“Todas las protestas, todos los clamores, todas las proclamaciones contra el racismo y la xenofobia son justos, necesarios y bienvenidos”. (José Saramago, premio Nóbel)

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Primero la información. Descarnada, sin eufemismos y con el pedido de disculpas correspondiente. Pero para entender la profundidad de lo que pasó hay que llamar a las cosas por su nombre. Guillermo Moreno, en una reunión con productores yerbateros de Misiones los trató de “polacos pelotudos y patasucias” y al gobernador lo definió como un “gordo puto”. Finalmente dijo que al precio de la yerba “lo pongo yo y al que no le guste que se ponga en cuatro”

Lamentablemente para los argentinos esta actitud patotera, discriminatoria y claramente xenófoba no es una excepción, o producto de los nervios de un instante en que perdió el control un hombre prudente. Todo lo contrario, este es el comportamiento permanente de un dirigente agresivo y provocador que se maneja como si fuera un jefe militar que da órdenes a sus subordinados y no un funcionario de un gobierno democrático.

El odio racial y la xenofobia son caballitos de batalla del pensamiento de ultraderecha. Y en Argentina fueron tipificados como delito. Moreno es un hombre que viene de la derecha peronista, que fue funcionario de Carlos Grosso y que ha sembrado de escándalos de este tipo y aún peores su paso por distintos cargos.

Por eso le digo que no sorprende que alguien haga lo que hace siempre. La gran novedad en este caso es que las víctimas de sus hirientes palabras tuvieron el coraje de denunciarlas como corresponde en un estado de derecho. Esta vez Raúl Kosinski, secretario de la Federación Agraria de Misiones, puso lo que hay que poner sobre la mesa y lo denunció públicamente, en la justicia y le pidió la renuncia al cargo.

La Asociación Polaca de Posadas reclamó un pedido público de disculpas. El gobernador Maurice Closs por ahora no abrió la boca. En otras decenas de ocasiones, Moreno quedó impune porque los agredidos tuvieron miedo de reconocer los ataques que habían recibido. Hay cientos de situaciones en que empresarios fueron humillados, desafiados a medir la potencia sexual de cada uno o las dimensiones del miembro viril, o amenazados con un arma sobre el escritorio.

Últimamente fueron blanco de sus ataques el propio Amado Boudou y empresarios ex amigos del gobierno como Jorge Brito. Ninguno tuvo el coraje ni la responsabilidad cívica de hacer una denuncia pública al respecto. Como nadie nunca le paró el carro, Moreno siguió firme en su grosera forma de administrar el estado.

Los únicos que le habían hecho frente hasta ahora fueron los trabajadores del INDEC que denunciaron su desembarco en el organismo con guardaespaldas armados que se pasearon por las oficinas en forma intimidatoria, algo que reconoció hasta el mismísimo Horacio Verbitsky. Los resultados de sus malversaciones de las estadísticas públicas han sido un desastre.

La inflación sigue siendo altísima y en ninguna instancia institucional nacional o internacional se consideran creíbles sus cifras dibujadas. En todos los temas en los que actuó, Moreno lo hizo en forma primitiva, a los hachazos, en nombre del modelo nacional y popular. Era el preferido de Néstor Kirchner que lo comparó con la bondad de la perra Lassie.

Es el principal ejecutor de las órdenes de Cristina Fernández y esto es lo mas grave. No es un muchacho recién llegado al gobierno que por inexperiencia actúa de esa forma.

La soberbia con la que se mueve tiene la bendición de la presidenta de la Nación. Hace poco ella lo definió como un príncipe, comparado con el comportamiento de algunos funcionarios italianos en los allanamientos que realizaban.

La magia del relato convirtió a la perra en príncipe. Puede ser un Príncipe, pero en realidad es un Príncipe xenófobo. Alerta para la justicia y para el Congreso de la Nación. Y sobre todo, telegrama para el INADI.