Hace exactamente un año, Cristina Fernández de Kirchner, tocaba el cielo con las manos y se convertía en la dirigente política más poderosa desde la reinstauración democrática en 1983. Esa noche, Cristina entró en la historia porque fue la primera mujer electa y reelecta y encima con el respaldo de más de 12 millones de votos. Logró mayorías parlamentarias, el respaldo de casi todos los gobernadores y colonizó gran parte de la justicia a la que le puso la camiseta partidaria. Como si esto fuera poco, dejó a la oposición lejos y fragmentada. Colocó al apellido Kirchner como marca de un proyecto político que va a completar tres períodos consecutivos. Nadie logró eso. Ni Perón, ni Menem pudieron gobernar 12 años consecutivos como va a hacer Cristina.

Hoy la pregunta es: ¿Qué hizo Cristina con semejante capital político? ¿Lo dilapidó? ¿Se le escapó entre los dedos y estamos asistiendo al fin del ciclo kirchnerista que tendrá su certificado de defunción en el 2015? Nunca en política hay que dar nada por terminado. Es verdad que la foto actual es muy mala y preocupante para el oficialismo. Es similar al peor momento del enfrentamiento contra el campo. No solo porque la consultora Poliarquía dice que de aquel 54% de los votos hoy solamente sumaría 37. No solamente es grave perder 17 puntos en un año. Lo más grave es el ritmo acelerado de esa caída y que encima no parece que se vaya a detener en el corto plazo. ¿Qué pasó? ¿Cuál de las cientos de equivocaciones que cometió el gobierno son las que mas lo alejaron de la opinión pública? ¿Dónde está el talón de Aquiles de Cristina? Se podría hacer una larga lista de errores no forzados que fuimos marcando durante este año.
 
Pero hay que establecer prioridades y tratar de ubicar los más dañinos. Se podría hablar de la mala praxis de los funcionarios que han generado un freno en la economía que, encima, no logró atenuar la inflación alta y negada; la cantidad de cepos, regulaciones insólitas y trampas que se han colocado en casi todas las actividades, la agresividad y la intolerancia para atacar al que piensa distinto y la inoculación del odio en una sociedad fracturada, la vocación por eternizarse en el poder, la inseguridad que para el gobierno no existe y varios despropósitos mas. Pero yo creo, con toda franqueza que lo mas grave es la mentira.

El engaño permanente termina por sublevar a las personas que se sienten tratadas como estúpidas. La presunta picardía de malversar las estadísticas públicas produjo un daño gigante en la credibilidad del gobierno además de haber sido totalmente ineficaz. La inflación sigue siendo muy alta y el dinero que se ahorró el gobierno por pagarle menos a los bonistas que tenían sus papeles atados al costo de vida se fugó en 80 mil millones de dólares o lo pagamos todos los día cuando una empresa brasileña consigue créditos a una tasa del 3% y las argentinas tienen que pagar 11%. Un verdadero tiro que les salió por la culata. Además, el dicho popular lo plantea con mucha claridad: en boca del mentiroso, hasta lo cierto se hace dudoso. Hoy está puesta en duda toda la palabra oficial.

Las cifras de pobreza, de desocupación. Fue tan grande el maquillaje permanente del relato que hasta las metidas de pata mas groseras se presentaron como epopeyas emancipadoras. Y Cristina cometió el peor de los pecados: creer que lo que no se nombra no existe. Por eso jamás mencionó el siniestro ferroviario mas grave en muchos años. Murieron 51 hermanos argentinos por culpa de la complicidad entre mafias empresarias y funcionarios del gobierno kirchnerista. Fue una tragedia que conmovió las entrañas del país. Eso no ocurrió en China ni durante el gobierno de Menem.

Pasó acá nomás, a 35 cuadras de la Casa Rosada, hace 8 meses y mientras Cristina era la máxima autoridad. Fue terrible lo que los familiares de los muertos exigieron ayer. Escuche bien, por favor. Una madre hizo un reclamo que sonó como un alarido desgarrado:” que se rompa el cerco de silencio. Seguimos esperando del Poder Ejecutivo que nos permita saber si tiene conocimiento de lo ocurrido el 22 de febrero. Que así como todos los días escuchamos hablar sobre el “7D”, nos gustaría escuchar alguna vez sobre el “22F”. Tal vez en esa tozuda negativa en mencionar por lo menos la realidad y en eludir el dolor colectivo esté el secreto de la caída de Cristina en las encuestas. Quien ignora una parte de la realidad, termina ignorándola toda. A un año, ese es el mayor peligro.