¿Cómo ven los árabes la masacre en París?
Lo primero que pensaron muchos es que, más allá del dolor y las condolencias, Occidente debería actuar del mismo modo frente a las masacres casi cotidianas de Medio Oriente
RIAD, Arabia Saudita.– El viernes musulmán es como un domingo occidental, con tiendas cerradas a primera hora, especialmente entre las 10 de la mañana y el mediodía, y poca gente en las calles. Este viernes, con un sol implacable y un tránsito escaso en una ciudad habitualmente atiborrada de coches por la gasolina a precio de ganga, tenía una particularidad: el Salat (las cinco oraciones diarias, reservadas a los varones en las mezquitas) incluía el brutal doble atentado del Estado Islámico (EI), de raíz sunita, contra un feudo de Hezbollah, de raíz chiita, en el sur de Beirut, capital del Líbano. Había ocurrido en la víspera. Nadie imaginaba que el mismo grupo (Daesh, en árabe) iba a atribuirse por la noche la peor masacre en la historia de Francia.
Era viernes y 13, día y número que algunos musulmanes consideran de mala suerte. Lo asocian, según me contaron, con el día y la fecha en que 13 ejércitos judíos les arrebataron Jerusalén. Cierto o no, este viernes 13 resultó ser fatídico para todos después de haberse acordado en la cumbre de los países árabes y sudamericanos, celebrada en Riad, la solución pacífica de los conflictos en desmedro del terrorismo. Frente a los atentados en París, el presidente de Siria, Bashar al Assad, en la cuerda floja tras la intervención occidental y rusa contra el EI por las nefastas consecuencias de la guerra que se inició en 2011, fue el único líder árabe que mezcló condolencias con reproches: “Francia conoció el viernes lo que vivimos en Siria desde hace cinco años”.
Lo mismo pensaban muchos sobre Irak, Libia, Yemen y otros países envueltos en el caos, así como en la coincidencia entre la ola de atentados y la abrupta caída del precio del petróleo, principal fuente de ingresos de Arabia Saudita y otros países, después de una década de oro, como la de las materias primas en América latina, durante la cual mucho dinero alimentó la corrupción en varios Estados no del todo fiables para garantizar la paz o para tender hacia ella. El abaratamiento del barril, de más 100 dólares al filo de los 40, ha sido proporcional al aumento de la tensión social.
Poco antes de la conmoción en Francia, en el Centro Rey Abdulaziz para el Diálogo Nacional, Ibrahim Asiri me dijo: “Nuestra sociedad es religiosa, pero el Corán no promueve la violencia. Algunos se han aprovechado de la palabra sagrada para empuñar las armas”.
En los aeropuertos (entre ellos, el de Ezeiza) se había reforzado la seguridad por el fatídico desenlace del vuelo de la compañía rusa Kogalymavia sobre la península del Sinaí, Egipto. Crecía la sospecha de que una bomba, de la que se arrogó el EI, pudo haberlo derribado en respuesta a la incursión rusa en Siria.
En ese delicado entramado, con Arabia Saudita, de mayoría sunita, e Irán, su contracara chita, en disputa por el liderazgo regional, la gente de a pie condenó sin fisuras, como sus líderes, el espanto en Francia, pero, al igual que el presidente sirio Assad, dejó entrever que menos trascendencia tiene el caos cotidiano en varios países de Medio Oriente. En ellos, si uno aborda un avión, debe escuchar en silencio una voz masculina que lee con tono de plegaria algunos párrafos de El Libro de la Oración Musulmana en árabe, inglés y, si el destino o el punto de partida es Turquía, en turco. Irrumpe en los parlantes y en las pantallas inmediatamente después de los consabidos recaudos de seguridad. Entonces, sólo cabe un deseo: que Dios nos encuentre confesados.
Publicado en El Cronista Comercial, Buenos Aires Los árabes comparan la tragedia de Francia con las que ocurren en sus países
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