Era la imagen de la radio. Era la imaginación de los Beatles en el eter. Uno más de ellos que salió de Ramos Mejía y aterrizó en Liverpool.

Imagina que no hay paraíso,
Es fácil si lo intentas,
Ningún infierno debajo de nosotros,
Arriba de nosotros, solamente cielo,
Imagina a toda la gente
Viviendo al día...

Imaginate Beto que hay mucho dolor aquí abajo. Que los músicos argentinos se sienten huérfanos. Que todas las radios están de luto por tu ausencia. Que los oyentes esperan que termine la tanda para volver a escucharte. Que Fernando Bravo, tu amigo del alma no puede con su alma.

Todavía recuerdo tu cálida voz en el teléfono en febrero del año pasado, el día que recé una columna que decía que Badía tiene compañía. Una vez mas me contaste cuando fuiste a Colombia con Bravito y juntos hicieron los comentarios del aquel partido en donde River se jugaba la vida. Por suerte pude confesarte toda mi admiración. Yo te miraba en silencio mientras hacíamos el pase en radio del Plata y vos me trataste como si fuéramos compinches. Hasta fuimos a jugar al básquet al club Palermo. ¿Te acordás de las picadas que comíamos en el buffet? Después supe que hacías eso con todos. Que no hay a nadie en el mundo de la radio que no te quiera. Que no tenes enemigos. Que te la pasaste acercando posiciones, cerrando brechas, reconciliando gente, valorando la diversidad en el más amplio sentido de la palabra.

Para mi, vos, Bravito, Carrizo y Cacho Fontana estaban en el olimpo de los próceres de la radio. De los que reinventaron la magia de la comunicación. Primero me atravesó tu Flecha Juventud mientras yo celebraba la rebeldía del pelo largo, los vaqueros gastados y los dedos en ve. Con la música de los Beatles., por supuesto. Y el asombro por la filosofía pacifista cargada de humanismo de John Lennon que modeló nuestra ética de la solidaridad. Con todo eso crecimos juntos. Con tu extraordinaria capacidad para crear climas, para establecer una atmósfera de buena onda con el entrevistado. A veces pienso que con Juan Ramón, con semejante viejo, con ese maestro de locutores, no tenías otro destino que aferrarte a los micrófonos y vivir entre auriculares. Hijo de tigre. Hijo del ISER.
Seguimos de cerca esa batalla desigual que diste contra ese maldito cáncer que seguramente debe odiar la música, los medios y la alegría. ¿Quién lo hubiera dicho? Meterse con Juan Alberto Badía, que hijoputez. Con ese locutor gigantesco que formó generaciones y que jamás apeló al escándalo ni al trazo grueso. ¿Te acordás del día que empezaste en la radio? ¿De tu primer aviso? ¿Del furcio que mas te avergonzó? De tus grandes exitos. Escuché que dijiste que era increíble la cantidad de gente que defendía tu vida como si fuera propia. Es cosecha merecida de tu siembra. Todo lo bueno que hiciste hoy te vuelve multiplicado.

Me consuela saber que nunca estarás solo. Que millones te estarán sintonizando porque igual que Bravito, tu domicilio es el aire. Que te esperan John Lennon y el flaco Spinetta. Ahí va el capitan Beto, flaco. Cuidalo. Te lleva una noticia como para dar la vuelta olímpica en el cielo. Volvieron a primera. Hay una banda roja que los envuelve. Un estadio de fiesta. Celebrando la vida de Badía y sus sesenta y cuatro años de ejemplo. Tal vez eso sea lo que mas duele. Fue demasiado pronto, Juan Alberto. Cuando tenga sesenta y cuatro años, aun me seguirás necesitando, todavía me seguirás alimentando. Cuando sea mas viejo y se me caiga el pelo. A los sesenta y cuatro lloramos tu despedida que es bien arriba, con la luz roja endendida eterna en tu homenaje:

Imagina
Tu puedes decir que soy un soñador,
Pero no soy el único,
Espero que algún día te nos unas,
Y el mundo vivirá como uno solo, Beto querido.