Un estudio publicado en The Astrophysical Journal y basado en observaciones de la nave espacial New Horizons, de la NASA, estableció que la luz del Universo disminuye desde hace diez mil millones de años, tras haber alcanzado su máximo esplendor a tres mil ochocientos millones de años del Big Bang. 

Según explica Michael Shull, astrofísico de la Universidad de Colorado Boulder, aunque a simple vista el espacio parece ser negro, no está completamente desprovisto de luz. Desde la formación del cosmos, billones de galaxias han surgido y desaparecido, dejando un resplandor tenue que, aunque imperceptible para el ojo humano, forma parte de la estructura lumínica del universo.

El equipo de investigación, liderado por Marc Postman del Space Telescope Science Institute, ha calculado la intensidad de este resplandor cósmico. Sus hallazgos indican que el fondo óptico cósmico es aproximadamente 100 mil millones de veces más tenue que la luz solar que llega a la superficie terrestre, resultando así demasiado débil para ser percibido por los humanos sin asistencia tecnológica.

Tras décadas de investigación, los astrofísicos han desarrollado una comprensión bastante sólida sobre la evolución del cosmos. Las primeras galaxias se formaron durante una etapa conocida como el Amanecer Cósmico, que ocurrió varios cientos de millones de años después del Big Bang. La luz emitida por las estrellas de estas galaxias alcanzó su máximo brillo hace aproximadamente 10 mil millones de años y ha ido disminuyendo desde entonces.

Las mediciones precisas del fondo óptico cósmico son esenciales para validar la interpretación actual sobre el cosmos o para identificar la existencia de objetos aún desconocidos que pudieran estar emitiendo luz en el espacio. Sin embargo, realizar estas mediciones representa un desafío considerable, especialmente desde la superficie terrestre, donde el entorno está lleno de granos de polvo y otros residuos que reflejan la luz solar, dificultando la detección del fondo óptico cósmico.

Durante el verano de 2023, los investigadores apuntaron el Long Range Reconnaissance Imager (LORRI) de New Horizons a 25 áreas del cielo para obtener datos sobre el fondo óptico cósmico. A pesar de estar en el borde del sistema solar, el equipo enfrentó la interferencia de la luz adicional generada por la Vía Láctea, que está rodeada por un halo de polvo similar al que afecta a nuestro sistema solar. Shull indicó que el polvo es omnipresente, lo que complicó la tarea de aislar el fondo óptico cósmico.

El equipo estimó la cantidad de luz generada por este halo y la restó de sus observaciones realizadas con LORRI. Al eliminar otras fuentes de luz, lograron aislar el fondo óptico cósmico, resultando en una medición de aproximadamente 11 nanovatios por metro cuadrado por estereorradián. Este valor corresponde a un área del cielo que abarca unas 130 veces el diámetro de la luna.

Los hallazgos de Shull y su equipo son coherentes con las expectativas sobre el número de galaxias que se deberían haber formado desde el Big Bang, sugiriendo que no existen objetos anómalos emitiendo luz en el espacio. Sin embargo, los investigadores no descartan completamente la existencia de tales anomalías.

Es probable que las mediciones obtenidas sean las mejores estimaciones del resplandor del universo por un tiempo considerable. New Horizons está utilizando sus recursos de combustible restantes para otras investigaciones, y actualmente no hay misiones programadas para explorar los rincones más oscuros y fríos del espacio. Según Shull, si se incorporara una cámara en futuras misiones, podría ser posible obtener mediciones más precisas en un par de décadas.