La metáfora náutica que utilizó Hermes Binner fue muy ilustrativa. Dijo que todos los que estaban en ese “Compromiso Democrático”, tenían pensamientos diversos pero viajaban en el mismo barco. Y es exactamente así.

El barco se llama “República Argentina” y arriba navegamos 40 millones de compatriotas que queremos un país más equitativo y más libre. Hay una raíz común que supera la camiseta de la selección nacional, una pertenencia patriótica, una manera de ver la vida que nos hace apasionados, socios o adversarios, pero orgullosos de levantar la celeste y blanca.

Esa nave hoy está timoneada con toda legalidad y legitimidad electoral por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Poco más de la mitad de los argentinos, la honraron con ese lugar. Poco menos de la mitad de los argentinos eligió otras opciones y hoy están preocupados por el rumbo de ese barco. Nadie quiere que se transforme en el Titanic.

La actitud autoritaria y de aislamiento de Cristina es lo que inquieta a una gran mayoría de los compatriotas. Esa soberbia de acusar de golpistas a todos lo que no piensan como ella y se atreven a marcar errores es lo que mas asusta. Nadie quiere que tanta ceguera la lleve a chocar contra el iceberg.

Con esa actitud la presidenta logró el milagro de juntar a muchos sectores que estaban separados. Unió en la mesa de enlace a diversas entidades del campo. Forzó que la CGT de Moyano y la CTA de Micheli pararan y marcharan juntos. Provocó dos cacerolazos multitudinarios sin distinción de banderías y sin liderazgos.

En las últimas horas, el ataque irracional del gobierno a la justicia produjo un hecho inédito: todas las agrupaciones de jueces y fiscales emitieron sendos documentos donde reclamaron respeto y dejar de ser apretados. Ayer se produjo el último milagro de Cristina. Su sectarismo expresado en el acto del domingo donde solo fue convocado el kirchnerismo de paladar negro y donde no hubo ni la sombra de un opositor, empujó al resto de las fuerzas a producir la contracara plural.

En el viejo comité de la calle Alsina, la Unión Cívica Radical convocó a todo el abanico de fuerzas políticas que jamás irían juntas en una elección pero que están cansadas del maltrato institucional.

¿Quién hubiera pensado que se iban a sentar a dialogar, a escucharse y a firmar un documento común, los partidos y los líderes más importantes del país con excepción del kirchnerismo.? ¿Quién hubiera imaginado esa foto con varios de los probables candidatos a presidentes como Hermes Binner, Mauricio Macri o los anfitriones, Julio Cobos, Ricardo Alfonsín y hasta Ernesto Sanz que llegó tarde porque se atrasó su vuelo de Mendoza. Todos juntos. Peronistas como Eduardo Amadeo o Gustavo Ferrari en representación de Francisco de Narváez. Radicales de todos los sectores internos encabezados por su jefe partidario, Mario Barletta .Socialistas y otras expresiones del Frente Amplio Progresista como Roy Cortina, Jorge Ceballos, Gerardo Milman. Macristas como Gabriela Michetti y Federico Pinedo y figuras de agrupaciones mas reducidas pero notorias como los diputados Alfonso Prat Gay y Patricia Bullrich.

Cristina fue la partera de esa foto impensada en otro tiempo. Pero fue producto del esfuerzo para combatir las vanidades, del intercambio de ideas y de una experiencia de trabajo mancomunada que tuvo varios éxitos: el rechazo de Daniel Reposo, el respaldo de Leandro Despouy, el desagravio a los socialistas por la acusación de narcos de Andrés Larroque y el compromiso de no avalar ningún intento de reelección.

Hay un unicato de hecho en la conducción de la Argentina que alarma. Un cristinato que cada vez abre más frentes de conflicto y resuelve menos problemas concretos del ciudadano de a pié. Para muchos aferrados al pasado, la foto y el documento pluralista de ayer, esa suerte de multipartidaria en defensa de la Constitución, será más o menos como la Unión Democrática que fue derrotada por Juan Domingo Perón.

Para otros, esas dos palabras se han resignificado. Unión es el antónimo de división. Y democracia, funciona como la contracara de intento hegemónico. La Plaza de Mayo fue una celebración de y para Cristina.

El documento de ayer fue un hecho colectivo que privilegió el mensaje por sobre los protagonismos. En ese sencillo papel que firmaron todos exigían cosas básicas pero imprescindibles como el agua. Respeto al texto constitucional y al estado de derecho; independencia de la justicia y equilibrio de los poderes, vigencia efectiva del federalismo y los derechos humanos y un combate feroz contra la corrupción de estado.

Es solo una base mínima, un denominador común. Son los cimientos de los nuevos tiempos. En lo alto de ese barco democrático flamea una sola bandera: la de la esperanza.