¿Mejor que en 1968, peor que en 2068?
Estudios cruzados demuestran que hemos evolucionado en los últimos 50 años, pero vaticinan más dudas que certezas para el próximo medio siglo
Pudo ser un año de inflexión. Un año, 1968, bisagra entre la muerte del Che Guevara en 1967 y la conquista de la Luna en 1969. El año de “prohibido prohibir” y de “la imaginación al poder”, entre otras consignas del mayo francés. El del “socialismo con rostro humano”, aplastado por la Unión Soviética en la Primavera de Praga. El del triunfo y el fracaso de la revolución cultural china. El de la ofensiva de la guerrilla vietnamita contra las tropas norteamericanas y el de las protestas contra la guerra en Estados Unidos. El año del movimiento hippie. El de la matanza de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco, México.
El año del primer asesinato de la banda terrorista vasca ETA: un guardia civil en un control de carretera. El de los crímenes de Martin Luther King y de Robert Kennedy, hermano de JFK. Un año después de la Guerra de los Seis Días, disparadora del conflicto de Medio Oriente. El año de la victoria ajustada del presidente Rafael Caldera y del comienzo del bipartidismo en Venezuela. Un año, 1968, durante el cual, según el historiador Eric Hobsbawm, “una ola de rebelión sacudió a los tres mundos o gran parte de ellos encabezada esencialmente por la nueva fuerza social de los estudiantes”.
En perspectiva, un mundo diferente, acaso lejano y cercano para los que tenemos más pasado que futuro, en el cual PC eran las siglas de Partido Comunista, no el nombre de pila de la computadora personal. ¿Era mejor aquel mundo, signado por la Guerra Fría? Depende del país, según un estudio para el cual el Pew Research Center consultó a casi 43.000 personas de 38 naciones. Cincuenta años después, el 88 por ciento de los vietnamitas dice que está ahora mejor mientras el 72 por ciento de los venezolanos y el 68 por ciento de los mexicanos aseguran que están peor.
Los indios, los surcoreanos, los turcos, los israelíes, los japoneses, los alemanes, los holandeses y los suecos también prefieren la vida en 2018. No así los tunecinos, los jordanos y los libaneses. En Asia reina el optimismo, excepto en Filipinas, escenario de la guerra brutal contra el narcotráfico que emprendió el gobierno de Rodrigo Duterte. En Estados Unidos, curiosamente, el estado de ánimo está sujeto a la filiación partidaria, con republicanos felices y demócratas molestos con la presidencia de Donald Trump. El juicio de valor está sujeto al nivel educativo. Cuanto más alto es, crece el entusiasmo con el presente y con el futuro.
Un futuro incierto, basado en las cuatro tendencias que trazó para 2030 el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos (CNI): adquisición de poder por parte de los individuos y aumento de la clase media mundial; difusión del poder de los Estados por redes y coaliciones oficiosas; cambios demográficos por la urbanización, la migración y el envejecimiento, y una mayor demanda de alimentos, agua y energía. Habrá más conflictos dentro de los Estados que entre los Estados. Un asteroide del tamaño de dos canchas y media de fútbol, Apophis, no impactará contra la Tierra en 2036, como estaba previsto por la NASA, pero podría ponernos nerviosos en 2068. Dentro de 50 años.
Lo más probable, según el CNI, “es que un desplome o una retirada repentina del poder de Estados Unidos dé como resultado un período prolongado de anarquía mundial” sin “un sistema internacional estable ni una potencia rectora que lo sustituya”. La política en el siglo XXI es como un juego de ajedrez tridimensional, evalúa Joseph Nye, profesor de Harvard. El poder militar, dice, está concentrado en Estados Unidos; el poder económico se distribuye entre Estados Unidos, la Unión Europea, Japón y los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y el poder sobre asuntos transnacionales como el cambio climático, el terrorismo y las pandemias está dividido.
El mundo no es unipolar, multipolar o caótico. Es las tres cosas en forma simultánea. ¿Seguirá siéndolo? En 1980 daban por hecho que el PBI de Japón iba a superar al de Estados Unidos en 2010. No ocurrió. ¿Terminará disolviéndose de facto la Unión Europea, por ejemplo? El Brexit no despierta pasiones. Quizá por temor, como ocurre con la independencia de Cataluña u otros fenómenos espasmódicos. El tiempo corre rápido. Tal vez, más rápido que antes. Hitos como la caída del Muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y el final de la Guerra Fría duraron poco. Apenas un rato en términos históricos frente al medio siglo que queda hasta 2068. Una eternidad y un suspiro a la vez.
Publicado en Télam
@JorgeEliasInter | @Elinterin
Suscríbase a El Ínterin