Las movilizaciones, los actos y las marchas han sido históricamente muy importantes en la política argentina.

Ir a una plaza con una cacerola, una bandera o un bombo es un nivel de compromiso superior al que simpatiza con una idea y la expresa solamente en un café o frente al televisor. Es poner el cuerpo para defender lo que uno cree. O para combatir lo que uno rechaza. Es el nivel superior de la libertad de expresión.

Me gusta decir que esas asambleas al aire libre, a corazón abierto, son como pulmones por donde respira la democracia. Dudo mucho de las sociedades excesivamente prolijas donde la gente se manifiesta solo a través de las redes sociales. Me parece demasiado cómodo, casi deshumanizado. Ser parte de una multitud que reclama es una gran satisfacción ciudadana. Eso no significa que quien haga actos más masivos será la fuerza mayoritaria electoralmente.

De ninguna manera, son dos planos distintos. Hay partidos o agrupaciones que tienen capacidad de organización y de convocatoria y se convierten en sectores dinámicos pero no necesariamente en alternativa de gobierno. Pero está claro que la ocupación de la calle y de los espacios públicos es un instrumento importante y contundente de la lucha política. Hace un tiempo que el gobierno de Cristina ha cedido ese terreno a la diversidad opositora. No está muy claro el motivo. Sigo creyendo que el cristinismo, aún algo debilitado, como está ahora, es capaz de llenar un estadio y mucho más.

Lo hicieron en Velez con Unidos y Organizados y dejaron a miles de militantes afuera. Lo pueden hacer por varios motivos. Tienen el respaldo de 12 millones de votos en la última elección y una larga trayectoria de movilizaciones apoyadas en un aparato y una estructura muy bien aceitada. Insisto: creo que hoy siguen en condiciones de hacer grandes actos y tal vez lo demuestren el 17 de octubre, día de la lealtad peronista o el 27 de octubre, día de la lealtad kirchnerista. Pero también es cierto que han perdido el apoyo de dos sectores especialistas en convocar a miles de personas: los intendentes del conurbano y los gremios.

No han perdido a todos los intendentes pero muchos hace tiempo que sospechan de la autenticidad del cariño de Cristina. Reciben menos fondos que antes y saben que aunque Cristina siga siendo una figura muy taquillera en las urnas, existe la posibilidad de que no sea candidata en el 2015. De hecho la ley y la Constitución solo le prohíben presentarse a una persona y es la actual presidenta. Los intendentes son más reticentes a llevar a sus vecinos a la Plaza de Mayo. Lo mismo ocurre con varios gremios muy poderosos, sobre todo los que están alineados con Hugo Moyano empezando por el suyo, el de camioneros.
 
Todos los que integran la CGT mas los de la CTA de Pablo Micheli y los movimientos sociales o los cuerpos de delegados de la izquierda tradicional se juntaron ayer en Plaza de Mayo y demostraron una capacidad de convivencia inédita. En la calle, codo a codo, fueron mucho más que dos. Y había desde peronistas ortodoxos hasta trotskistas. No los unía el amor sino el espanto ante la falta de diálogo y la hostilidad con que los castiga el gobierno de Cristina. Tienen varios reclamos absolutamente justos. Por ejemplo que un joven que gana 5.500 pesos no pague impuesto a las ganancias. Es una provocación llamarle ganancia a un salario que apenas alcanza para pagar un alquiler y vivir con cierta dignidad. Ganancias son los que tienen millones en su patrimonio, como varios integrantes del gobierno, empezando por la propia presidenta. Pero insólitamente, los plazos fijos no pagan impuesto.
 
La renta financiera no está gravada. El trabajo, si. Desde las tribunas, Pablo Micheli aseguró que van a rodear el Congreso el día que traten la nueva ley de riesgos de trabajo a la que calificaron como “neoliberal y reaccionaria”. También habló de un paro nacional antes de fin de año. Hugo Moyano, a la noche, no descartó esa posibilidad. Primero fueron los caceroleros, después los integrantes de la fuerza de seguridad, muchos de los estudiantes que protestan contra Macri también lo hicieron contra Cristina y ahora los trabajadores y los movimientos sociales.

El gobierno sigue teniendo absoluta legitimidad y legalidad. Cristina sigue siendo la dirigente más poderosa desde 1983. Pero en la calle algo se está gestando. Como dice la canción de Arco Iris. Se huele al respirar. Es como una voz nueva que al fin comienza a hablar…