El grupo jihadista Estado Islámico (ex Estado Islámico en Irak y en Levante -EIIL-), que está en boca de todo el mundo por las atrocidades que es capaz de perpetrar, como la decapitación registrada y difundida del periodista estadounidense James Foley, tendría previsto avanzar sobre Occidente. Su plan maestro, dentro de esa nueva hoja de ruta, es atacar al papa Francisco, por ser "portador de la verdad falsa". Así lo afirma el diario italiano Il Tempo, citando a fuentes militares europeas.

La nota que ocupa gran parte de la portada del diario conservador cita a fuentes de inteligencia italianas que consideran que Italia es el "trampolín" de los jihadistas para entrar en Occidente, por el ingreso de inmigrantes indocumentados y por la presencia de ex veteranos de guerra italianos que pelearon con los musulmanes contra el ejército serbio en Bosnia y que luego fueron seducidos por el EIIL.

Según el diario, el EI, encabezado por el autoproclamado califa Al-Baghdadi, "también planea elevar el nivel de confrontación, golpeando en Europa e incluso en Italia". "En particular, las fuentes israelíes creen que también está en la mira del ISIS [las siglas en inglés del EIIL] el Papa Francisco, el máximo exponente de la religión cristiana, como «portador de la verdad falsa»".

La nota advierte además que con sus nuevos planes, el EI se propone superar a Al-Qaeda en la capacidad de propagar el terror en el mundo y alerta sobre "la presencia de conversos occidentales, y también jóvenes inmigrantes de segunda generación nacidos en países europeos, y que ahora han optado por abrazar el fundamentalismo islámico".

Hasta el momento, el Vaticano no se ha pronunciado sobre estas nuevas versiones que vuelven a poner bajo la lupa la seguridad del papa Francisco, igual que advertencias anteriores sobre las supuestas malas intenciones de la mafia respecto de Jorge Bergoglio.

El 13 de mayo de 1981, el terrorista turco Mehmet Ali Agca disparó varios tiros contra el papa Juan Pablo II durante una audiencia general en la plaza San Pedro. El pontífice, que fue gravemente herido, se salvó y el atacante fue condenado a cadena perpetua, aunque tras pasar 30 años en la cárcel, quedó en libertad a principios de 2010.