"Soy un tipo muy agradecido a la vida"
A dos meses de cumplir 80 años, uno de los referentes de su generación, se mantiene activo, con proyectos y con ganas de trabajar. Protagoniza, junto a Gastón Ricaud, la comedia “El sentido de las cosas”, participa de las redes sociales, y no piensa en el retiro.
Actor, director de cine y teatro, guionista y productor. Nació en Tandil, disfruta de sus maravillosos 79 años y aún sigue tirando de la cuerda, feliz, entusiasmado y con muchos proyectos por delante. ¿Cómo lo ví? ¡Víctor Laplace está espléndido!
Atesora una larga trayectoria en cine, teatro y tv y es uno de los actores más destacados y prestigiosos de su generación. Camina por la calle y la gente lo reconoce, lo saluda. Él, amable, sonriente y empático, se detiene a conversar si la situación lo justifica. Un tipo simple, de muy buena conversación que accedió a la charla con Alejandra Canosa sin dar muchas vueltas dejándole un audio por whatsapp que decía: “Hola mi querida, con gusto hacemos una nota y charlamos de lo que quieras”. Y así nos encontramos una tarde de otoño, a las seis.
Laplace asegura que nunca fantaseó con interpretar determinados personajes; sin embargo, en su momento surgió la posibilidad de personificar a Juan Domingo Perón, como así también apareció Florencio Parravicini o Nemesio Juárez, que lo llevó a la selva misionera. “No estaba en mis cálculos lo de Perón, sin embargo Juan Carlos Desanzo me dijo que yo iba a hacer el mejor Perón de la historia. Y bueno, me dediqué de lleno, engordé 10 kilos y empezó la aventura” recuerda.
Hace pocas semanas se estrenó “El sentido de las cosas”, una comedia poética de Sandra Franzen, protagonizada por Laplace y Gastón Ricaud, dirigidos por Andrés Bazzalo, una obra que se puede ver todos los domingos a las 19,30, en el Centro Cultural de la Cooperación. Como curiosidad, el espectáculo ofrece la participación de Gonzalo Domínguez, que ejecuta la música en escena.
Es un proyecto maravilloso que tiene que ver justamente con el sentido de las cosas y nos metemos en ese mundo, donde aparece el personaje de un viejo (Laplace) que está replegado en el Paraná, que se ha aislado del río y no quiere saber más nada con cierto aspecto de la civilización. Sin embargo, aparece un joven (Ricaud) para decirle que le quiere hacer un homenaje, idea que al viejo le parece una locura. A partir de ahí, se establece una relación muy hermosa y profunda, donde se ve claramente que los dos son carenciados de amor. “El viejo vive en un pasado remoto y el joven está en busca de su amor y es ahí, donde mi personaje le sugiere que siga con esa búsqueda y que no pierda tiempo con él porque en eso, no lo va a poder ayudar. Una obra bellísima que el público agradece porque es muy poética y conmovedora”, define Laplace.
-Parafraseando con el título de la obra, ¿qué le da sentido a tu vida?
-Siempre he tratado, en la medida de lo posible, de resguardarme en lo que tiene que ver con la salud, hago yoga todos los días, trabajo mucho mi parte espiritual, medito, y eso me ayuda muchísimo a estar en centrado, a estar parado sobre mis dos pies arriba del escenario. Para mí, el escenario es un espacio donde hay un código que se establece entre el público, que está en la sala con el corazón abierto, y los actores, que tratamos de conectar con ellos dando lo mejor. Nuestra profesión es muy bella y sanadora, y a partir de ahí encaramos el proyecto. Creo que más allá de las dificultades económicas que estamos atravesando en el país, la gente quiere seguir yendo al teatro y eso nos hace muy felices. Por otro lado siento que estamos atravesando un momento muy complejo y a veces pienso que nos hemos exacerbado demasiado; que una parte somos los viejos que van a morir para que el resto tenga una vida mejor. Eso pasaba en el Coliseo romano, donde muchos morían y otros desde las tribunas festejaban, y eso reafirma de algún modo que los débiles deben ser más protegidos, y en esto estamos. Pero claro que la vida tiene sentido, disfruto de mis amigos y de mis nietas: Aurora, de seis años, y Camelia, que dentro de poco cumple dos. Me divierto mucho jugando con ellas, la mayor me pide de hacer un espectáculo juntos y riéndonos mucho le explico que no tengo la misma flexibilidad que ella.
-Atesorás una larga trayectoria como actor, director de cine, guionista, tu paso por la política, la militancia y el exilio forzado por la Triple A, que imagino debe haber sido muy duro. ¿Cuál es tu reflexión a la distancia?
-En principio, te digo que el exilio no se lo deseo a nadie porque yo me tuve que ir del país en 48 horas y no había retorno. Recuerdo estar filmando la película “La Guerra del Cerdo”, de Adolfo Bioy Casares, con Leopoldo Torre Nilsson y pasó un pibe con una bicicleta que dijo en voz alta: “Carta para Víctor Laplace”.
-En esa lista también estaban Horacio Guarany, Federico Luppi y Norma Aleandro ¿no?
-Sí, exacto. Éramos muchos los actores que figurábamos en esas listas, no había motivos y fue algo muy confuso y horrible para todos los argentinos.
-¿Qué sentiste en ese momento? ¿Cómo procesaste emocionalmente alejarte de los tuyos de manera tan abrupta?
-No tuve mucho tiempo para pensar porque me dieron 48 horas; al mismo tiempo, mi madre afligida me preguntaba qué hacer y yo le respondí: “No sé qué van a hacer ustedes, pero yo me tengo que ir porque no hay tiempo”. Y así fue todo… una pesadilla. En ese entonces, yo estaba filmando en Canal 13, tuve que dejar absolutamente todo, a mi hijo Damián que era muy chiquito, mi amor por la vida y por las personas que quería. La vida se detuvo para mí. Después vino Renata Schussheim, que fue mi primera mujer, luego Nélida Lobato… ellas se iban y yo me quedaba solo.
-¿Cambiaste hábitos en ese tiempo de soledad?
-Sí, fíjate que yo nunca había fumado y soy un tipo sano, sin embargo cuando quedaba solo salía a la calle a comer porquerías, empecé a fumar y todo eso era pura autodestrucción por la angustia y la amargura de la situación que estaba viviendo. Fue realmente muy duro y creo que hubo gente que no lo pudo resistir y si bien yo sí, cuando regresé al país quería recuperar todo el tiempo perdido y como diría Marcel Proust, el tiempo perdido no se recupera. Imaginate que quería hacer cuatro películas por año y tampoco era posible. Después me convertí en director de cine y así fui llevando mi vida.
-Empezaste la carrera muy joven e hiciste más de cien películas. Increíble.
-Sí, ¿podés creer? Toda una vida disfrutando del cine.
-A propósito, ¿qué opinas acerca del debate que se generó respecto del INCAA y la posible desaparición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata?
-Es un tema complejo y creo que vamos a ir a un nuevo contrato social que nada tiene que ver con el actual y hay gente que se esconde de las autoridades por miedo a no caer bien, o que no les hagan preguntas que no puedan contestar y otros buscan la manera de acercarse y practicar la genuflexión. Es muy triste porque no me gusta una cosa ni la otra. Mi hijo trabaja en planta permanente del INCAA y no se sabe lo que va a pasar. La sensación que tengo es que nos han cortado las piernas y el cine argentino es, ha sido, y debería ser muy potente. Los festivales de cine han tenido varias películas que fueron ganadoras del premio Oscar como “La historia Oficial”, de Luis Puenzo, y hubo muchas películas que han trascendido. En España admiran profundamente nuestro cine como en tantos otros países. Yo en algún tiempo viajaba con las latas de celuloide.
-Quien tenía una mirada objetiva y era un fenómeno como director de cine y Presidente del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata fue José Martínez Suárez, hermano de Mirtha Legrand.
-Uy sí, era una persona maravillosa. Me acuerdo de que presenté la película “Puerta de Hierro, el exilio de Perón” y él me dijo: “Mirá, Victor, yo no estoy de acuerdo políticamente, pero creo que es una gran película”. Fue una película que me llevó mucho tiempo y energía pero la hice y José la puso dentro de la programación del festival. Ese criterio donde no aparece la grieta sino la condición humana en su mejor actitud.
-Estamos atravesando un momento difícil en el país. ¿Cómo te impacta?
-Sí, lamentablemente transitamos un momento muy complejo y por eso trato de replegarme en mis recovecos porque siento que estamos perdiendo el rumbo y no es fácil bancarse esta situación. Cuando digo bancar, me refiero a no agredir, pero por momentos observo absorto las cosas que plantea el Presidente de la Nación y lo que dijo días pasados la canciller Diana Mondino respecto de que si sos jubilado es casi seguro que te vas a morir. Es penoso todo lo que está sucediendo.
-¿Cómo te administrás? ¿Recortaste gastos?
-Mirá, yo soy muy austero en mi alimentación, soy sano, como mucha fruta y verdura y algunas veces tomo un vaso de vino por la noche. Suelo cocinar para mí y no tengo mayor problema, ayudo a mi hijo y a mis nietas porque me he pasado la vida trabajando.
A Laplace se lo ve entusiasmado con seguir proyectando, no da la sensación de estar pensando en el retiro. “Lo que quiero es que mi última obra tenga éxito y que permanezca, no soy de los que anuncia que va a dejar. No soy bueno para las redes pero me las rebusco, grabo videos leyendo poesía y cuando voy por la calle, la gente me reconoce y soy generoso con ellos, me quedo charlando. Cuando voy al homeópata me cruzo con una señora a la que le sugiero por propia voluntad que haga tal o cual postura para sentirse mejor sin que ella me pregunte nada. La mujer se va feliz y yo me siento un guía espiritual”, cuenta entre risas.
-¿Cómo te ves?
-Me veo en general muy tranquilo, apenas me levanto a la mañana me acomodo en mi colchoneta de yoga, después escucho un poco la radio, arranco con tareas intelectuales, tengo tres o cuatro proyectos por hacer, canto y escucho música, eso me entusiasma y me mantiene activo.
-¿Te duele como actor la ausencia de ficción nacional?
-Sí, muchísimo; el otro día hablé con Adrián Suar, hice muchos trabajos en canal 13 y él frenó un poco la producción porque los costos son altísimos y las plataformas llegaron para quedarse. La gente no va tanto al cine ni al teatro y esa es una señal de que hay una economía que se está replegando.
Conversar con Víctor es un placer. Se toma su tiempo para responder amorosamente, hace pausas, sonríe, no se lo percibe resentido con el pasado, pero sí muy entusiasmado con estar aquí y ahora, prestándole atención plena al presente.
-Para ir cerrando y fantaseando un poco… ¿con quiénes armarías una mesa redonda para conversar sin tiempo?
-Arrancaría invitando a Aristóteles y a todos los amigos de la vida. Tengo muchos amigos con los que he establecido contratos como Jean Pierre Noher, Gustavo Garzón, Ana María Picchio, estoy todo el tiempo conectado. También sumaría a Federico Luppi que era muy cabrón, pero era amigo. Huguito Arana, que decía que nosotros teníamos una profesión que era pro fe, a favor de la fe. Toda gente extraordinaria con la que me sigo nutriendo y me van marcando el paso. Soy un tipo muy agradecido a la vida.