Brasil, Mercosur y G20, prioridades argentinas
Frente a la escasa cooperación internacional en la pandemia, un estudio del CARI refleja las inquietudes de expertos argentinos
La cooperación internacional resultó ser más notable y efectiva durante la crisis financiera de 2008, así como en lucha contra el terrorismo y contra el lavado de dinero, que desde el comienzo de la pandemia, concluye una encuesta entre 482 académicos, expertos en política internacional, funcionarios, legisladores y empresarios, entre otros, enriquecida con la recopilación de documentos técnicos. La hizo el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer.
¿Cuáles deberían ser las prioridades de Argentina para salir del atolladero? Brasil, el Mercosur y el G20, según la mayoría de los consultados.
Desde el 21 de enero, cuando el régimen chino anunció el confinamiento de la ciudad de Wuhan, la primera reacción fue subestimarlo. Sobre todo, en Europa.
Declarada la pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS), “los Estados nacionales no han seguido un protocolo definido y cada uno de ellos adoptó su propia estrategia”.
Así nos va.
La reacción terminó siendo dispar a pesar de tratarse de la amenaza más grave para la seguridad global desde la Segunda Guerra Mundial.
Sus implicancias no sólo se ven reflejadas en la crisis sanitaria global, sino también en la contracción de la economía y en las dudas sobre la gobernanza en un escenario de “orden multipolar que se puede convertir en un proceso en el que las grandes potencias hegemonicen regiones”, consigna el Estudio del impacto de la pandemia de COVID-19 en las relaciones internacionales y la política exterior argentina.
Ese enfoque, a los ojos de los consultados en Argentina, se asocia con la inquietud por la declinación del intercambio comercial con Brasil y con el papel cada vez más superfluo del Mercosur, considerado, como el G20, “el foro prioritario de una política exterior más abierta al mundo”.
Materias pendientes, así como la negociación de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
“La apuesta de Argentina y el resto de los países de la región debería ser la de seguir incentivando el desarrollo de su comercio exterior y la apertura de nuevos mercados”, agrega el informe.
Si bien muchos países procuraron paliar el descalabro de vastos sectores de la población con un ingreso universal ciudadano o la transferencia de dinero, “las prioridades de las redes de seguridad social en este escenario deben dejar paso a la asistencia directa a las empresas, ya sea mediante descuentos impositivos o directamente subsidios”.
Esas inversiones, señala el trabajo coordinado por Gustavo Martínez y Pablo Ava, “deberían ser parte de un paquete de asistencia financiera provista por los organismos multilaterales de crédito”.
En síntesis, el 62,28 por ciento de los consultados piensa que la política exterior argentina se verá perjudicada.
El 59,28 opina lo mismo sobre la economía.
La mayoría ve mala y regular la relación con Brasil. El 88,10 por ciento cree que debería ser mejorada, más allá de los matices políticos entre ambos presidentes.
Casi ocho de cada 10 creen que el gobierno de Alberto Fernández debería arribar a acuerdos con el FMI que reflejen la realidad económica actual.
El 44,64 por ciento sostiene que, a diferencia del portazode Estados Unidos, Argentina debería mantener el apoyo financiero a la OMS.
¿Cómo será el mundo después de la pandemia?
Multipolar, responde la mitad de los entrevistados.
El multilateralismo, detalla el estudio, debería ser “el camino para evitar disputas globales que conducirán a un juego de suma cero”.
Eso incrementaría el populismo y la exaltación de las identidades nacionales en desmedro de las personas más vulnerables. Los de «afuera».
Casi el 90 por ciento coincide en que “enfrentamos un nuevo escenario global, con ganadores y perdedores, y países con vocación hegemónica y crisis financieras y sociales”.
Otro síntoma de la incertidumbre frente a las medidas de emergencia que “han reacomodado la vida cotidiana en forma de cuarentenas, aislamientos, restricciones y cierre de fronteras”.
En su transcurso, dice el estudio, se han agravado “las desigualdades sociales, que no hacen más que profundizar las fracturas existentes en nuestras sociedades”.
Un dilema: “La responsabilidad efectiva contra una amenaza de seguridad, que no es producida por un enemigo identificable, implica necesariamente una acción colectiva global, no sólo las soluciones locales”.
Entre brotes y rebrotes, ningún gobierno puede jactarse de ser mejor que otro hasta que la peste sea exterminada o, al menos, controlada.
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