Cleptocracia
Y un día reapareció Duhalde. Estaba calladito, refugiado en su familia y lejos del escenario. Pero un día se decidió a hablar.
Y un día reapareció Duhalde. Estaba calladito, refugiado en su familia y lejos del escenario. Pero un día se decidió a hablar. A llamar a las cosas por su nombre. Hoy Clarín publica una columna de opinión del ex presidente Eduardo Duhalde que sirvió para desatar el debate, para multiplicar la discusión política. Estuvo tanto tiempo callado, reflexionando, lamiendo las heridas que la última elección le produjo que tenía muchas cosas fuertes para decir. Pero instaló básicamente dos conceptos inquietantes. El primero la “Cleptocracia”, el gobierno de los ladrones. Dijo que Cristina debe despejar todo tipo de sospechas sobre la megacorrupción que está sobre la mesa, a la vista de todos, en vivo y en directo y con alto rating.
Es que Jorge Lanata desnudó mucho más que un caso de corrupción. Iluminó con sus cámaras la punta de un iceberg que es el corazón corrupto y mafioso del modelo K. No es una coima o un vuelto que se guardaron. Es una matriz que pone al estado nacional al servicio del enriquecimiento y la eternización en el poder de unos pocos pingüinos que, encima, se disfrazan de revolucionarios redentores de los pobres. Lanata fue al hueso. Y Duhalde también. Por eso se generó tanto escándalo en la sociedad y tanto silencio en el gobierno. Voces indignadas que piden el fin de la impunidad entre los ciudadanos y pactos de omertá y complicidad entre los funcionarios.
La descripción del gobierno como cleptocracia pone el listón en una peligrosa cornisa institucional. Porque, tal como lo dijo, Duhalde, eso abre las puertas a un juicio político, según lo indica la Constitución Nacional. Claro que hoy no le dan los números a la oposición en el Parlamento para semejante audacia. Pero en diciembre, es muy probable que el gobierno nacional pierda sus mayorías parlamentarias. Además, hay distintos sectores que están haciendo acuerdos mucho más sólidos de lo que aparece en superficie. Algunos dicen que el acuerdo de acero es cerrarle el paso a cualquier aventura reeleccionista de Cristina.
Otros agregan que con la nueva composición que tendrán las cámaras de diputados y senadores a fin de año se van a derogar las leyes inconstitucionales de la reforma judicial si es que antes no las voltea la propia Corte Suprema de Justicia. Hay quienes se atreven a decir que los niveles de acuerdos plantean que nadie compita contra el oficialismo en la lista de consejeros para la magistratura. Creen que, además de claramente inconstitucional, es un atropello y una trampa, un traje a medida de las necesidades de nacionalizar la elección del cristinismo. Veremos.
Duhalde también sacude la actualidad cuando dice que Cristina tiene la obligación de enfrentar las denuncias que salpican su investidura y la de su marido fallecido. Cada hora se conocen mas detalles de cómo se hicieron millonarios tanto Lázaro Báez como Julio de Vido en la famosa década ganada por ellos. El ex presidente no es una voz cualquiera.
Tiene ventajas y desventajas ante la opinión pública respecto de su imagen. Los que no lo quieren le facturan su rol clave durante el menemismo, mas allá de que después rompió y se convirtió casi en un enemigo íntimo de Carlos. Y los que lo valoran lo pintan como el verdadero piloto de tormentas que sacó al país del infierno del 2001 junto a Roberto Lavagna. A poco de comenzar la era kirchnerista, Néstor y Cristina convirtieron a Duhalde en un blanco móvil. Pese a que los Kirchner habían trabajado para la campaña electoral de Duhalde y que el propio Duhalde fue el que bendijo a Néstor como candidato y le dejó un país encaminado. Cosas de la traición, tan típicas de la política, fue la actual presidenta la que lo comparó con “El Padrino”, como jefe de la mafia.
Fue una manera de mandar a Duhalde al arcón de los recuerdos. Un intento de enterrarlo y convertirlo en un muerto político. Parecía que Cristina había logrado su objetivo de sacar a Duhalde de la cancha. Pero hoy, el fantasma apareció y golpeó la mesa con un puñetazo. Como si fuera el regreso de los muertos vivos, Eduardo Duhalde reapareció un día y dijo la palabra cleptocracia. Invirtió la carga de la prueba e instaló la palabra mafia en el campo del gobierno nacional. Solo le faltó decir: sorpresas te da la vida.