Es una de esas películas que los críticos ponderan con entusiasmo y uno, por un motivo u otro, se la perdió. Candidateada a los premios Oscar como mejor guión original, y también por una de sus actrices de reparto, elogiada por mis amigos más exigentes, me abalancé sobre ella cuando la vi en el videoclub.

¿”Damas en guerra”? ¿De veras?

Hacía rato que una película no me deprimía de tal manera. No por su propia estupidez –ante eso estoy preparada- sino porque tanta gente la encuentra divertida, moderna y eficaz. Incluso mujeres.

Es la historia de Annie, una chica que se muere de envidia porque su mejor amiga se va a casar, y ella en cambio sale con un sujeto que la humilla constantemente y ella se deja.

Es cierto que la violencia se desata cuando aparece otra “mejor amiga” –la esposa del jefe del novio- que es más linda, más adinerada y más glamorosa que ella. Pero la cara de Annie había comenzado a deformarse de envidia antes de que la otra apareciera.

Annie es estúpida y mala. Gran cocinera, puso un negocio de pastelería que fracasó. Un hombre encantador que conoce –un policía de caminos- trata de convencerla de volver a lo que mejor hace, pero ella no escucha y lo maltrata, porque es estúpida y mala.

Además es cobarde: en el momento de elegir el vestido de las madrinas para la boda de su amiga, recurre a las artimañas más groseras para no decir, simplemente, no me alcanza la plata para comprar este vestido.

Al ser la protagonista –y también guionista del film: Kristen Wiig- me invitan a simpatizar con ella, algo que me resulta difícil. No creo que las mujeres todavía tengan esa loca ambición matrimonial. Así como me resulta difícil de creer que una mujer como la “otra mejor amiga”, la esposa del jefe, con la fortuna y el lugar social que ocupa, detalles que la película se toma el trabajo de mostrar- invierta tanto dinero y energía en competir con una estúpida por el favor de su mejor amiga, que, digámoslo, tampoco muestra atractivo alguno en especial.

Tal vez el humor grueso entre mujeres –una forma refinada de la lucha en el barro- y las escenas de alta escatología, sugieran a muchos la idea de un cine osado y moderno. Es una triste fotografía de las mujeres, que no comparto. Envidiosas, competitivas a la violeta, seres sin destino.

No cuenten conmigo.


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