El día después
Faltan exactamente dos meses para el 23 de octubre. Los planes del gobierno están muy claros hasta ese día: más de lo mismo. ¿Para que cambiar lo que les dio muy buenos resultados? La orden de Cristina es moderación, buenos modales y continuar con los dos actos por día y, de vez en cuando, cadena nacional. Mostrar mucha gestión y cero agresividad.
Faltan exactamente dos meses para el 23 de octubre. Los planes del gobierno están muy claros hasta ese día: más de lo mismo. ¿Para que cambiar lo que les dio muy buenos resultados? La orden de Cristina es moderación, buenos modales y continuar con los dos actos por día y, de vez en cuando, cadena nacional. Mostrar mucha gestión y cero agresividad. Más humildes que nunca, reclamó. Esa es la receta que se va a aplicar a rajatabla. Hasta el 23 de octubre a la noche, repito. Porque el día después del triunfo, con los más de 10 millones de votos en el bolsillo, las cosas van a cambiar.
El objetivo es superar largamente el porcentaje de votos conseguido. Los más optimistas hablan de aprovechar cierto triunfalismo que suele florecer en la sociedad entre aquellos que prefieren votar a ganador y llegar al 60% de los votos. Sería histórico. Necesitan casi 2 millones de votos más. Sería una refundación de la vida política. Se terminarían los adjetivos. Otros, más prudentes, se conforman con superar el porcentaje que logró Raúl Alfonsín en 1983 para que Cristina quede como la mas votada desde la recuperación de la democracia. En aquella oportunidad, Alfonsín logró el 51,7 y el domingo 14, Cristina llegó al 50,07 del escrutinio provisorio. Solamente los padres fundadores de los dos partidos históricamente mayoritarios lograron superar esos porcentajes. Hablo de don Hipólito Yrigoyen y Juan Domingo Perón. Mas allá de los números finales, seguramente el kirchnerismo, va a conseguir todos los diputados necesarios para lograr quórum propio y posiblemente la mayoría.
De esa forma van a poder manejar a gusto el parlamento nacional. No solo por los nuevos legisladores que van a incorporar en estas elecciones. También hay muchos diputados actuales que están haciendo cola para pegar el salto hacia el bloque mayoritario. El calorcito oficial siempre es atractivo. Sobre todo cuando fuera de ese paraguas habrá que transitar un árido desierto durante bastante tiempo. Por eso, la oposición en general y Hermes Binner en particular, están proclamando la necesidad de que la sociedad con su voto también respalde a legisladores no kirchneristas.
Para que además de un gobierno fuerte como el que se viene de Cristina, exista el máximo control posible. Para evitar tentaciones autoritarias, abusos de poder y combatir la corrupción, entre otras cosas. Veremos que pasa. Pero lo más importante para analizar o imaginar es lo que se viene el 24 de octubre. Con la paliza electoral ya producida y sin ningún motivo para mantener la prudencia, tal vez las cosas cambien. No hay que apresurarse. Ya se verá. Muchos temen que ese día saquen el freno de mano que los tiene contenidos y se produzcan algunos desbordes.
Desde el rumbo político hay dos caminos que le están ofreciendo a la presidenta. Se podrían titular genéricamente con apellidos: Chávez o Lula. Es que la solidez del gobierno tendrá un talón de Aquiles: la sucesión. La Constitución Nacional no le permite a Cristina que en el 2015 aspire nuevamente a la presidencia.
Tratándose del peronismo ese es un problema serio porque la lucha por la sucesión puede ser feroz y generar turbulencias en la administración. Un sector del gobierno plantea que Cristina debería aprovechar la luna de miel de los primeros 100 días y forzar una reforma constitucional que la habilite a un tercer período o a la reelección indefinida. Es el proyecto de “Cristina eterna”, que en su momento se le escapó a la diputada Diana Conti. Esa sería la variante Chávez. Pero hay otro sector del gobierno que recomienda lo contrario.
Que Cristina elija con tiempo a su delfín y que lo vaya instalando como candidato. Algo similar a lo que hizo Lula con Dilma Rouseff. Son dos caminos muy distintos. Uno sería peligroso y nos llevaría hacia formas hegemónicas de partido único y el otro le daría al país una potencia republicana y una calidad institucional infrecuente. Es la diferencia que hay entre Venezuela y Brasil. Es la gran decisión que deberá tomar la presidenta apenas se ponga la banda presidencial a si misma. Tendrá muchas encrucijadas y caminos que se bifurcan. Ninguno tan importante como este. Entre Chávez y Lula está el futuro argentino.