Febo asoma
No hay argentino que no se emocione cuando canta a viva voz que tras los muros, sordos ruidos, oír se dejan de corceles y de acero. En nuestros corazones escolares sabíamos que eran las huestes que preparaba San Martín para luchar en San Lorenzo.
No hay argentino que no se emocione cuando canta a viva voz que tras los muros, sordos ruidos, oír se dejan de corceles y de acero. En nuestros corazones escolares sabíamos que eran las huestes que preparaba San Martín para luchar en San Lorenzo.
Ese bautismo de fuego de 120 granaderos y 50 milicianos que con coraje y estrategia derrotaron a los realistas invasores que habían llegado en 11 buques de guerra. Era la lucha de la libertad contra el absolutismo. Era la revolucion que hervía en las venas abiertas de América Latina. Ese cuentito maravilloso al que solíamos jugar con los soldaditos de plomo. Esa aparición sorpresiva y envolvente de las dos columnas de patriotas que salieron de cada extremo del histórico convento de San Carlos. Esos sables pasando enemigos a deguello. Esas lanzas atravesando usurpadores. Y aquella majestuosa actuación de Juan Bautista Cabral que ni siquiera fue sargento. Ese correntino con huevos que en guaraní supo decir: “Muero contento, hemos cagado a esos mierdas” y no hemos “batido al enemigo” como luego lo edulcoró la historia oficial.
Temblaba la emoción en la garganta y aflojaban las lágrimas cada vez que repetíamos “Cabral, soldado heroico, cubriéndose de gloria” porque entregó su vida y se hizo inmortal cuando su arrojo salvó la libertad naciente de medio continente. Eso decíamos y decimos los que amamos este suelo. Honor a ese Cabral que se hizo escudo humano para salvar de la bayoneta enemiga al argentino más grande de todos los tiempos.
Estamos hablando de don José de San Martín que como primer acto de gobierno en Perú aseguró libertad de prensa y decreto la libertad de los indios y de los hijos de esclavos y encima redactó el estatuto provisional, un claro antecedente de nuestra Constitución tan humillada durante demasiado tiempo. Su gran preocupación fue no concentrar el poder y por eso creo el Consejo de Estado y se preocupó para que el Poder Judicial fuera realmente independiente. Igualito que ahora ¿No?
Por eso, cuando nombro a San Martín me pongo de pié y lo venero. Y creo que hoy más que nunca nos puede servir como mensaje de unidad. Por que San Martín vive eterno en el corazón de su pueblo. Grande entre los grandes.
Se hacía respetar y ejercía el mando con firmeza porque era un ejemplo de valentía y como estratega. Como hizo aquel día, con apenas 34 años, cerca de las barrancas del Paraná en pleno Campo de la Gloria y planificando todo desde el campanario del viejo monasterio.
Cruzó la cordillera de Los Andfes en la más grande epopeya americana que se recuerde pero decía que la educación era más poderosa que un ejército para defender la independencia. Es que San Martín era un militar y un guerrero de una capacidad extraordinaria. Pero también un demócrata cabal. El principal lema de la Logia Lautaro que el redactó dice textualmente: “No reconocerás como gobierno legítimo de la patria sino a aquel que haya sido elegido por la viva y espontánea voluntad del pueblo”.
En una carta que le mandó al caudillo santafesino Estanislao López que convendría leer en voz alta a nuestros hijos un par de veces al año le dice: “Divididos seremos esclavos”. Justo hoy que estamos tan enfrentados, tan fragmentados como sociedad.
No justifico los abucheos a Amado Boudou porque no me gusta que no se deje hablar a la gente. Creo mucho en el voto y en las protestas, pero en los lugares institucionales. Pero entiendo que mucha gente haya identificado al vicepresidente como la contracara mas brutal de San Martín. Casi no comparte un solo valor.
San Martín era austero y honrado hasta la obsesión. Incluso le hizo quemar a su esposa Remedios los fastuosos vestidos de Paris que tenía porque decía que no eran lujos dignos de un militar. Manejó cataratas de fondos públicos y murió sin un peso. En su testamento se negó a todo tipo de funerales. La muerte lo encontró en el exilio, casi ciego. Hay muchas formas de intentar definirlo en pocas palabras. El Gran Capitán, el Libertador de América o El Santo de la Espada. Para mi es el padre de la Patria. Por eso hoy lo necesitamos más que nunca. ¡Que bien que nos vendría en estos tiempos de cólera su sabiduría y su coraje patriótico! Que bien que nos vendría que bajara del bronce o se escapara de los libros para darnos cátedra de cómo ser un buen argentino. Porque todavía vive en el corazón del pueblo. Porque todavía lo necesitamos para recuperar la confianza en nosotros mismos.
Es el padre de la patria y nosotros, sus hijos, debemos honrar su memoria tratando de multiplicar sus valores y de construir una Argentina a su imagen y semejanza. El combate de San Lorenzo del que ayer se cumplieron 200 años parió a San Martín. Fue su única batalla en suelo patrio y eso le alcanzó para liderar la emancipación americana. Con ejemplos como él, no todo está perdido. Crece la esperanza. Los rayos iluminan el histórico convento y Febo asoma. Para todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo patrio. Febo asoma.