Aquél abrazo tuvo el objetivo de sepultar el odio entre los argentinos. Pregunto: ¿Hay algún fin superior? ¿Existe una apuesta mas patriótica que cerrar las heridas de un país que estaba fracturado entre peronistas y antiperonistas? Hoy se cumplen 40 años de aquel hecho histórico que estrechó a los líderes de los dos partidos mayoritarios de la Argentina.

“Somos el 80% y tenemos que ponernos de acuerdo para bien de nuestro pueblo”, dijo Juan Domingo Perón antes de recibir a Ricardo Balbín. Fue en la casona de la calle Gaspar Campos, en Vicente López. La Juventud Peronista despertó esa mañana a Perón con el grito de “Buen día, general”. Y el caudillo de la Unión Cívica Radical tuvo que saltar una medianera y entrar por una casa vecina de la calle Madero. Necesitó una escalera para hacerlo. Lo acompañaron Juan Carlos Pugliese, Enrique Vanoli y Luis León. Perón lo recibió con alegría. Le apoyó su mano en el hombro y el pasado de enfrentamientos y descalificaciones cerró sus puertas.

“Hablamos como si nos conociéramos de toda la vida”, dijo Balbín, apodado el Chino y tan buen orador como Perón. Fue un acto de generosidad de ambos. Perón porque era la gran figura de esa etapa. De hecho menos de un año después, venció en las urnas a Balbín logrando el record absoluto del 62% de los votos. Pero el jefe del radicalismo también supo procesar sus antiguos rencores. Ese general que tenía a su lado y que lo miraba con afecto a los ojos lo había encarcelado durante 10 meses en la cárcel de Olmos acusándolo de desacato. Aquel día se apagó el motor de la rabia que había partido al país y a muchas familias.

Aquella maravillosa sutura fue ocultada por el terrorismo de estado que llegó en 1976 y por la utilización del foquismo criminal como instrumento político de la guerrilla.
Pero en 1983, cuando Raúl Alfonsín llegó a la presidencia, apareció en toda su dimensión aquel gesto pacificador y aquella actitud conciliadora de Perón y Balbín. Y eso que Alfonsín fue el rival eterno de Balbín en las internas partidarias y que en aquellos comicios le produjo la primera derrota electoral al peronismo no proscripto en la candidatura de Italo Luder.

La prueba mas clara de que aquella antinomia feroz se había superado fue la presencia de Antonio Cafiero en los balcones de la Casa Rosada para resistir junto a Alfonsín y el pueblo en las calles el ataque golpista de los militares carapintadas. El pacto democrático de no ir jamás a golpear la puerta de los cuarteles se había sellado. La democracia, en medio de tantos dolores, pegó un salto de madurez institucional hecho lema de la Conadep, frase de Julio Strassera y reclamo colectivo: “Nunca Mas”.

Sin embargo, aquella nefasta inquina, hoy fue resucitada por la era kirchnerista. Aquella creencia infantil de que el que pelea todo el día es revolucionario y el que propone la paz es un reaccionario, lamentablemente para todos, se ha vuelto a instalar en nuestra patria. El que hoy propone diálogo franco, intercambio de ideas, agenda de estado es un detituyente que defiende a las corporaciones y el que fomenta el ataque salvaje sin tregua es poco menos que un dios o una diosa.

Retrocedimos al peor de los pasados. Al Perón más beligerante, al que proponía 5 x 1 no va a quedar ninguno. Y con la tristeza de repetir errores claramente marcados por el paso del tiempo, se fomenta la pelea entre hermanos que, por supuesto, genera del otro lado el crecimiento de un desprecio igualmente irracional. No hay futuro para un país en el que una mitad dice que la otra es gorila y golpista y en la que esa mitad dice que la presidenta es una yegua montonera.

Ojalá podamos escuchar aquellas palabras de Balbín con su mano apoyada sobre el féretro de Perón: “Este viejo adversario, despide a un amigo”.

Es muy triste reconocerlo pero no hay que ocultar lo que nos pasa si queremos solucionarlo. Muchos funcionarios actuales y sostenedores intelectuales del proyecto ven en el abrazo Perón-Balbín a dos dinosaurios reformistas derechosos. Por el contrario, algunos creemos que ese fue un sabio mensaje pacificador que cohesiona al pueblo y es la base de una sociedad más igualitaria y menos autoritaria. Son dos miradas de la vida.

La de la fobia ya fracasó y regó esta bendita tierra de sangre.
La de la reconciliación, nos abre la ventana de las esperanzas.
Yo creo que los enemigos siempre terminan en la violencia destructiva. Y que los adversarios pueden terminar en amigos. Como Perón y Balbín.