La presidenta Cristina afrontará el desafío político más formidable desde 1983: gobernar en medio del terremoto del euro y en contra del Partido Justicialista y la CGT.

Será una tarea titánica, inédita, en etapas y en la que invertirá mucha energía. Vamos a asistir a la confrontación entre poderes de mayor magnitud que se tenga memoria desde la recuperación de la democracia.

¿Se imaginan? Un gobierno con un respaldo electoral impresionante, encabezado por una mujer de fuertes convicciones y de matriz peronista dando una batalla refundacional contra la ortodoxia pejotista y contra la corrupción corporativa sindical. Entiendo que suena raro decirlo de esta manera tan contundente. ¿Cómo dijo Leuco?, se estarán preguntando algunos oyentes. ¿Qué Cristina va a gobernar los próximos cuatro años en contra del PJ y la CGT? Si, eso dije. Es una provocación intelectual que invita a imaginar lo que se viene analizando con una gran lupa lo que ya está ocurriendo. S

Si hilamos fino podemos llegar a la conclusión de que la presidenta, con un manejo de la táctica y el pragmatismo muy particular, se fue apoyando en las estructuras tradicionales del peronismo y los gremios pero nunca terminó de casarse con ellas. La historia dirá que es lo que pesa mas en la formación de Cristina. Su mirada anticorporativa, sus intenciones renovadoras de la vieja política o si la correlación de fuerzas la lleva a tener que apelar nuevamente a los gigantescos aparatos del pejotismo que tantas veces despreció y de los muchachos de Hugo Moyano que a esta altura ya no puede ni ver. Esas marchas y contra marchas, esas idas y vueltas, esos besos y cachetadas de acuerdo a las necesidades y al manejo de los tiempos es lo que va a marcar la etapa que se viene.

No es un proceso lineal ni mucho menos. No digo que Cristina a partir de mañana va a empezar a tomar medida contra los dinosaurios de su partido político ni contra la anquilosada red de capitostes sindicales. Pero sí digo, y creo que ya lo está haciendo, que la presidente no va a dar un solo paso que favorezca o que fortalezca esos edificios que ella observa vetustos y responsables de mucho de lo malo que le paso a la Argentina en los últimos tiempos.

Es una pelea delicada, peligrosa y apasionante. No hay buenos absolutamente buenos ni malos absolutamente malos en ninguno de los dos bandos. Ni siquiera está totalmente delineada la formación de los equipos titulares de ambos sectores.

Pero está claro que en el armado de las listas de candidatos para las elecciones, en la imposición de las autoridades en el Congreso Nacional y en el de la provincia de Buenos Aires y en los reemplazos y confirmaciones que hizo en su gabinete de ministros, no hubo un solo gesto a favor del PJ ni de la CGT. Cero gesto hacia los intendentes o a los gobernadores. Cristina bajó de un plumazo de las listas cegetistas que expresaron un apoyo incondicional a su modelo como Julio Piumatto o Juan Carlos Schmid. Ubicó lejos del poder real a dirigentes peronistas de libro como Aníbal Fernández y privilegió recién llegados al partido de Perón como Amado Boudou y Beatriz Rojkes de Alperovich.

No es solamente un tema de lealtad y de apostar a la fuerza propia de la Jotaká de La Cámpora. La cosa va mucho más allá. Todas las decisiones importantes estuvieron cortadas por la misma tijera: renovación generacional, política, ética y estética.

Cristina está interpretando el reclamo de un sector de la sociedad. Los más jóvenes e inexpertos y los más antiperonistas sueñan con un país donde los Moyano y los Aníbal Fernández y los Scioli tengan menor poder. Está claro que esto no ocurrirá de golpe ni de un sablazo. Cristina no come vidrio y se está moviendo con cautela táctica.

Todavía el polvo de la explosión de la oposición no deja ver con claridad hacia donde va Cristina. Hay algunos datos que acabo de subrayar que muestran un camino a contramano del peronismo histórico. Con los instrumentos y la lógica de construcción de poder del peronismo pero contra sus viejos representantes políticos y gremiales. Da la impresión que su cruzada fundamental va contra ellos.

Ya no hay vestigios de oposición fuera del Frente para la Victoria y por eso ahora intentará llevarse puesta a los que Carta Abierta define como “el intento restaurador conservador que viene de adentro del peronismo”. Esta lucha será feroz, es a todo o nada, y será por etapas, paso a paso. Tendrá momentos de avances fuertes y de retrocesos.

En medio de su segundo mandato, Cristina quiere dejar una marca profunda en la historia política. El desafío es monumental y está lleno de acechanzas. Con dinero, votos y desde el estado es más fácil combatir contra el radicalismo o el socialismo. Lo verdaderamente complicado es quebrar las viejas corporaciones del peronismo. Y hacerlo en nombre de Néstor Kirchner que tuvo las mismas virtudes y los mismos vicios. Todavía no se ve del todo claro la magnitud de este choque de locomotoras. Pero ya se siente el ruido del tren y se observa al humo que anticipa los tiempos.

Quien quiera oír que oiga.