La masacre de Ledesma es un dolor infinito. El asesinato de cuatro jóvenes jujeños pobres en medio de un reclamo de tierras es intolerable. Son hermanos nuestros que no tenían ni un terreno para vivir con sus familias. Que literalmente no tenían un lugar en donde caerse muertos.

Y lo encontraron. La sangre derramada de cuatro argentinos necesita como todos los crímenes de verdad, juicio, castigo y condena. Hay que ver las caritas de sus familiares o de los heridos. Con sus ojos paralizados ante las balas, con sus rostros cobrizos curtidos por el sol, el sacrificio y la discriminación ancestral. Para que los cuatro desterrados y enterrados puedan descansar en paz deben ir presos los autores intelectuales y materiales de la matanza. Pero para que la memoria y su lucha tengan un sentido de justicia el estado debe dejar de mirar para otro lado.

Porque en Ledesma todavía falta mucho por investigar y esclarecer. Pero hay algunas cosas que están muy claras. La falta de viviendas dignas, la negligencia, la burocracia y la insensibilidad para avanzar con las soluciones habitacionales que tantos jujeños necesitan con extrema urgencia. Quedó absolutamente claro que en Ledesma falta de todo. Pero sobre todo, falta justicia social. Falta un estado presente que se haga cargo y no permita inequidades tan salvajes. Hay responsables políticos. El gobernador Walter Barrionuevo a la cabeza. Mantiene relaciones incestuosas con funcionarios de la poderosa empresa Ledesma que pertenece a la familia Blaquier y que es un estado dentro del estado.
 
Para muestra basta un botón: el secretario de turismo y cultura de la provincia, Jorge Noceti es además socio del estudio jurídico que patrocina a la empresa. En el gobierno nacional, cerca del ministro Julián Domínguez se comentaba con susto que estuvieron a punto de dar un terrible paso en falso. El anuncio del Plan Estratégico Agropecuario que Cristina Fernández iba a hacer con bombos y platillos en el quincho de Olivos fue suspendido a último momento porque faltaban detalles y por un problema de agenda. Además de la presidenta y Domínguez iba a exponer Federico Nicholson, director de Ledesma y vice presidente de la Unión Industrial. ¿Se imaginan las explicaciones que tendrían que haber dado después de la matanza? Para sacarse de encima la responsabilidad, el gobernador Barrionuevo dijo al principio del conflicto que de la brutal represión había participado la seguridad privada del ingenio. Pero un comunicado de la empresa lo desmintió en forma terminante.

¿Quién tiene la culpa de lo que pasó, entonces? Ya renunciaron el ministro de gobierno y el jefe de policía. Pero falta mucho camino por recorrer. La empresa tiene un agujero negro y terrorífico en su historia. Fue durante la dictadura militar, el 27 de julio de 1976, hace ya 35 años, en lo que se conoció como “La noche del apagón”. Desaparecieron medio centenar de personas de las 400 que en principio fueron privadas de su libertad en un improvisado campo de concentración en los terrenos de la empresa Ledesma que además, a través de su ejército privado de custodios participó junto a las fuerzas del terrorismo de estado en esa verdadera cacería de trabajadores que incluyó el corte del suministro eléctrico.

Algo muy grave y profundo está pasando hoy en Ledesma. Porque fue el disparador de una serie de ocupaciones de terrenos en distintos pueblos de Jujuy y hasta en barrios de la capital. Eso desnudó que el clientelismo feroz que adjudica viviendas solo a los que tienen la camiseta partidaria no es ningún milagro.

Fue generando un resentimiento muy grande por semejante injusticia y discriminación. Hoy la exigencia social se diseminó por todo el territorio provincial y está alcanzando a otros distritos del norte. Por ahora hay un silencio demasiado parecido a querer lavarse las manos por parte de la presidenta de la Nación frente a la peor masacre social de la última década. Los manifestantes ayer en Plaza de Mayo coreaban: “Mirá Cristina que popular/Sos el gobierno con mas muertos por luchar”.

Hay un éxodo de muchos habitantes necesitados hacia otros pueblos donde hay tierra disponible. Ese éxodo jujeño es la síntesis de la rebeldía de un pueblo que se puso de pie para denunciar las humillaciones que sufre. Tal vez Armando Tejada Gómez y Cesar Isella nos puedan ayudar a comprender la profundidad de lo que sucede. Porque ese fuego de Ledesma no es de Animaná pero se le parece. Y dice así: Ayer nomás ardió el pueblo/Por la tierra y por el pan,/Y la fogata en el valle No estaba por solo estar.