Las otras erupciones
No sólo el volcán de la isla canaria de La Palma provoca una catástrofe con sus erupciones, sino otras no resueltas, como la falta de vacunas contra el coronavirus y el cambio climático
En el mundo hay alrededor de 70 erupciones por año de los 1500 volcanes que permanecen activos. El Cumbre Vieja, de la isla de La Palma, en las Canarias, España, destruyó en un santiamén más de un centenar de viviendas y forzó la evacuación de miles de personas. La catástrofe coincide con otras plasmadas en la inauguración de un nuevo período de sesiones de la Asamblea General de la ONU. En ese ámbito, los mandatarios pasaron revista de la desapareja distribución de las vacunas contra el COVID-19 y de los leves avances en otra batalla crucial. La del cambio climático.
Si el coronavirus desnudó la enorme desigualdad de un planeta en erupción por razones políticas, económicas y sociales, el inequitativo reparto de las vacunas ensancha aún más la rendija entre los países ricos y pobres y, dentro de sus fronteras, la puja entre los vacunados y los no vacunados o entre los partidarios del uso de mascarillas y los que sienten que atenta contra la libertad individual. En un contexto plagado de erupciones, inundaciones, sequías, incendios, tsunamis y otros desastres, la palabra de los líderes en el mayor órgano deliberativo del planeta deja mucho que desear.
En África, según la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, una de cada 20 personas está completamente vacunada mientras que en Europa la proporción se reduce a una de cada dos. Es curiosa la condición humana. Todo depende del poder adquisitivo. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció que duplicará la compra de la vacuna de Pfizer-BioNTech para repartir 1000 millones de dosis con el fin de vacunar al 70 por ciento de la población mundial en 2022. Los países ricos entregaron hasta ahora apenas el 15 por ciento de las donaciones prometidas a los países pobres, según la Organización Mundial de la Salud.
Si el mundo debe despertar, como sugirió el secretario general de la ONU, António Guterres, la humanidad debería honrar el compromiso de salvarse a sí misma frente al desánimo generalizado por la desigualdad, la polarización, la pandemia, la codicia y otras tragedias endémicas.
Todo se resume en una palabra: crisis.
Que puede ser humanitaria como en la frontera entre México y Estados Unidos por las deportaciones de haitianos o en Afganistán por la sharía (ley islámica) impuesta por el régimen talibán.
Judicial como en El Salvador por las protestas contra Nayib Bukele, “el presidente cool” que pasó a ser “dictador cool” por sus excesos.
Política y absurda como en Argentina por la derrota de la coalición de gobierno en las internas.
O diplomática como entre Estados Unidos, Australia, Gran Bretaña y Francia por el acuerdo de defensa entre los tres primeros, sin Francia ni la Unión Europea, para frenar a China en el Indo-Pacífico.
El acuerdo, llamado Aukus, supone para Francia la sustitución de un contrato de 56.000 millones de euros para venderle a 12 submarinos de propulsión nuclear a Australia por otro con Estados Unidos. El llamado a consultas del presidente de Francia, Emmanuel Macron, a sus embajadores en Australia y Estados Unidos refleja la magnitud de la crisis. No sólo por la pérdida de ingresos, sino también por la falta de confianza en quien, se suponía, iba a reparar el puente roto por Donald Trump entre ambas márgenes del Atlántico.
“Nuestro mundo jamás había estado más amenazado o más dividido”, concluyó Guterres. Y no sólo amenazado o dividido por el malhumor de la Tierra, como en La Palma. Amenazado o dividido por crisis evitables si primase el sentido común frente a las erupciones políticas derivadas del naufragio del multilateralismo, bandera deshilachada de la ONU. En el tablero de ajedrez de un mundo mejor, pergeñado después de la Segunda Guerra Mundial, el rey, la reina, las torres, los alfiles y los caballos ocupan la primera línea y relegan a la segunda a los peones. Cada movimiento encarna más a los líderes de tuno que a las necesidades de sus pueblos. Contra eso no hay vacuna.
Jorge Elías
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