Ojalá Manuel Belgrano alguna vez nos perdone que lo hayamos dejado morir en la más terrible de las miserias. Fue un día como hoy de 1820. Se fue al cielo de la historia vencido por las enfermedades y con el único tesoro de su reloj personal para recompensar al médico que lo asistió hasta el final.

Le confieso que me produjo un desgarro en el alma cuando leí que su cuerpo estuvo ocho días sin poder ser sepultado por falta de dinero. Siento vergüenza histórica retroactiva.


Por eso perdón y gracias, don Manuel Belgrano. Gracias por la escarapela y por la bandera a 200 años de su creación.

Si me permite, Don Manuel, me gustaría decirle que usted es el espejo en el que todos los políticos argentinos deberían mirarse. Tal vez le sirva como consuelo que repita estas palabras de homenaje que tanto rebote han tenido en las redes sociales. Porque usted hizo el camino inverso de tantos políticos corruptos.

La mayoría llega pobre a la función pública y sale rico. La mayoría se enriquece ilícitamente. Su biografía demuestra que usted hizo todo lo contrario. Nació rico. Nació en cuna de oro porque su padre era un importante comerciante. Por eso pudo acceder a la educación a la que accedió. Por eso Salamanca, Valladolid.


Pero se pasó la vida repartiendo su fortuna entre la gente común. Y murió pobre. Se empobreció lícitamente. Se convirtió en una bandera de austeridad republicana. Usted, justo usted, que es el creador de la bandera convirtió su trayectoria en una bandera y su cuerpo en el abanderado de los mejores valores que debe tener un hombre público que está obligado a servir a su comunidad. La etimología de la palabra bandera lo dice todo.

Viene de banda, de lazo que amarra, que nos liga y nos mantiene estrechamente abrazados. Nos une en nuestra identidad.

Por eso creo que llegó la hora de pedirle perdón. Mil disculpas, Manuel Belgrano. Ojalá nos perdone. Y si me permite, como una manera de desagravio, me gustaría decirle gracias por todo lo que hizo por nosotros.

Le decimos gracias por haber protegido siempre a los más desprotegidos, a los más humildes, a los ancianos, a las mujeres y a los indios. Gracias por haber impulsado siempre el progreso y el bienestar de la gente. Por darle a la tierra el carácter de generadora de riquezas y haber inventado el impuesto a las tierras improductivas. Progresismo puro.


Gracias por grabarnos a fuego en nuestra identidad esa frase maravillosa que dice que el sentimiento de libertad es capaz de transformar en héroes a los ciudadanos más simples. Gracias por su combate permanente contra los monopolios y todo tipo de autoritarismo. Por haber sido miembro del primer gobierno patrio. Por defender la libertad de prensa y la modernización. Por haber traído de Europa las ideas más avanzadas de soberanía y emancipación y las tres vigas maestras de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Gracias por la inmensidad de su cultura.

Por hablar y leer perfectamente en inglés, francés, italiano y latín. Gracias por haber redactado junto a Mariano Moreno el Plan Revolucionario que se presentó a la Junta. Gracias por decir que la patria es educación. Así, lo escribió en el diario “El Correo de Comercio”:”Como se pretende que los hombres tengan amor al trabajo y que los ciudadanos sean honrados si no hay enseñanza y la ignorancia pasa de generación en generación”.

Belgrano fue el primero en proponer en estas pampas la educación laica, gratuita y obligatoria. Gracias don Manuel por haber donado sus sueldos para construir la biblioteca pública y varias escuelas que se construyeron 170 años después. Gracias por el coraje de haber combatido en las invasiones inglesas y por convertirse en general de la Nación cuando su formación era de abogado, economista, diplomático y periodista.

Pese a todo no dudó en tomar las armas y las estrategias militares para defender esta bendita tierra. Gracias por salvarles la vida a la esposa y a la hija del general San Martín.

Y sobre todo, gracias por enseñarnos con la enseña que Belgrano nos legó, que la lucha por una patria más justa es la verdadera bandera idolatrada. Esa que flamea al tope del mástil. Esa Argentina al viento que amamos, esa es nuestra bandera.