A Horacio Verbitsky siempre le gustó la chicana para referirse incluso a sus ex amigos. A Felipe Solá, por ejemplo, lo llamó durante mucho tiempo Felipe Solo. La ironía es un instrumento legítimo de la polémica aunque utilizarlo con quien se ha compartido casa y comida tiene, por lo menos, cierto tufillo a traición. Mas si en su catecismo el mismo Verbitsky escribió, tal como lo conté en la columna de ayer, que “el periodista tiene fuentes pero no amigos”. Es apenas otro pequeño ejemplo de “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” que Verbitsky viene mostrando desde que los Kirchner llegaron al poder. Al final de la nota que escribió al solo efecto de sumarse a la campaña kirchnerista “borre a Leuco de la faz del periodismo”, dice textualmente : “ La última sorpresa fue enterarme, por la segunda carta de Timerman, de que Leuco es judío. Con razón se parece cada vez mas a mi abuelo”. Otra vez la presunta picardía chispeante devenida en ignorancia debida. Es más probable que por cuestiones genéticas y falta de memoria sea el propio Horacio el que se esté pareciendo a su abuelo. Me obliga a recordarle algunas cosas.

En todas sus biografías aparece como uno de sus momentos de gloria el día de 1996 en el que en un fallo histórico para la libertad de prensa la justicia desestimó la querella que le había iniciado Carlos Menem. En ese juicio que festejé como todo periodista bien nacido, uno de los principales testigos de Verbitsky fue un tal Alfredo Manuel Lewkowicz (a) Alfredo Leuco, DNI 11.561.988. Obviamente en tribunales declaré con mi identidad ciudadana y no con mi seudónimo periodístico. Verbitsky me envió una carta de puño y letra que todavía conservo, agradeciendo mi colaboración en ese juicio. Mi testimonio era clave porque Verbitsky había acusado a Menem de haberse comportado de forma poco valiente pese a que no había sido torturado en la prisión de Magdalena durante la dictadura. Verbitsky había citado el libro que escribí con José Antonio Díaz llamado “ Menem, el heredero de Perón. Entre Dios y el diablo”. Está olvidadizo el zeide. También me extraño que uno de los periodistas con mejor servicio de información de la Argentina no me haya visto ni una sola vez y eso que estuve un año en la conducción del programa de televisión abierta producido por la AMIA llamado “Génesis- Bereshit”.


En uno de los capítulos conté en detalle mi Bar Mitzvá realizado en Centro Unión Israelita de Córdoba y mostré fotos personales mientras hablaba de cómo esa ceremonia había convertido al pueblo judío en el primero en superar el analfabetismo producto de que el joven que se transformaba en hombre debía aprender un discurso para dirigirse a su comunidad. En fin, le pido disculpas a la audiencia por meterme en mi vida privada. Además de las acusaciones difamatorias, lo que más me duele de todo esto es el pudor que siento por estar obligado a hablar de mí. Es la primera vez que dedico una nota a criticar a un periodista con nombre y apellido. Hasta ahora siempre apunté contra el jefe máximo de ese grupo: Néstor Kirchnner. Pero han intentado manchar mi honestidad y es lo más sagrado que tengo. Esto también va para Timerman que me hizo la clásica pregunta antisemita sobre si me daba vergüenza ser judío por haber adoptado un nombre de fantasía profesional como Bob Dylan, Tato Bores, Cesar Tiempo o Jorge Altamira, entre cientos de ejemplos. Circuncidé mi apellido el día 24 de marzo de 1976 cuando dos camiones cargados con 30 soldados cada uno me vinieron a buscar a mi casa, fusiles FAL en mano, por orden del Tercer Cuerpo de Ejército que conducía Luciano Benjamín Menéndez. Yo por suerte no estaba porque había ido a la facultad de Ciencias de la Información para resistir el golpe tal como habíamos acordado en el centro de estudiantes con todas las agrupaciones. Yo había estado preso y tuve que dejar asentada mi identidad en el libro del departamento de inteligencia de la policia. Allí funcionaba la Triple A cordobesa que conducía el padre de Carlos Telleldín que fue acusado en el juicio por el atentado a la AMIA.

Ese cambio de apellido y la oportuna mudanza a Buenos Aires me permitieron, creo, zafar de algo peor. Ese día 24 de marzo, el vespertino “La Tarde”, tituló:” Prestó juramento Junta Militar” y como bajada : “ Para reorganizar la nación”. En el interior otros título decían: “Provincias: absoluta normalidad” o “Convocatoria al país” y en una foto a doble página editorializó :” Para terminar con el desgobierno, la corrupción y la subversión...” ¿Quién dirigía ese diario apologético del terrorismo de estado ? Héctor Timerman. Por ahora no haré mas preguntas... ¿Continuará?