Era un hijo tan genuino de estas tierras que Facundo Cabral, profeta heroico, se fue de este mundo el 9 de julio. Fue uno de los mayores desgarros del alma que tuvimos en este año que se va. Facundo Cabral fue asesinado el día de la Independencia, el día que nació Mercedes Sosa. Más nacional imposible.

El poeta de la paz pasó de Guatemala a guatepeor culpa de unos sicarios que ni siquiera quisieron matarlo a él. Nadie pudo comprender como es que Facundo fue a morir de esa manera. Nos dejó su sabiduría trashumante, esa caminata hacia las mejores tierras donde están los mejores hombres. Nos dejó su palabra nómade, sencilla y profunda. Nos dejó su trova solitaria, su crónica trascendente y su filosofía de los de abajo. Su verdad fundacional fue convocar a volar bajo porque abajo está la verdad. Fue un maestro del espíritu. Un calmante para nuestras ansiedades consumistas y explosivas. Aprendió a pastorear con las letras en la inmensidad patagónica y supo, pudo y quiso perdonar a un padre que lo abandonó con sus seis hermanos.

Dice la leyenda que a los 9 años pudo hablar con Eva Perón y conseguir un trabajo para su madre en Tandil. Un reformatorio quiso encerrar su alma libre. Fue preso, alcohólico, violento, todo lo que pudo superar después con su testimonio. Un sacerdote jesuita hizo del milagro de iluminar su camino con la escritura y la lectura. Aprendió lo básico y lo multiplicó en pensamientos.
 
Se hizo amigo de los vagabundos y les pudo robar sus sensaciones. Leyó mucho y admiró a dos grandes que lo marcaron con sus dones: Atahualpa Yupanqui y José Larralde. Se puedo decir que tuvo algo de ellos. Protestó y propuso, todo al mismo tiempo que pudo sepultar al Indio Gasparino. Fue al exilio perseguido por la dictadura de Videla con una canción al hombre que parecía escrita para la ocasión pero que había compuesto 6 años antes, como una premonición de su propio éxodo: no soy de aquí no soy de allá.

El dijo que recorrió 165 países. Y que en todos lados aprendió algo. Austero hasta el sacerdocio. Ghandiano con camisa de jean y anteojos de Lennon. Siempre con lo puesto.

Con la cabeza llena de ideas y el corazón repleto de solidaridades estaba bien plantado. El mismo decía que fue mudo hasta los 9 años, analfabeto hasta los 14, que enviudó trágicamente a los 40 porque su esposa y su hija murieron en un accidente aéreo, conoció al cobarde de su padre a los 46, se fue quedando ciego lenta pero inexorablemente y lo sorprendió una metralla asesina que no era para él. Entró en la leyenda. Se sintió siempre un predicador pagano. Un difusor de los valores y las verdades sin que sean reveladas y mucho menos impuestas en el dogmatismo. Fue un Facundo libre. Bebió en y con Jesús, Buda, Ghandi, la Madre Teresa, Borges, Walt Whitman, Jalil Gibrán, Lao Tse y pudo hacer convivir a todos. Al final no quiso tener ni casa propia. Vivía en los hoteles con un bolsito armado listo para partir.

Todos los premios que le dieron se los regaló a un taxista amigo. Fernando Bravo, entre otros, tuvo la posibilidad de acompañarlo en el escenario de sus últimos recitales en Buenos Aires. Y como siempre, en su despedida dijo que sea lo que Dios quiera porque él sabe lo que hace. Otra vez la corazonada.

La premonición. Ese ver más allá del tiempo pese a sus ojos nublados. Nunca pudo llegar al aeropuerto internacional La Aurora porque las balas lo impactaron en el Boulevard Liberación. Pero dicen que igual llegó a la Aurora, azul un ala, del color del cielo. Por eso Facundo de inmediato se elevó audaz en vuelo triunfal. Un día escribió que una bomba hace más ruido que una caricia pero por cada bomba que destruye hay millones de caricias que alimentan la vida .Se definió como violentamente pacifista. Murió sin ley en su ley. Murió este año pero nos sigue elevando. Facundo nacional nos sigue limpiando el alma y la cabeza. Nos liberó para que volemos mas alto.