¿Esta vez renunciará Gerardo Martínez? ¿Hasta cuando será el capataz de los albañiles quien nunca trabajó de albañil en su vida? Por ahora resistió siempre atornillado a su cargo. Parece inconmovible. Pero esta vez fue demasiado. Superó todos los límites de la vergüenza ajena.

El periodista Marcelo Larraquy confirmó que Martínez fue un agente de inteligencia del Batallon 601, durante y después de la dictadura militar. El legajo correspondiente dice que reportó en Campo de Mayo donde hubo un centro clandestino mientras su gremio sufría la desaparición de 105 trabajadores. Con el nombre de guerra de Gabriel Mansilla fue caracterizado como un espía “útil y leal” y por eso fue ascendido en varias ocasiones.

Incluso durante la democracia siguió espiando en el ámbito gremial como un servicio al servicio del área más feroz del ejército. Recién el 20 de agosto de 1984 fue dado de baja porque tenía “excelentes posibilidades de progresar en la actividad privada”. Esto fue rigurosamente cierto. No le fue tan mal al gordito. Según Jorge Lanata gana un sueldo de 56.500 pesos, tiene una mansión en el barrio de Nuñez, otra en un country de Pilar y como si esto fuera poco, tiene otra en las playas de Jureré, en Brasil. Es socio de una empresa que exporta vino y champagne como el que bebe Charlotte Chantal. Pero Gerardo es mucho más rápido que Caniggia.

A esta altura es increíble que Gerardo Martínez siga siendo secretario general de la UOCRA, representante argentino ante la OIT y uno de los principales interlocutores de Cristina Fernández de Kirchner. Sin ir mas lejos, hace una semana, el lunes pasado estuvo sentado a su derecha en la Casa Rosada, encabezando medio centenar de gremialistas mucho de los cuales merecerían ser calificados como “El Tren Fantasma”, porque son menemistas, millonarios y propatronales como Armando Cavallieri y Oscar Lescano, entre otros. Fue extraño ver a la presidenta que se considera una gran luchadora por los derechos humanos, sonrisita va, sonrisita viene con el ex integrante de la inteligencia durante el terrorismo de estado.

Estamos hablando de gremialistas ricos, con trabajadores pobres. Es la ecuación que viene funcionando con malandras que hace más de 20 años que son dueños y señores del gremio.

Gerardo Martínez (alias) Gabriel Mansilla es el jefe de un gremio plagado de patotas violentas que suelen ser fuerza de choque del político de turno. La metodología de los palazos, cadenazos y tiros siempre se cobra alguna víctima. Un muerto en Quilmes, un herido de bala en el pecho en Comodoro, en Florencio Varela un muchacho quedó parapléjico.

A esa metodología barra brava hay que decirle Nunca Más. Pero no me sorprende porque tengo bien claro quien es Gerardo Martínez. Me extraña que la presidenta Cristina Fernández no sepa quien es Gerardo. Lo viene llenando de elogios hace tiempo. Siempre menciona esos cascos amarillos de los albañiles que tanto trabajo han recuperado con la obra pública que impulsa el gobierno. Incluso lo llevó a la cumbre del G-20. El ministro Carlos Tomada también habló maravillas del titular de la Unión Obrera de la Construcción. Funciona como el mejor alumno. El niñito Gerardo es el preferido del gobierno y también de los empresarios. Es prolijito, obediente y siempre está dispuesto a privilegiar sus relaciones políticas y comerciales con el poder para dejar a sus compañeros trabajadores en un segundo plano.

Ahora se prendió en la televisión oficialista del kirchnerismo. ¿Ya vio UOCRA TV? Donde hay un negocio siempre está presente Gerardo. En junio del 2000, Telenoche Investiga descubrió en su gremio una organización mafiosa que recibía coimas a cambio de mirar para otro lado y no controlar las medidas de seguridad para cuidar a los albañiles que se morían como moscas en las obras en construcción. En 1999 murieron 160 obreros por falta de cumplimiento de las normas.

Habría que estudiar el patrimonio de Gerardo. ¿Cómo es que hizo una fortuna? ¿Cuándo renunciará quien colaboró con los genocidas y ahora estafa a sus trabajadores? Pero el jefe de los albañiles sigue firme. A Gerardo no se le mueve un músculo de la cara. Se nota que la tiene de piedra y cemento.