Batallón Inoperante
Parece una película de terror pero es la cruda realidad. Son esas situaciones bizarras, tragicómicas, que invitan a reír y a llorar.
Parece una película de terror pero es la cruda realidad. Son esas situaciones bizarras, tragicómicas, que invitan a reír y a llorar. Si no fuera por la gravedad de que se fugaron 13 presos de máxima peligrosidad de la cárcel de Ezeiza podría ser una comedia patética decadente clase B del cine del domingo a la tarde. Se podría titular: “El hombre araña atrapado por el ridículo”. O algo mas inquietante: “Ezeiza, una metáfora de la Argentina”.
Porque el desmanejo, el amateurismo militante, el descontrol y la ineficiencia en la gestión de Víctor Hortel es y fue histórica. Pocas veces un jefe del Servicio Penitenciario Federal hizo tantas cosas mal en tan poco tiempo. Le recuerdo que no lo podemos tomar a la chacota porque entre los 11 prófugos que todavía no fueron recapturados hay pistoleros que tomaron rehenes, asesinaron a policías, al periodista boliviano Adams Ledesma, e incluso hay uno mató a su propia esposa. Son criminales de alta peligrosidad y por eso estaban en lo que se suponía era un penal de alta seguridad. Los que se escaparon eran delincuentes que ya se habían fugado de otros penales. Tenían antecedentes en ese sentido.
Para resumir lo que pasó se puede decir que Víctor Hortel no pudo, no supo, o no quiso controlar uno solo de los resortes que componen la complejidad de una cárcel semejante. Por eso en su caída arrastró a medio mundo. Se cargó al jefe de la cárcel y a 18 guardias. Nada funcionó. La crónica de lo que pasó transmite que Hortel no sabía ni donde estaba parado. Los reclusos tuvieron complicidades de todo tipo. De adentro y de afuera para huir de la zona en automóviles. Deben haber gastado una fortuna en coimas. Para hacer el boquete tuvieron que romper 30 centímetros de hormigón armado. ¿Quién les acercó un martillo neumático con silenciador? Nadie se dio cuenta de la montaña de tierra que iban dejando.
Ni que corrieron por 70 metros a campo traviesa y tuvieron que romper cuatro alambrados. Los celadores, los inspectores, los jefes, los guardias y los soldados de la guardia especial enceguecieron y enmudecieron de golpe. Pareció una fiestita de cumpleaños para Victor Hortel que nació justamente un 20 de agosto. Un presente griego para un funcionario que se pasó de vivo. Bailaba con los presos. Se disfrazó de hombre araña y fundó el tristemente célebre Vatayón Militante hoy rebautizado Vatayón Inoperante. ¿Se acuerda? Condenados que salían a actos del kirchnerismo disfrazado de actividades culturales.
Hortel era amigo de los presos y enemigo de los del servicio penitenciario. Y le pasaron la factura, le hicieron apagar las velitas pero le incrustaron la torta de crema en la cara. Se creía muy piola y ahora va a tener que rendir cuentas ante la justicia por su negligencia absoluta. Porque con su renuncia no alcanza. Y también tiene su cuota de responsabilidad en que se hayan fugado del Hospital Militar dos represores de la dictadura.
¿Qué hizo el gobierno? Fiel a su nueva situación de confusión permanente, designó a quien ya habían desplazado de ese lugar. Reemplaza a Hortel, el mismo que Hortel reemplazó: Alejandro Marambio. Dan ganas de decir la base está, pero es un tema demasiado doloroso y preocupante. Marambio se fue cuestionado por los organismos de derechos humanos por todo lo contrario de Hortel. Por su mano dura, por militarizar el sistema y acusado de las torturas que sufrían los presos. Lo dice tanto Adolfo Perez Esquivel como Francisco Mugnolo, el Procurador Penitenciario. El péndulo del gobierno no tiene fin.
De Hortel y La Cámpora a Marambio. De mano blanda a mano dura. De Zaffaroni a Berni. De Hebe Bonafini a Cesar Milani. Víctor Hortel pasará a cuarteles de invierno. Quedará su perfil de twitter en el que se define como “Negro de mierda, peronista, pincharrata y abogado penalista”. Faltaría agregar, Hombre araña arañado. Los volantazos espasmódicos demuestran la falta de capacidad de muchos funcionarios y la pérdida del rumbo estratégico del gobierno. Esto pasó en la provincia de Buenos Aires pero depende de Cristina y por eso la fuga de criminales sumará otro deterioro electoral al Frente para la Victoria. La mala praxis ideologizada y los altos costos políticos dibujaron una pesadilla: Una cárcel demasiado parecida a un país.