Cuento Editorial La Rotonda: Enamorados
Tomamos el Día de San Valentín para unir toda la actualidad en el habitual espacio de ironía y reflexión de Daniel Revol.
El domingo pasado tomamos como vector del Cuento Editorial las batallas y los combates, para rememorar las hazañas de Caseros y San Lorenzo en la historia criolla. Hoy dejamos a un costado lo bélico para que en lugar de hacer la guerra nos dediquemos a hacer el amor. De hecho, parafraseando el dicho, si al sentimiento considerado más puro lo lleváramos a las novelas, las películas y la literatura, sobrarían ejemplos para enumerar en este género. La ficción de cada noche en la tele, hoy está en el ojo de la tormenta porque a la espera del beso apasionado, puede sobrevenir una denuncia por exceso de guión, superando los límites y llevando a la actriz al borde del abuso sexual. Si tomamos una peli de la colección de las romanticonas edulcoradas, nos vamos a dar cuenta que casi todas tienen un final feliz, como premio a tanto sufrimiento lleno de infidelidades, cuernos y engaños en los que pareciera que es normal que alguien pueda enamorarse de más de una persona a la vez. Y si nos adentramos en las hojas de una novela de un best-seller como lectura recomendada para las vacaciones a orillas del mar, muchas veces nos dan ganas de adelantar las páginas para saber cómo resuelve el autor solo con palabras semejante cuadro de infortunios y enfrentamientos que no deseamos que le ocurran ni siquiera a nuestro peor enemigo. Aunque una golondrina no hace verano, se dice que hay amores que son solo patrimonio de esa estación. Esa hormona que se despierta con la primavera y explota con el calor, como consecuencia más de una atracción física que de ese flechazo de Cupido porque hay algo que nos atrae mutuamente y que tiene en la relación física apenas un condimento más que no es determinante. Cuando algo nos gusta demasiado, solemos decir que nos enamoramos. De hecho, hay provincias que utilizan como slogan de venta la belleza de sus paisajes, que nos quedaríamos contemplando como un regalo a la vista, el oído y el olfato. Nos enamoramos de comidas y bebidas que son una fiesta para nuestro paladar. Es amor puro cuando nuestras profesiones, oficios y hobbies nos devuelvan la profunda satisfacción de hacer lo que nos gusta sin importar cuánta remuneración recibiremos como contra-partida.