Es como una lluvia ácida que se desató sobre el gobierno. Una serie de denuncias muy serias que escriben corrupción con la letra “K”. Por varios motivos, la mas demoledora de la década ganada por los capitalistas amigos, es el Lazarogate. Por las montañas de euros involucradas, por las megacoimas y el lavado pero también porque Lazaro Báez es casi un miembro mas de la familia presidencial. Es como un Dios de los Negociados Oscuros.
 
Está en todos lados pero atiende en Rio Gallegos. Construye la casa de Máximo Kirchner, arregla el avión de la presidencia, edificó el faraónico mausoleo de Néstor y cenó con el matrimonio Kirchner la última noche en la que el ex presidente estuvo vivo. Asi de estrecha era y es la sociedad entre los Kirchner y los Baez.

Por eso la investigación de Lanata impactó con tanta potencia en el corazón corrupto del modelo. El gobierno está aturdido, sin reacción, mudo y paralizado en este tema. Hasta en Suiza cerraron una cuenta bancaria de los Báez por irregularidades pero abrieron una investigación sobre los giros de esa meca de los “ladriprogresistas” llamada “La Rosadita”.

Pero la tormenta de acusaciones no termina ni empieza en Báez. Hay una pieza clave que es un poderoso banquero que, además es el que vincula este caso con Amado Boudou y la estafa de Ciccone. Pronto va a estallar con más fuerza pero en los dos hechos delictivos aparece el mismo eslabón en la cadena de ilícitos. Y ni que hablar de Daniel Pérez Gadin, el último gerente de La Rosadita que casualmente o no tanto ahora administra el hotel Alto Calafate que pertenece a Cristina.

Como si esto fuera poco para la preocupación de Cristina hay como una fiebre de autoincriminaciones. Porque los malandrines del lumpenaje de Fariña y Elaskar se autoicriminaron para salvar sus vidas. Los litigios comerciles entre mafiosos no se pueden resolver en los tribunales. Por eso hay tantas amenazas de muerte y tantos crímenes impunes cometidos por mercenarios. Fariña y Elaskar se autoincriminaron para salvar sus vidas. Para que no se gratis acribillarlos en un descampado.

Pero resulta que también dos empresas poderosísimas se acaban de autoincriminar para poder pagar una multa y seguir operando comercialmente en los Estados Unidos.

Una es Embraer, que le vendió 20 aviones a Austral y dice que pagó coimas por eso. Se quedaron con un vuelto de alto vuelo. ¿A que no saben quien fue el operador de la transacción? Si señor oyente: Ricardo Jaime. Cuenta el dirigente sindical, Ricardo Cirielli que les dijo en la cara: “Hagan una licitación aunque sea para disimular” pero que no lo escucharon.

La otra firma mundialmente famosa que dice que tuvo que pagar coimas a la Aduana para poder ingresar sus fina mercadería fue Ralph Laurent. Dicen que sobornaron a 3 funcionarios argentinos y que ademas, tuvieron que hacer regalitos como perfumes, trajes, perfumes. Productos elegantes que no huelen bien porque pasaron por el peaje de la corrupción que se escribe con K. Ayer un funcionario de segunda del gobierno me decía medio en broma, medio en serio: “Por lo menos es Ralph Laurent y no Louis Vuitton”, que es la marca preferida de Cristina. Hubiera sido too much. Tal vez hubiese ameritado una catarata de tuiters con palabras sueltas en ingles. ¿Why? Porque asi escribe la presidenta y punto.

Estas son las últimas tormentas pero se suman a la larga lista de obras públicas que costaron el triple de su valor real, a la fábrica de billetes apropiada, a la valija de Antonini, a las declaraciones patrimoniales que no cierran ni a martillazos y a la corrupción que mata en las vías del tren o en las indundaciones. En forma lenta pero segura la mancha de la corrupción fue salpicando al gobierno. Hasta no hace mucho una gran parte de la sociedad no se interesaba por este tema. Suele ocurrir que mientras la situación económicas es positiva los problemas éticos o morales quedan en un segundo plano. Pasó también con Menem. Al principio la población le perdonaba todo. Pero después, de golpe, le pasaron todas las facturas juntas.
 
¿Estará pasando lo mismo con Cristina? Muchos carteles en los cacerolazos repudiaron la corrupción de estado. Las encuestas muestran esto con claridad. Ante la pregunta de porque se movilizó, el 25% respondió que por la corrupción. Para el 8N, apenas el 10% había esgrimido ese motivo. La preocupación por la corrupción de los ciudadanos, estaba en la mitad de tabla de la mayoría de las consultoras de opinión. Hoy lidera con comodidad. Es un dato nuevo. ¿Será clave en las elecciones? Hay que esperar la verdad inapelable de las urnas. Ya falta poco.