empiece a entrar en el código que propone la obra. Estos tipos que tratan de hacer las cosas bien y las hacen muy mal, pero resulta ser que los actores las hacen mal y están ensayadas para que salgan mal y si salen bien está mal. Ese es el argumento de la obra que dispersa al espectador, lo desorienta y lo hace reír mucho.
A los 61 años, Suárez confiesa que se siente pleno y que lo mejor siempre está por venir. Es de los actores que va con frecuencia al teatro a ver a sus colegas y amigos cuando tienen un hueco, aunque haciendo teatro de jueves a domingo se le complica y el resto de los días los ocupa con compromisos personales y disfrutar en familia.
“Todavía no pude ver muchas obras porque apenas llegué de la temporada mi hijo se contagió de dengue y se vino para mi casa porque no se podía ni mover de los dolores. Entre análisis y medicación íbamos y veníamos. Esa es otra de mis pasiones: ser papá. El mayor tiene 31 años y es actor, está en el elenco de “Cyrano”, en el Teatro San Martín, y Violeta, que tiene 22, está terminando de cursar la carrera de Relaciones Internacionales, y es una alegría que todavía viva con nosotros porque la disfrutamos mucho”, revela Jorge.
-Más allá del teatro, tenés un largo recorrido en la tele. ¿Qué opinás de la falta de ficción nacional y de lo que ofrece la tele de aire hoy?
-Hoy no hay productos nacionales; si no te llaman de una plataforma para trabajar en el marco de las propuestas internacionales, donde los dueños son otros, es difícil. Con respecto a los contenidos actuales, Gran Hermano es un formato de una chatura que me genera escalofríos, ver tanta vulgaridad y tanta ordinariez. Antes, los canales ofrecían novelas, miniseries y unitarios. Gran Hermano te muestra a los participantes saliendo del baño de su casa, peleándose entre ellos y con un nivel bajísimo. Son puntos de vista, aunque creo que involucionamos en ese aspecto. Entiendo que todo cambia, se transforma y hay que aceptarlo, pero tengo derecho a opinar y decir que no me gusta lo que veo. Pareciera que es la nueva ficción argentina.
-Sé que sos un buen cocinero y hace muchos años me contaste que cultivabas orquídeas. ¿Tenés animales?
-Sí, las orquídeas estuvieron hermosas y ahora están descansando de florecer. También tengo mis tortugas que las amo con locura: una inmensa y su macho, que es más chiquito, se aman desde el primer día de la primavera hasta el verano.
-¿De dónde surge tu pasión por las tortugas?
-Fue cuando viajé por primera vez a Mendoza en viaje de egresados con los de séptimo grado y, como faltaban cuatro personas más en el micro, aunque yo estaba en sexto, me llevaron. Ahí me compré una tortuga chiquita en la calle: en esa época se vendían en jaulas, algo que ahora está totalmente prohibido. Después se murió, pero a partir de ahí me quedó un amor enorme por ese animal. Graciela Galán, escenógrafa y amiga, se fue a vivir a París y me quiso regalar seis; me dio dos, pero le devolví una porque era un macho que mordía. Se llama Macarena y es la tortuga enorme de la que te hablé. Una tortuga es mucho más de lo que uno imagina, es la imagen del buda, paz total, aquí y ahora. Algo así como que come sano, viven bien, si no le das pepino y tomate, comen pasto y si no, ven cómo se las arreglan. Tienen una grasa que les permite aguantar bastante tiempo sin comer y cuando salgo a pasear a mi perro, le corto algunas rosas chinas, que para ellas son el mejor postre. Con respecto a mi costado gastronómico, es cierto que cocino muy bien porque soy hijo de un señor que tenía un restaurante y una señora que era la cocinera. Cocinar es simple para mí, todo me resulta cotidiano, desde hacer carnes al horno, verduras asadas, pastas con diferentes salsas…
-A la hora de hablar de Laura, tu mujer, te brillan los ojos. ¿Qué te sigue enamorando de ella? ¿Cómo es el vínculo en lo cotidiano después de tanto tiempo?
-Estamos juntos hace 30 años. Siento que cuando le toco la piel la deseo y me gusta dormir con ella cada noche, disfruto de haber criado hijos con ella y de tener una casa con todos los compromisos que eso significa: repartiéndonos las tareas, creando juntos momentos nuevos, sintiendo que estamos vivos juntos. Ella fue jefa de vestuario de POL-KA, la productora de Adrián Suar. Nos une el amor en todo sentido.
-¿Qué lugar ocupan los amigos en tu vida?
-Los amigos son la familia elegida, tengo dos amigos desde los 12 años, con los que nos vemos permanentemente y otros que fui sumando a lo largo de mi carrera como actor; tengo amigos de diferentes colores, arriba y debajo del escenario. Los amigos son fundamentales tanto como la familia. No se podría vivir sin amigos.
-Los vínculos han cambiado en todo sentido: relaciones de pareja, padres e hijos, amigos…
-Sí, es cierto, los amores son diferentes, quizás más livianos; los hijos no quieren tener hijos, entonces empieza a haber menos nietos. Hay un cambio muy importante en la humanidad que tiene que ver con todo lo que sucede en el mundo, con lo que se ve y lo que le cuesta a la gente llevar adelante en el marco de una vida común y corriente. Simplemente pensar en alquilar un departamento, comer todos los días, tener una obra social, todo es tan difícil que tener hijos es una responsabilidad inmensa y creo que el cambio tiene que ver con eso, porque si bien siempre fue una gran responsabilidad, hoy es mucho más complejo por la situación económica del país.
Conversar con tremendo actor es un placer enorme porque además es una persona entrañable, un tipo de palabra, de esos que cualquiera sumaría en su grupo de amigos. Sus gestos, sus pausas, su interés por lo que dice alineado con lo que lleva a la acción.
-Imaginá un living cómodo y pensá quiénes serían las personas o personajes con los que te gustaría conversar sin tiempo y de qué hablarían.
-Uy, qué difícil. Pero en principio, y por haberlo interpretado en teatro, me encantaría que estuviera Sigmund Freud como participante activo de la ronda. También me encantaría que se sumaran Charles Chaplin, Luis Sandrini, Norma Aleandro… gente que amo con locura como Nelly Omar, Michael Jackson… Hay artistas que, independientemente de la vida privada que hayan tenido, son geniales. Me gustaría mucho hablar de eso, del genio, de cómo se lleva adelante, de qué se trata, si ellos se dan cuenta, si lo perciben, si tienen conciencia; si se es y punto y si uno pudiera darle algo al otro. Creo que sería un encuentro extraordinario.