Los investigadores analizaron las muestras de hormigón de 2.000 años de antigüedad tomadas de una muralla del yacimiento arqueológico de Privernum, en el centro de Italia. Los trozos blancos descubiertos en el hormigón, que antes se creían fragmentos de materia prima de mala calidad, en realidad le conferían la capacidad de curar las grietas que se formaban con el paso del tiempo.