Desde temprano, miles de remeras negras, pelos largos, borcegos y camperas de cuero se fueron apoderando de las inmediaciones del Estadio Único. Y no era para menos, porque para muchos era un acontecimiento hasta ahora nunca visto en Buenos Aires: Black Sabbath, la banda que le dio identidad al Heavy Metal a fines de los 60, se presentaba por primera vez (casi) con su formación original. Ozzy Osbourne, Tony Iommi y Geezer Butler y Tommy Clufetos (quien reemplaza al baterista Bill Ward) dieron una verdadera lección de rock & roll.
Minutos antes de las 21:30, Ozzy (que tomó el micrófono para arengar a la multitud con el clásico olé, olé, olé Sabbath Sabbath) salió a escena para demostrar que todavía sigue siendo el “Principe de la Tineblas”, y ante los primeros compases de War Pigs, la banda despejó todas las dudas sobre su estado actual. Y no solo estuvieron a la altura de las circunstancias, sino que también sobrepasaron las expectativas, porque Ozzy se comportó y cantó como una verdadera estrella del metal y dejó de lado las payasadas que tanto lo distinguen, porque Tony Iommi demostró que sus hipnóticos riff no pierden vigencia, porque Geezer Butler con su bajo dibujó poderosas escalas que sirvieron de sostén para que el joven batero Tommy Clufetos pueda lucirse.
A War Pigs le siguieron Into the Void, Under the Sun/Every Day Comes and Goes, Snowblind y Age of Reason. Hasta que llegó uno de los puntos más altos de la noche. Ozzy saluda al público y anuncia la siguiente canción: Black Sabbath. De repente el escenario se oscurece y la intro del tema hace emocionar a todos. Es verdad que Black Sabbath visitó nuestro país en dos oportunidades, pero esta vez era diferente, porque el legendario Ozzy Osbourne era quien dramatizaba e interpretaba uno de los himnos metaleros de todos los tiempos.
Pero había más: Behind the Wall of Sleep, N.I.B (con solo de bajo incluido)
End of the Beginning, Fairies Wear Boots, Symptom of the Universe y gran solo de Tommy Clufetos, un joven baterista que tuvo la aprobación de viejos y jóvenes fans que lo ovacionaron a lo largo de todo el set.
Y llegaba el final, pero faltaba lo mejor: Iron Man, God Is Dead?, Dirty Women,
Children of the Grave sirvieron de colchon para que todos y cada uno de los fanáticos pudieran disfrutar de Paranoid, el clásico de clásicos que supo grabar Black Sabbath en 1970.
Fue el broche de oro de un concierto que los metaleros no olvidarán jamás.