Es la principal pregunta que se hace en todos lados. ¿Qué le pasa a Cristina? ¿Por qué hace lo que hace y dice lo que dice? Ayer superó todos los límites aunque tuvo la coherencia de prender el ventilador en una fábrica de electrodomésticos. Pero repartió barro a diestra y siniestra. No dejó títere con cabeza. Ensució a todos y a todas con sus palabras cargadas de bronca y revancha. Nunca es bueno el enojo a la hora de tomar decisiones trascendentes.

Una jefa de estado debe buscar la mayor serenidad y tranquilidad para gobernar. La paz espiritual es la mejor manera de cometer la menor cantidad de errores y de arbitrariedades posibles. Pero viene ocurriendo todo lo contrario. La presidenta señala y castiga. Tiene todo el derecho del mundo a marcar diferencias y criticar a quien quiera. Pero se expone a respuestas muy duras como las que recibió de Alfonso Prat Gay. El jefe del bloque de diputados del ARI-Coalición Cívica es un hombre prudente que siempre está lejos del escándalo.

Sin embargo ayer fue brutal al responder el ataque de Cristina. Le dijo que “se ocupe de la inseguridad, la inflación y el empleo y no de mi”. El economista puso el dedo en tres llagas. En las dos palabras que la presidenta no nombra: inseguridad e inflación, claramente los dos problemas mas graves que la sociedad manifiesta en todas las encuestas. Y el empleo. Cristina dice que el modelo nacional y popular creo 5 millones de puestos de trabajo. Y es rigurosamente cierto. El problema es que lo viene repitiendo hace más de dos años. Es decir que hace tiempo que se ingresó en una meseta y, lo que es peor, en 6 meses ya se destruyeron 360 mil puestos de trabajo. Eso no lo dice. Eso lo oculta. Y esta bien que ella no declare en contra de si misma, como dijo alguna vez. Pero son los dirigentes opositores o los periodistas independientes los que se lo tienen que decir.
 
¿O la presidenta pretende que esa platea de reidores y aplaudidores que tiene siempre sea imitada por toda la sociedad? La mirada crítica siempre debe ser agradecida por los más altos funcionarios. Es la gran oportunidad de corregir errores. Pero si los opositores se callan la boca y los oficialistas solo elogian la genialidad de Cristina, es como vivir en la mentira. ¿Qué le pasa a Cristina? ¿Por qué se mete solita en pantanos de donde siempre le va a costar salir? En su rosario de críticas de ayer, dijo que hay mucha gente que está enferma de importancia y les reclamó un poquito de humildad y el fin de las actitudes soberbias. Otra vez se la dejó picando para Prat Gay. “Que la presidenta pida humildad es como escuchar a Boudou hablar de transparencia”, dijo.
 
Es tanta la verborragia presidencial que suele dispararse tiros en los pies. Denunció que todos los presidentes del Banco Central anteriores a Mercedes Marcó del Pont fueron monetaristas. Pregunta que se cae de madura: ¿Quién eligió a Martin Redrado y a Alfonso Prat Gay? ¿Fue la herencia recibida de Néstor? ¿Es una autocrítica por las malas designaciones? ¿Esta arrepentida de lo que hicieron? ¿Qué le pasa a Cristina? Debe ser largamente la presidenta con más poder desde 1983 y con mayor nivel de comunicación con la ciudadanía. No solo por la gigantesca maquinaria propagandística que la respalda.

También por la utilización compulsiva de la cadena nacional. Ayer mismo el diario “El País” tituló en su tapa que junto a Hugo Chavez y Rafael Correa, la presidenta, es líder en el uso de la propaganda televisiva y aclaró que los presidentes obligan a todas las cadenas a transmitir sus discursos. Hay que agregar que es algo legal pero ilegítimo. Legal porque figura en la ley. Pero ilegítimo porque está previsto para situaciones extremas o extraordinarias. Apelar a la cadena nacional 11 veces en 8 meses no es usar el poder, es abusar del poder. Por eso no se entiende esa obsesión por amordazar a los medios que no opinan como ella. La llamó “la cadena del miedo y del desánimo. Siempre son títulos de catástrofe y horror”.
 
A veces parece que para la presidenta y para alguno de sus periodistas chupamedias, si mañana cerraran todos los diarios, las radios y los canales independientes se solucionarían como por arte de magia todos los problemas. Un autoengaño infantil e incomprensible. Como incomprensible es su intento de hacer chistes que no causan ninguna gracia. Ante un frente de tormenta económica preocupante, Cristina apela al dudoso humor de hablar de los pomos que llenan los operarios y operarias. ¿Qué le pasa a Cristina? Una pregunta que tiene muchas respuestas. Y todas son inquietantes.