Se cumplen 8 años de la muerte de Alberto Nisman
El fiscal federal que por entonces denunciaba un pacto con Irán para encubrir responsabilidades en el atentado a la AMIA, apareció muerto de un balazo en su casa.
La relevancia de la muerte de un fiscal federal, que denuncia un complot al mas alto nivel gubernamental, con el gobierno de un país agresor, señalado de cometer un atentado terrorista en nuestro territorio, es probablemente, el hecho mas grave de nuestra historia reciente.
Alberto Nisman murió en su propio departamento, un día antes de ir a declarar al Congreso de la Nación sobre los hechos que denunciaba, de un balazo en la cabeza, en el baño de su domicilio.
Los eventos de fiscales asesinados solo podemos verlos en las películas sobre la mafia italiana, la serie de Pablo Escobar o algunas épocas violentas en los Estados Unidos. En el mundo de hoy, esos hechos no ocurren.
En la Argentina ocurrieron y ocho años después, no sabemos como. La Justicia jamás avanzó en determinar que fue lo que sucedió. ¿Los custodios liberaron la zona? ¿Lagomarsino le llevó un arma y Nisman se suicidó? ¿Porque se habría suicidado? ¿Estaba amenazado, el o su familia? El disparo entró por detrás de su oreja. ¿Como se disparó en ese lugar? ¿Porque no en la frente o la sien?.
La mecánica de la muerte indica que fue ejecutado: ¿por quien o quienes? ¿Como entraron a su domicilio custodiado? ¿Intentaban detener su investigación? ¿Estaban relacionados con el poder político que Nisman había denunciado?.
Nada, no se sabe nada, a 8 años, no hay una sola respuesta y el tema parece olvidado. La muerte violenta en circunstancias al menos dudosas, de un fiscal federal en la Argentina no merece una investigación seria ni una conclusión decente, a nada menos que 8 años del hecho.
Acá parece ser que nunca pasa nada, no importa de que se trate. Las consecuencias institucionales de asesinar a un fiscal impunemente, son dramáticas. Desde entonces, la justicia no es la misma, los magistrados y representantes del ministerio público se autolimitan, miran para los costados, temen, con toda lógica.
La vida de Alberto Nisman merecía más de la propia Justicia. La de un fiscal federal requería otra respuesta de las instituciones. Las circunstancias de su muerte exigían a un pueblo que pretende un futuro, mucho mas que el simple olvido.