El pánico de los vecinos ante la ausencia del estado despertó sentimientos tan repugnantes como la xenofobia y comportamientos tan peligrosos como la violencia fraticida. La mezquindad especulativa de la máxima dirigencia de la Nación y la ciudad de Buenos Aires demostró irresponsabilidad e incapacidad para resolver un drama que solo evidenció la punta del iceberg.

Es una obligación de Cristina Fernández y Mauricio Macri, dejar de tirarse con pobres y con muertos y coordinar los recursos de ambos estados para atender la urgencia y fijar políticas conjuntas y complementarias a mediano y largo plazo. Nadie debe creer que este es un problema policial.

El único control posible y duradero que evite la anarquía del vale todo es la planificación rigurosa de los gobiernos en temas tan delicados como la lucha contra las injusticias sociales, el intento de establecerse definitivamente por parte del narcotráfico y una política migratoria solidaria pero prudente que no fomente la ilegalidad. Y en esta articulación no puede estar ausente el gobierno de Daniel Scioli que en cualquier momento va a padecer copamientos similares que van a descolocar los discursos sesgados de Anibal Fernández y del reaparecido Julio Alak que se les van a volver en contra como un búmeran. Con la toma de los colegios secundarios el gobierno nacional metió la pata de la misma forma. Elogió las protestas mientras fueron en la ciudad de Buenos Aires. Tuvieron que tragarse sus palabras cuando le tocó a escuelas bonaerenses.

La gran epopeya nacional debe apuntar a que los compatriotas de las provincias mas pobres salgan de la cárcel del desarraigo y del conurbano y regresen a sus lugares de nacimiento incentivados con proyectos productivos y por hospitales y escuelas que es lo único que les da tranquilidad y futuro para sus hijos. Los estudiosos de mayor prestigio en temas de pobreza y migración aseguran que los cientos de miles de personas que van a subsistir a las villas de emergencia, a las espaldas de las grandes ciudades, piensan que aunque las condiciones de vida sean atroces tienen mas a mano una mejor salud y educación.

En realidad la batalla de Villa Soldatti y Lugano es la demanda de un nuevo diseño de país, de una estrategia revolucionaria que distribuya con mayor equidad los recursos económicos y los territorios.

El estallido social focalizado en el sur es un grito desesperado de los sectores más necesitados de la sociedad que reclaman condiciones de vida dignas y el combate contra la inseguridad en el más amplio sentido de la palabra. Porque sienten tanta inseguridad las personas que carecen del mas elemental derecho humano que es el de tener un lugar en el mundo como las que no se atreven a salir de sus casas porque a sus hijos les roban casi todos los días y porque sienten pavor de que un día los maten por un par de zapatillas.
Tal como viene ocurriendo en las últimas elecciones, el ciudadano de Buenos Aires seguramente en su gran mayoría se sintió mas expresado por la postura de Mauricio Macri que rechazó con argumentos razonables la acusaciones de xenofobia y la insólita responsabilidad sobre los muertos que le quiso atribuir el jefe de gabinete solo preocupado por sacarse los costos políticos de encima.
Por eso, para comprender lo profundo de lo que pasa conviene ir a beber al catecismo de Mario Benedetti y Serrat: “ Pero aquí abajo, abajo/cerca de las raíces/ es donde la memoria/ ningún recuerdo omite/ y hay quienes se desmueren/y hay quienes se desviven/y asi entre todos logran/ lo que era un imposible/ que todo el mundo sepa/ que el sur/ que el sur, también existe”.

Soldatti, Lugano, Benedetti