Parecía ser un día como cualquier otro: había terminado de almorzar y estaba por salir hacia la mezquita para la oración de los viernes, cuando me enteré de la noticia espantosa de que el escritor Salman Rushdie había sido apuñalado mientras participaba en una conferencia. Me di cuenta inmediatamente, sin saber más detalles sobre el ataque o sobre el agresor, de que es primordial como musulmán expresar la condena absoluta a esta atrocidad.