Ya desde chico, en Río Cuarto -provincia de Córdoba- se veía como un futuro comunicador social. Hoy, lleva más de tres décadas haciendo periodismo y asegura que ser curioso le facilitó meterse en otros mundos, investigar, aprender, equivocarse, reiniciarse, barajar y dar de nuevo. Mario Massaccesi se predispone a una charla distendida con Alejandra Canosa apenas termina de grabar el programa “Cuestión de Peso” que se emite todas las tardes por la pantalla de Canal 13. Llega contento, como quien sabe que está haciendo las cosas bien, agradece, saluda a quien lo reconoce por la calle y entra en un barcito del barrio de Palermo, de esos que invitan a una buena conversación, así que arrancamos contando un poco de su historia.

En su casa había necesidades y por eso “empecé a trabajar a los 14 años, estando aún en el secundario. Era el único de los 35 alumnos que trabajaba, así que me miraban como un distinto. Salía del colegio a la una de la tarde y a las cuatro entraba a trabajar en una agencia de quiniela. Así arranqué, detrás de un mostrador vendiendo lotería y a las ocho de la noche, pasaba por la casa de algunos compañeros a buscar los trabajos que había que hacer para presentar al otro día. Se quedaban esperándome para pasarme tareas y resúmenes. Eran compañeros de oro. Empecé a estudiar porque en mi casa no había posibilidades de pagarme el famoso viaje a Bariloche, así que me di cuenta de que, si quería hacer algunas cosas, me tenía que mover sí o sí. Ahí reparé en que podía ser autosuficiente en mi vida, pero para lograrlo dependía de un trabajo, muchas ganas y actitud positiva. Ahora me sobran ganas que debería disminuir un poco porque trabajo demasiado. El gran aprendizaje de no tener, es salir a buscar lo que no tengo porque la mirada es hacia adelante”.

"Lo que más te mata para la felicidad es vivir en el discurso de la escasez"

-¿Cómo era la convivencia con tus padres en ese contexto donde el entretenimiento era un gasto y sacrificarse por un trabajo era una inversión?

-Mi madre era mágica. Siempre nos premió con los pocos gustos que nos podíamos dar, que eran muy simples. A mi casa nunca llegaron a los Reyes Magos, nunca hubo cumpleaños con globos ni amigos que vinieran a festejar y soplar las velitas. Tampoco llegaba Papá Noel, por más que le escribiéramos cartas con anticipación. Cuando no había mucho dinero, mi mamá preparaba quince docenas de empanadas y salía a venderlas por el barrio para comprarnos algo que nos gustara: una camisa de moda, un pantalón, lo que fuera; para nosotros, lo que conseguía era mucho. Con mi mamá tuve una relación muy linda, aunque con mi padre no tanto porque era muy quejoso. Ella siempre hizo todo lo posible para fortalecernos, papá en cambio era un quejoso. Le decíamos “el Tata”, se quejaba por todo y para él todo era un gasto.

-¿Recordás alguna frase de esas que debías callar delante de alguno de los dos?

-Sí, mi madre decía “hacelo, pero que no se entere tu padre”, porque si mi padre se enteraba que estábamos gastando en algo ardía Troya. Era un gruñón, se la pasaba protestando y a veces dejábamos de hacer cosas justamente para no escucharlo protestar y no estaba bueno. Fue así hasta el último día de su vida. Yo aprendí a aceptarlo y amarlo así, pero ese era nuestro vínculo.

-Alguna vez te escuché decir que en tu casa no se podía ser feliz y hoy se te ve disfrutar mucho de la vida. De hecho, sacaste un libro que se llama “Soltar para ser feliz”.

-En casa no vivíamos felices. Ahora me di cuenta de que fuimos más felices de lo que yo creía en ese momento, pero con el diario del lunes todos sacamos conclusiones fáciles. No éramos felices porque no está bueno no tener cuando en la escuela piden cosas y no las podés cumplir; cuando querés comprarte la ropa que te gustaría y no te alcanza; cuando veías que otros chicos tenían algunos juguetes o la pelota número número 5 o la camiseta de Argentina en el Mundial 78 y vos no… ufff, duele mucho. Nosotros comíamos un plato de arroz, que en ese momento era barato, mi papá una taza de mate cocido y mi madre se había quedado sin comer porque no había.

"Lo que más te mata para la felicidad es vivir en el discurso de la escasez"

Mario está metido en la charla, los sentimientos se le notan en la mirada, es transparente. “Con el tiempo podés hacer algo con eso que te pasó, pero mientras lo estás viviendo, no está buena la escasez y no está bueno el no tener, así que no éramos felices. Hacíamos lo que podíamos en ese momento. Lo que sí creo, es que lo que más te mata para la felicidad es vivir en el discurso de la escasez, en creer que porque no tenés, nunca más vas a tener en la vida o no te mereces tenerlo. Eso es terrible, te aniquila, pero por suerte, mis hermanos y yo pudimos salir de eso y nos hemos desarrollado en la vida como hemos querido. Lo bueno fue haber podido soltar ese mandato de que porque te faltó en la infancia toda tu vida va a ser así”, define convencido y con una mueca de felicidad.

-El tiempo pasó y demostraste ser un tipo resiliente y no resentido.

-Ser resiliente es maravilloso y para lograrlo tenés que desobedecer algunos mandatos, hoy sería “salir de la zona de confort”.  No hay nada más lindo que desacomodarse por dentro para volver a acomodarse. Como dar vuelta la casa para volver a pintarla, ni hablar de una mudanza que te desordena todo, pero quién te quita lo bailado de entrar a una casa nueva o remodelada. Aunque duela mucho yo soy un convencido que de los peores horrores podemos sacar nuestra mejor versión. Que esos errores, pueden ser nuestra gran maestría de la vida y ahí está la clave para no anidar en el dolor, sino poder salir de él y mirarlo desde la fortaleza.

-¿Cuándo sentiste que el periodismo era lo tuyo? ¿Es cierto que mirabas Telenoche y y te veías como César Mascetti?

-No, perdón, Alejandra, yo era César Mascetti en miniatura; no me creía que era César. Yo jugaba a que era César Mascetti y me lo creía. Pero en ese momento no estaba Telenoche, aunque sí “Mónica presenta”, con Mónica Cahen D´Anvers, que era un programa de éxito. Lo encabezaba Mónica y le seguían César y Roberto Maidana, Tico Rodríguez Paz y Domingo Di Núbila… Hacíamos una reproducción del programa “Mario presenta”, en el patio de mi casa, sin Mónica y ahí sentí que el periodismo me había llamado. Mi infancia fue de muchos horrores, pero siento que el periodismo me salvó de todas las maneras que una persona se puede salvar.

-Soñar te salva, se cumpla o no.

-Cuando estás viviendo algo fulero fiero en tu vida, pero aparecen los sueños, ya te pone en un mejor lugar, proyectás, le da un sentido a tu vida, más allá de lo que te haya tocado atravesar. Así que yo creo que soy periodista desde esa época. Le debo mucho a Mónica y mirá si los sueños se cumplen que un día apenas entré a trabajar en Telenoche, estando Mónica y César, un día ella se dio vuelta y me dijo “nene, vas muy bien vos, eh”. Y yo ese día sentí que había llegado.

-¿Quién te dio la primera oportunidad en los medios?

-Un señor en un diario de Río Cuarto que me veía llevar gacetillas del centro de estudiantes y me dijo que redactaba bien. Iba seguido a llevar gacetillas y estaban necesitando un cablero, que era el que cortaba los cables de noticias en ese momento y yo necesitaba trabajar y salir de la casa de quiniela para incorporarme a un diario. Por entonces, ya estaba en la universidad y dije que sí enseguida. Esa fue la gran oportunidad. Después hice tele y radio por poco tiempo en Río Cuarto y ya en Buenos Aires la gran oportunidad me la dio primero Nacha Guevara. Fui productor del programa “Me gusta ser mujer”, que salía por ATC, y después Santo Biasatti, a él le debo mi vida porque fue quien me dijo: “Vos tenés que trabajar en Canal 13”. Él y su mujer de entonces, Ana Petrovic, que era la productora en Radio Rivadavia me llevaron a laburar ahí y después me ayudaron a estar en Canal 13. Pero se han cruzado muchos nombres como Enrique Llamas de Madariaga, Any Ventura, Héctor Larrea con quien trabajé, todo el equipo de Telenoche Investiga, donde también estaba Nelson Castro. Y el último fue Guido Kaczka con la propuesta para las tardes del 13.

-¿Hiciste terapia alguna vez?

-Sí, hice terapia muchos años y en la pandemia me di de alta. Por lo general, todos los años hago un taller de terapias alternativas, me gusta mucho y lo disfruto. Me obliga a ponerme en la zona de la ignorancia, de la humildad, del aprendizaje y sobre todo en las vulnerabilidades para seguir siendo una persona en construcción. Suelo elegir los meses de octubre y noviembre porque me gusta arrancar el año reseteado, que llegue el fin de año y saber más o menos dónde estoy parado y qué me gustaría que me suceda el año siguiente.

-¿Cómo surgió la posibilidad de meterte de lleno en el mundo del coaching?

-Fue porque estaba medio freezado en el canal, a veces pasa que tenés mucho trabajo y otras no, entonces me pareció una buena idea aprovechar el tiempo que me quedaba libre y ahí arranqué. Certifiqué como coach, lo apliqué en mi vida y cuando vi que me podía dar buenos resultados decidí contarlo públicamente.

-Las presentaciones en el teatro surgieron después de la publicación de tu primer libro, ¿no?

-Sí, apenas salió a la venta “Soltar para ser feliz”, que escribimos con Patricia Daleiro, mi profe en la escuela de coaching, y ese libro va por la décima edición y lo del teatro me lo propuse como otro desafío. Si no es ahora, ¿cuándo? Nunca imaginamos que el libro iba a funcionar tan bien. Después vinieron “Saltar al buen vivir” y “Salir de los miedos”, después salieron los podcasts, viajes alrededor del mundo, esos viajes a los que llamamos “Con sentido”.

-¿Te sorprendió que te convocaran para conducir “Cuestión de Peso”, por la pantalla de Canal 13? ¿Cómo te sentís haciendo el programa?

-Nunca imaginé que alguien pudiera pensar en mí para ese formato y lo que sí tuve claro, como las grandes corazonadas, las grandes decisiones de mi vida, las he tomado sin pensarlo. Creo mucho en eso porque cuando pensás mucho algo la cabeza empieza a funcionar, le das rienda suelta a los pensamientos y la cosa se complica. Lo agarrás o no. Tengo que agradecerle a Guido (Kaczka) que pensó en mí y hubo que pasar algunos filtros. Estoy enamorado de ese programa, me encanta, lo disfruto y amo a los participantes y a sus historias de vida. Pero sobre todo amo lo que la gente me dice que pasa en sus casas, que les hace bien el programa y si hago algo para que a los otros les haga bien, el premio es mucho mayor.

-¿De qué actividades disfrutás en tus tiempos libres?

-Me encanta salir a caminar, a correr, nadar, tener tiempo para la actividad física me hace bien. También disfruto mucho estar en mi casa, porque viajando tanto, estar en casa es como estar de vacaciones. Comparto y me encanta invitar gente a mi casa siempre. Está diseñada para juntadas con amigos y ellos la toman como una trinchera propia y se arman grandes comilonas. Uno cocina, otro lava los platos, alguien más prepara la picada… En mi casa se festejan cumpleaños, así que nunca estoy solo. Me gusta mucho viajar, disfruto mucho viajar y hacer cosas nuevas. Tengo un amigo que tiene un amigo que va a estrenar una canción en una iglesia evangélica y quiero viajar a ver cómo es. Está buenísimo no aburrirse, así que ser curioso me encanta.

-¿Qué significan los amigos para vos? ¿Cómo es tu vínculo con ellos? ¿Tienen algún grupo paralelo en whatsapp?

-Mis amigos son la familia elegida, yo tengo mi familia en Río Cuarto y es una familia que no se mueve mucho, son muy de perfil bajo. Parece que yo no perteneciera a esa familia, soy el distinto. Mis amigos son la familia elegida, los mismos desde hace muchos años y se van agregando otros y también circulan, pero los que se mantienen son los amigos esenciales. Somos una red, vivimos cerca y estamos pendientes los unos de los otros. También nos peleamos, discutimos y nos cuereamos. Y acertaste, tenemos grupos convencionales y paralelos; entonces, depende a quien se cuerea, elegimos el grupo en el que nos metemos.

-¿Con quién te sentarías a conversar sin tiempo y de qué hablarían?

-Ay, qué lindo eso. De lo imposible, con mi mamá porque se murió sin que yo pudiera contarle lo que me había pasado en mi vida, lo bueno y lo malo… siempre esperando el día siguiente para contárselo. Él mañana nunca llegó, se fue antes y repentinamente. Ella también se fue con muchos silencios: por ejemplo, una hija a la que no había aceptado y la hicieron pasar por tía, así que creo que ella también tendría mucho para contarme y sería una conversación sin tiempo, en un lugar que ella eligiera, al aire libre, en un día muy lindo tomándonos de la mano y aceptando que todo eso también fuimos. Lo pendiente también fuimos, pero aquí estamos para completado. Yo ya lo he completado conmigo y sueño con el día que se pueda dar, por eso elijo creer que hay otras vidas posibles para remediar lo que no hicimos acá. Y de los personajes conocidos me gustaría mucho sentarme a conversar con Cristina Kirchner, pero conocerla desde la persona que es, de su naturaleza, o con Meryl Streep. Un amigo mío tuvo la oportunidad de conocerla y me contó cosas maravillosas de esa mujer sencilla, no sé, hay muchos personajes. Habría más porque a mí me gusta la gente sencilla, donde hay un ser humano, me gusta sentarme a conversar.