La presidenta de la Nación debería cuidar más su imagen e investidura. Muchas veces sus funcionarios cometen errores y torpezas evidentes. Eso les ocurre a todos los gobiernos y a cualquier persona en su vida personal. Todos nos equivocamos. Por suerte: es la demostración de que somos seres humanos. Por eso lo inquietante no es meter la pata.

Insisto, un tropezón cualquiera da en la vida. Lo grave es que Cristina sale a defender a libro cerrado cualquier cosa. Tiene una mirada conspirativa y siente que todos la atacan y por eso se cierra sobre si misma y justifica lo que debería criticar. Paga costos políticos mayores al divino botón. El caso de la humillación a la que fue sometida la memoria y la familia de Wanda Taddei es directamente un despropósito por donde se lo mire.

La presidenta debería reflexionar sobre todo lo que dijo e hizo ayer. En este caso ella tiene dos agravantes. Porque además de ser presidenta es abogada y es mujer. Se supone que defiende la ley y que combate con uñas y dientes la violencia de género. Y aquí viene la primera pregunta que debería hacerse la presidenta: ¿Que señal se les envió a las víctimas de la violencia familiar? ¿Cómo deben interpretar esas mujeres las imágenes de Eduardo Vásquez tocando el bongó en una fiesta en San Telmo, diez días después de ser condenado a 18 años de prisión por haber quemado viva a su esposa, Wanda Taddei?

Esta sola pregunta muestra las dimensiones del disparate que cometieron Julio Alak, Víctor Hortel, el juez que autorizó y todos los que en lugar de condenar semejante locura, salieron a redoblar la apuesta. Muchas veces la visión conspirativa que tienen de la vida les funciona como un antifaz ideológico que no les permite ver la realidad.

Creen que Clarín utilizó el tema para atacar al gobierno. Están convencidos que Daniel Scioli les dio la información para contragolpear por los palazos que los kirchneristas le dan todos los días a Ricardo Casal. Y por eso la presidenta aprueba todo a libro cerrado. Y eso que ni me pongo a discutir sobre si la joda en la que tocó el ex baterista de Callejeros era política o cultural. Ni siquiera pongo en duda un concepto humanitario clave: las cárceles deben resocializar a los presos. Estoy absolutamente de acuerdo con eso. Los internos deben trabajar o aprender un oficio, estudiar, interactuar con sus familias. Nadie discute eso. Solo un troglodita podría aprobar una cárcel que sea un agujero negro donde haya despojos humanos torturados cada 15 minutos.

Ahora, una vez más apelo a la responsabilidad, a la honestidad intelectual y al sentido común: una cosa es resocializar y otra cosa es premiar a alguien. Casi celebrar que haya cometido uno de los peores delitos. Porque Vásquez no se robó una gallina. Asesinó a su mujer prendiéndole fuego. Cometió un femicidio brutal. Y había sido condenado apenas diez días. Repito: diez días. Y jamás se arrepintió. Fue un cobarde que no tuvo ni siquiera la hombría de confesar que estaba fuera de si o drogado y que la situación se le fue de las manos. Le podría haber pedido perdón a la familia. Podría haber mostrado un gesto de dolor, aunque sea.

Encima hay varios diputados que dicen que se violó la ley de ejecución penal. La justicia deberá determinar si eso es correcto. Dicen que para acceder al régimen de salidas, el preso debe mostrar buena conducta y haber cumplido por lo menos la mitad de la pena. Vásquez no tuvo tiempo ni siquiera de demostrar buena ni mala conducta. Apenas entró a la cárcel, ya estaba en una fiesta de una agrupación kirchnerista bastante bizarra, dicho sea de paso. Le doy otro dato terrible: la pena de 18 años de prisión a la que fue condenado Vásquez ni siquiera está firme. Todavía podría ser mas grave.

La sociedad civil en general y las ONG en particular luchan contra viento y marea contra estos asesinos. Les cuesta mucho esta batalla. Dejan jirones de energía. Hasta se cambió la ley para desterrar ese concepto cómplice de la emoción violenta. Es tan grave estigmatizar a un preso como premiarlo. Todo esto se manejó con una frivolidad que Wanda ni ninguna víctima se merece.

Por eso quiero mostrar el nivel de insensibilidad que tuvo el gobierno. En lugar de haber reconocido la equivocación y sancionar a los responsables, Cristina se puso a la cabeza del encubrimiento y banco a rajatabla lo que se hizo. El ministro de justicia, Julio Alak, hizo una recorrida por lo medios reinvindicando todo y por eso debería ir urgente a dar explicaciones al Congreso de la Nación. Pero el colmo de la irracionalidad fue ver a la presidenta haciendo lo mismo. No puede defender lo indefendible.