Cobardía y fascismo
La imagen produce una profunda tristeza y la necesidad de expresar un repudio absoluto. Axel Kiciloff, con su hijito en brazos, insultado hasta el cansancio por un grupo de pasajeros de un barco es algo que solo se puede definir con dos palabras: cobardía y fascismo
La imagen produce una profunda tristeza y la necesidad de expresar un repudio absoluto. Axel Kiciloff, con su hijito en brazos, insultado hasta el cansancio por un grupo de pasajeros de un barco es algo que solo se puede definir con dos palabras: cobardía y fascismo. Es un límite al que no debimos haber llegado. Una luz roja en el tablero de la fractura expuesta de la sociedad.
No es la primera vez que lo decimos y esperemos que sea la última. En infinidad de oportunidades hemos dicho desde este programa que no hay escrache bueno. Que la violencia en cualquiera de sus formas es intolerable en la Argentina democrática que tenemos que construir entre todos. Que el odio transformado en justicia por mano propia lo único que genera es venganza y da comienzo a un peligroso círculo vicioso que nunca se sabe como termina. Bastantes lágrimas tuvimos que derramar los argentinos por la lucha fraticida. Demasiada sangre de hermanos corrió en este bendito país por los enfrentamientos políticos. Para que quede bien claro: Repudiamos absolutamente todo tipo de escraches, y de aprietes y no importan quien sea la víctima ni quien sea el victimario. A esta altura es un lugar común, pero tiene la potencia de la verdad: la violencia es el derecho de las bestias.
Llegó la hora de hacer algo para cerrar esta brecha. Tengo una propuesta humilde. Sugiero algo con todo respeto. Que la presidenta de la Nación tome cartas en el asunto y convoque al diálogo con el objetivo de dar un mensaje de convivencia civilizada y pacífica. Que cada partido con representación parlamentaria, que cada líder sindical y empresario sea llamado por Cristina a la Casa Rosada para dar una fuerte señal de unidad nacional. Y que todos firmen un documento que repudie todo tipo de escrache y actitud patotera. Que los máximos representantes de todos los argentinos cierren esta etapa de hostilidad y crispación y den por comenzada una nueva forma de debate político. Que debe ser caliente y apasionado.
Pero que debe extirpar las descalificaciones y los ataques. Le corresponde a la máxima autoridad del país no mirar para otro lado y atender este drama que puede multiplicarse rápidamente. Hay que hacerlo antes de que sea demasiado tarde para lágrimas. Esto no significa que nos callemos o que ocultemos nuestro pensamiento.
Todo lo contrario. Hay que expresarnos de forma respetuosa, con ideas y argumentos y no con puteadas y puños cerrados. Le doy un ejemplo. Yo creo que la responsabilidad de que hayamos llegado a este lugar tan doloroso es del gobierno nacional. Desde lo más alto del poder se apeló al conflicto permanente como una forma de construcción política. Muchos de los simpatizantes del kirchnerismo se enorgullecieron de esa actitud combativa. Cristina incluso se burló de Daniel Scioli por su actitud conciliadora, de amor y paz del gobernador. La justificación fue que no se puede quedar bien con todo el mundo. Que hay que quebrar a las corporaciones y a sus representantes, los políticos opositores o los periodistas.
Los programas de televisión oficialistas se transformaron en escrachadores seriales, en ventiladores que repartieron mierda a diestra y siniestra. Todo fogoneado desde lo más alto del poder. Eso es lo que opino. Este quiebre social con pocos antecedentes en la historia no nos cayó como una tormenta desde el cielo. Fue promovido como instrumento de lucha política. Y no hizo otra cosa que generar en espejo, la misma actitud del otro lado. Las sociedades se hunden si se apela a la venganza, al revanchismo. Con el ojo por ojo, al final nos quedamos todos ciegos. Insisto. Creo que el gobierno nacional fue el responsable de habernos traído hasta el borde de este abismo. Creo que también le corresponde hacer la convocatoria a la pacificación, a terminar con las agresiones y a volver a la esencia de la democracia que es diálogo, debate, consensos y disensos.
Si no les gusta el gobierno de Cristina o el de Macri o el de Bonfatti para nombrar tres líneas ideológicas, no lo votan y se terminó. Y si la indignación es tan fuerte que no les alcanza con votar a otro, se pueden organizar en un partido, en una corriente de opinión, en una agrupación barrial y militar para producir alguna respuesta superadora que reciba el voto de la gente y derrote electoralmente al que a usted no le gusta. ¿Se entiende? Responder con racionalidad a la irracionalidad. Jamás pagar con la misma moneda. Toda persona que ejerza la violencia es alguien que está en las antípodas de mi pensamiento. No me interesa lo que diga. Si lo dice a los palos no lo escucho. Le pierdo el respeto. Basta de cargar de pólvora los hechos y apelar a la acción directa. A las patotas fascistas las carga el diablo y la descargan los cobardes.