"Los argentinos tenemos mucho humor en las buenas y en las malas"
El humorista que fue "descubierto" por Fernando Bravo y que dejó su negocio de venta de camperas en Once para dedicarse a la actuación, en una charla profunda con Alejandra Canosa.
Hace aproximadamente doce años que dejó de vender camperas en el barrio de Once y se ha cansado de contar un sinfín de anécdotas sobre cómo hizo -entre ventas exitosas y los malabares del buen vendedor- para sacarse de encima algunos saldos del depósito del local, poniendo cara de póker, como si estuviera vendiendo una prenda de primerísima marca. “Uyyy, me acuerdo que teníamos unos pilotos que venían con elásticos en los bordes y las mangas eran más cortas de lo normal y, con esa falla, se encogían aún más y parecían pilotos de manga corta. Fue durísimo venderlos, hubo mucha pelea para sacárselos de encima, pero la piloteamos sudando la gota gorda”, revela, tentado de risa, como cada vez que revive esa historia. Pero enseguida se pone serio y aclara: “Jamás vendí algo que le pudiera hacer daño a la gente”.
Esas historias son tiempo pasado y quizás por obra del destino hoy disfruta de un presente extraordinario, porque el público no come vidrio y el aplauso y el cariño de la gente, adonde vaya, lo tiene bien ganado. Hace pocas semanas regresó de España, donde luego de presentarse con una temporada exitosa con el espectáculo de humor político “Moldavsky, lo mejor de mí”, en el teatro Apolo, de calle Corrientes, hizo seis funciones entre Madrid y Barcelona y la rompió toda. “Tuvimos un año fantástico con la sala del teatro llena todas las funciones y coronamos con las seis funciones en España, con muchísima afluencia de público. Hermoso encuentro con compatriotas y españoles, catalanes y sumado a eso, volví a la radio”, comenta.
Comediante, humorista, hincha fanático de Boca, padre orgulloso, familiero y amiguero, Rober es de esos tipos que cualquiera quisiera tener de amigo porque es confiable, no tiene maldad, es generoso, divertido y se gana la vida trabajando; aunque si puede, pide descuento porque tampoco se trata de perder.
-¿Cómo viene el próximo verano, vas a hacer temporada en Buenos Aires o viajás a la Costa?
-Me quedo en Buenos Aires, volvemos al teatro Apolo con “Moldavsky, lo mejor de mí”, pero vos sabés que el espectáculo tiene contenido de humor político, así que va a estar renovado por razones obvias. Hay que cambiar gran parte del show porque la movida política de los últimos meses fue tremenda. Muchachos de la política, aflojen con los discursos porque no me entra tanto contenido en el show. El estreno va a ser el 4 de enero, ya arrancando la temporada y como siempre con La Valentín Gómez, la banda que me acompaña en el espectáculo.
-¿Vas a hacer algunas presentaciones en Mar del Plata por el festejo de los 150 años de la ciudad?
-Tengo muchas ganas de hacer algo en esa ciudad que amo, aunque más no sea un fin de semana. Seguramente tendré alguna charla con Carlos Rottemberg y me haga una escapada porque en algún momento surgió la posibilidad.
Fernando Bravo, amigo personal, fue quien lo llevó a la radio antes de ser un humorista exitoso. Hay una anécdota muy divertida que cuando Moldavsky hizo una de las primeras presentaciones en la Sala Siranush, del barrio del Abasto, al mismo tiempo que seguía vendiendo camperas en el Once: Bravo y Alfredo Leuco asistieron con sus respectivas parejas a ver la función y cuando lo fueron a saludar, él sacó dos catálogos para venderles algo a las mujeres “Yo llevaba catálogos a todos lados, llevo el vendedor adentro y me acuerdo que Bravo me dijo: “Yo te quiero llevar a la radio, necesito que hablemos unos minutos y vos haciendo negocio con las chicas jajaja”.
Conversar con Moldavsky es un planazo, porque en medio de la charla surgen anécdotas divertidas o recrea parte de lo que cuenta en el show, como cuando habla de la comida. Siempre cuenta en sus shows que la comida lo hace muy feliz, bromea y se ríe con eso por las sensaciones encontradas que genera el tema y sin ofender a nadie. “Mi mente siempre tiene un choripán cruzado -describe-. Soy fan de la panera en la mesa del restaurante. Basta de quesito untable de colores, me doy cuenta cuando te sobró un pimiento rojo y me lo metés a mí. Yo vendí saldos, mirá si no me voy a dar cuenta. Una buena panera te mira y te dice gracias por venir. Yo quisiera levantarme a la mañana, pesar diez kilos menos y decir frente al espejo ¡Boludo, ¿que pasó?!”, exclama, implorando que se le cumpla.
-Hablemos de "Moldavsky Íntimo". ¿Qué onda esa movida que promocionaste en tu Instagram?
-(Risas sonoras). Eso fue una locura de la gente, que a veces me graba para las redes y yo accedo con la mejor, pero te aclaro que ese material no se puede vender en los kioscos porque los kiosqueros se negaron rotundamente.
-¿Qué importancia tienen las redes sociales para vos?
-Las redes sociales son innegables, no soy un laburador de la tecnología, pero soy de los que sostiene que con trescientos mil seguidores puedo contestarle a la gente y mantener el contacto con ellos. Debería crecer más, sin duda, las redes son muy importantes para mí y me gusta el contacto por esa vía.
-¿Cómo definís al público argentino? ¿Qué diferencias o similitudes percibís con los extranjeros?
-Yo digo que el público argentino, para el humor que yo hago es fantástico, es muy piola, muy rápido para pescar algún comentario o un chiste que haga en la función. Cuando voy al exterior lo percibo más, quizás porque no me conocen tanto y tengo que llevar el chiste hasta el final. Los argentinos manejan el doble sentido, el humor más al hueso, más complicado, tienen un timing muy piola con todos los rubros, vos arrancás con un chiste y se van riendo en el mientras tanto. Es un público que creció, entre los más experimentados, con Les Luthiers, el Negro Olmedo, Tato Bores, Niní Marshall. En cambio, los más jóvenes tienen más aceitado el humor que consumen en las redes y también los considero un gran público.
-Sos uno de los capocómicos más solicitado por los argentinos, agotás localidades y te convocan permanentemente de distintos programas de televisión y el boca a boca es garantía absoluta. ¿Podríamos afirmar que en los tiempos que corren sos un afortunado?
-Sí, totalmente. Tenemos la suerte de que la gente nos elija. El boca a boca es mi mejor publicidad. Gustavo Yankelevich, mi amigo y productor, siempre me dice que cuando la gente arranca con un espectáculo de teatro, en muchos casos necesita ir a la televisión y que a mí no me hace falta, aunque voy de invitado cuando me llama algún productor, porque agradezco y lo paso bien. ¿Cómo no me voy a sentir un afortunado? Creo que detrás de todo esto hay algo milagroso. De sólo pensar en toda la gente que va a verme al teatro, algunos más de una vez, más los turistas que descubro cada noche. Ir al teatro es una decisión en tiempo e inversión de dinero para pagar una entrada. Soy un agradecido.
-Sé que estás atravesado por los ataques de Hamas a Israel. ¿Cómo te impactó emocionalmente?
-Fue un golpe duro. Todo lo que está pasando en Israel y el ataque de los terroristas de Hamas me pegó muy mal, estuve a punto de suspender la gira por España. Tengo familia en Israel, sobrinos en otro lugar, en el Ejército, hemos perdido una amiga muy querida, tenemos un amigo secuestrado. Me angustia y me tiene muy preocupado, pero sobre todo muy dolorido por todo que pasó, por lo que hicieron esas bestias y lo que les deparará el futuro.
-¿Cómo es hacer humor cuando las balas te pegan cerca?
-No es fácil, pero tampoco debemos permitir que además nos roben la alegría. El escenario tiene algo especial, un aura, algo terapéutico que te ayuda cuando estás mal, bajoneado por algo, o cuando perdés a un ser querido y te afecta mucho. No me ha tocado actuar con una muerte tan cercana, pero imagino que debe ser bravo.
Se pone en modo reflexivo, Moldavsky, quien puesto a elegir entre las cosas indispensables de la vida se queda con su familia, amigos, el trabajo y Boca, el club de sus amores. Recién a los 50 años se la jugó y se animó a dejar atrás el comerciante y dedicarse al humor, persuadido por sus amigos y no se equivocó. “Muchas veces le digo a la gente que tiene esos dilemas, que se animen a cantar, bailar, hacer algo nuevo que les da vueltas en la cabeza; en mi caso fue por necesidad y me salió bien. Y está demostrado que reírse hace bien, estimula el corazón, los pulmones, los músculos y aumenta las endorfinas que libera el cerebro. Mejora el estado de ánimo, ayuda a disminuír la depresión y la ansiedad, mejora la autoestima… en fín, cuando escuchás a la gente reir se te va la amargura, te teletransportás y reírse en grupo no tiene precio”, define.
-¿Tenés una frase que te defina?
-¡Creo que soy un buen tipo! Mi mamá siempre decía que lo más importante era ser buena persona y yo voy por ahí.
-¿Qué percibís en el rostro de los argentinos que te cruzás en la calle?
-Los argentinos tenemos mucho humor en las buenas y en las malas, y más allá de las adversidades que vivimos siempre le buscamos la vuelta y nos reímos de muchas cosas.
-¿Qué valor tiene la familia para vos?
-La familia es un gran refugio, es el amor en la forma más pura, especialmente con mis hijos y ampliado con mis hermanas, mis sobrinos. Es un refugio de amor.
-¿Cómo vivís el amor de esta nueva administración?
-¡Muy feliz! Sobre todo, porque no pensé que iba a poder concretarlo otra vez y con Micaela se dio y lo estamos disfrutando mucho.
-¿Con quién tomarías un café en un bar de Buenos Aires para hablar de ciertas cosas?
-Con Manuel Belgrano, con Tato Bores, con el Negro Olmedo, con Diego Armando Maradona o con Niní Marshall. En realidad, yo haría un rico asado con toda esa gente y te aseguro que lo pasaríamos genial.