El revés de la trama terrorista
Un británico embistió a musulmanes que regresaban del rezo del Ramadán en una mezquita de Londres en represalia por los atentados recientes en el Reino Unido
Esta vez, el hombre de la furgoneta no era un extremista musulmán barbado de fuertes creencias religiosas y odios acumulados. Era un individuo blanco, bien afeitado, de Cardiff, Gales. Lograron reducirlo. En el suelo, inmovilizado por el imam Mohammed Mahmoud para evitar que fuera linchado por una multitud enardecida, repetía: “Ya he hecho lo que tenía que hacer”. Darren Osborne, de 47 años de edad, padre de cuatro hijos, quemado por el desempleo y el alcohol, había arrollado a una decena de personas y matado a una cerca de la mezquita de Finsbury Park, en Londres, la mayor de Inglaterra.
Quiso hacer justicia por mano propia en represalia por la seguidilla de atentados cometidos por extremistas islámicos en el Reino Unido. Fue un calco del atentado con una furgoneta lanzada contra peatones en el Puente de Londres, pero al revés. Las víctimas iban a ser los musulmanes que habían participado en la medianoche del domingo del rezo de Ramadán. Un contraste impactante en una ciudad regida por primera vez por un alcalde musulmán, Sadiq Khan. Menos de 24 horas antes, un hombre había sido detenido por atacar con un cuchillo a un agente de la estación de Paddington, cerca de la mezquita, al grito de "Alahu akbar (Dios en grande)".
Decía Albert Einstein: "No sé cómo será la tercera guerra mundial. Sólo sé que la cuarta será con piedras y lanzas". En esta tercera guerra mundial “por partes”, como la definió el papa Francisco, las sociedades golpeadas por el terrorismo tienden a convertirse en tribales. O a ponerse en guardia y actuar en defensa propia, más allá de que se trate de casos aislados en comparación con los atentados terroristas. En 2016, cinco ultraderechistas lanzaron cócteles molotov contra la mezquita de Enschede, Holanda. Querían atemorizar a la comunidad musulmana y evitar que se construyera en esa ciudad un centro de acogida de refugiados.
La Oficina Europea de Policía (Europol) consigna en su informe anual que más de la mitad de los atentados de 2016 ocurrió en el Reino Unido. Setenta y seis sobre un total de 142, incluidos los frustrados y los fallidos. Dejaron 142 muertos y 379 heridos. El Daesh, ISIS o Estados Islámico, en retirada de Siria e Irak, “ha explotado el flujo de migrantes y refugiados para enviar individuos a Europa a cometer atentados”.
El terrorismo no da respiro. En Bruselas, blanco frecuente de atentados desde 2014, una explosión y un tiroteo en la estación central del ferrocarril, nudo del transporte europeo, se saldó horas después de la tragedia de la mezquita de Londres con la muerte del atacante. Portaba un cinturón de explosivos y, a la usanza habitual, había alabado a Alá. El mismo día, otro suicida estrelló una camioneta de la policía en los Campos Elíseos, en París. El vehículo estaba lleno de botes de gas y de armas de fuego, así como su departamento.
“El Estado Islámico entrena a sus miembros en Siria e Irak para cometer atentados en Occidente y no está falto de voluntarios para formar parte de equipos enviados al exterior con este único propósito”, señala Europol. A ellos se suman quienes, sin haber salido de Europa, se alistan para matar y morir por la causa. La ofensiva de Ramadán trascendió las fronteras, esta vez, con los atentados en Teherán, el 7 de junio, y en Jerusalén, una semana después. A contramano de la postura gubernamental, centrada en la autoría de palestinos, el líder de la oposición laborista de Israel, Yitzhak Herzog, admitió sin cortapisas que se trató del primer ataque del Daesh en su país.
El atentado contra los musulmanes ejecutado por un ciudadano británico marca un punto de inflexión. Es la otra cara de la moneda. El revés de la trama. Frente al aumento de la vigilancia, los terroristas les piden a los suyos que no viajen a los territorios en conflicto. Que contribuyan desde sus lugares de residencia, como dejó dicho Abu Muhammad al Adnani, vocero del Daesh, antes de ser abatido en Alepo, Siria, en 2016. La prédica rindió sus frutos en varias ciudades, pero también alimentó las reacciones de radicales pertrechados con armas tan rudimentarias como una furgoneta o un camión. Una guerra con piedras y lanzas.
Publicado en Télam
@JorgeEliasInter | @Elinterin
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