Bendito y maldito
No es la primera vez que Cristina se compara con Dios. No es la primera vez que se mezcla a Dios con la política que es lo peor que se puede hacer con Dios y con la política. Ayer, la presidenta, provocó sorpresa porque superó un límite.
No es la primera vez que Cristina se compara con Dios. No es la primera vez que se mezcla a Dios con la política que es lo peor que se puede hacer con Dios y con la política. Ayer, la presidenta, provocó sorpresa porque superó un límite. Dijo textualmente que: “Solo hay que tenerle miedo a Dios, y a mi, un poquito”. Lo dijo el mismo día que exhibió entre sus manos un ejemplar del Nuevo Testamento. Claro que en este caso, tuvo que ver con la impresión de biblias en la Argentina. Nadie duda que la constante apelación a “El” para referirse a su marido muerte tiene una clara impronta religiosa. El día que anunció que Amado Boudou sería su compañero de fórmula y ante una ventana que abrió el viento, la presidenta dijo que era “El” que había entrado al recinto. OMuchos textos de fe se refieren a Dios como El. Es que todos tratan de respetar eso de que no mencionarás el nombre de Dios en vano.
Pocas horas antes, Hugo Moyano, satanizado desde el gobierno utilizó una metáfora vinculada a una habitante del cielo para referirse a su enfrentamiento con la presidenta: “Se cree una Diosa ante la que hay que arrodillarse y yo solo me arrodillo ante Dios”.
El día que la presidenta le tomó el juramento a la Alejandra Gils Cárbó, algo pasó inadvertido. Todos registraron Cristina se equivocó con la fórmula de juramento porque la nueva procuradora lo quiso hacer solo por la patria y no por Dios. Enseguida corrigió el pequeño error pero después de decir “ y si asi no lo hicireis que la patria te lo demande..” Cristina agregó… “y yo también”. “Fue too much”, para seguir con el léxico presidencial.
Las palabras de Cristina fueron de alto impacto. Cristina ya se había comparado con varios próceres, con un gran arquitecto egipcio y otras desmesuras. Es riesgoso jugar con estos temas. De todos modos, desde lo político, la presidenta se presenta como alguien todopoderosa que atiende en el paraíso y que da certificados de bondad y maldad. Ella reparte maldiciones y bendiciones según su humor y sus necesidades más pragmáticas. Ayer fuiste un ángel y hoy podes ser un demonio. Podríamos hacer una larga lista de personas e instituciones que pasaron de un lado al otro de la luna y podría funcionar como una hoja de ruta para describir los caminos del gobierno en esta última década. Vamos a dar solamente algunos ejemplos muy actuales pero hay cientos.
Daniel Peralta antes era bueno. Cristina hacía campaña con él y llamaba a votarlo. Era el mejor dirigente político para continuar la gran obra de los Kirchner en Santa Cruz. Hoy es malo, muy malo. Un inútil como gobernador y un traidor a Cristina a la que manda a espiar como si fuera la KGB. Peralta era bendito y ahora es maldito.
Lo mismo pasa con Paolo Rocca de Techint. Antes era bueno. Un orgullo para los argentinos y un ejemplo de burguesía nacional que había que defender incluso antes los avances estatizadores y expropiadores de Chávez. Hoy Rocca es malo, muy malo. Es un salvaje monopólico que le quiere bajar el salario a los trabajadores y que hizo la mas grande empresa argentina gracias a las medidas antidumping y los subsidios que les dieron Néstor y Cristina. Rocca era bendito y ahora es maldito.
Sri Sri Raví Shankar era bueno. Un predicador de la paz y del Arte de Vivir que firmó un convenio con Néstor Kirchner y el ministerio de justicia para asistir durante dos años a los presos en las cárceles. Hoy Raví es malo, muy malo. Un lavador de cerebros que narcotiza y adormece la lucha de clases, que cobra fortunas de Mauricio Macri y que merece, como mínimo, que se le envíe a los sabuesos de la DGI. ¿Conocerá el arte de pagar impuestos?, dicen los muchachos kirchneristas. Shankar era bendito y ahora es maldito.
La AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) era buena. Había sufrido el peor atentado terrorista que sembró de 85 cadáveres la calle Pasteur y desarrollaba una de las tareas solidarias mas importantes del país, sobre todo con su bolsa de trabajo que es un ejemplo en el mundo. Hoy la AMIA es mala, muy mala. Ningún oficialista empezando por Cristina debe concurrir a su cena anual donde se juntan fondos. Hay que hacerles el vacío porque invitaron a Macri y a Scioli. Por lo tanto se prohibe que cualquier funcionario concurra. Apenas el secretario de Culto y gracias. La AMIA era bendita y ahora es maldita para Cristina.
Insisto en que se podría confeccionar una lista del tamaño de la guía telefónica con ejemplos de dirigentes como Alberto Fernández, Miguel Bonasso, Roberto Lavagna, Hugo Moyano, o empresarios como la familia Eskenazi o los Cirigliano. Como en la antigua Roma, la presidenta les bajó el pulgar y los arrojó a los leones. Hay momentos en que la altanería se convierte en política de estado.