Hace 35 años que sus hijos desaparecidos parieron a Las Madres de Plaza de Mayo. Hace 35 años comenzó una lucha pacífica y circular para arrancarle al terrorismo de estado primero, y a la democracia naciente después, la verdad, la justicia, el castigo y la condena a los culpables del genocidio. Hace 35 años que Azucena Villaflor tuvo el coraje cívico de ser la madre de las madres. Armada solamente con un pañal enfrentó la dictadura más sangrienta de la historia argentina. Y lo pagó con su vida.
 
Fue detenida y desaparecida junto a María Eugenia de Bianco y Esther de Careaga. Las madres, como organización de derechos humanos, se convirtieron en una bandera universal que nunca dejó de reclamar y que siempre lo hizo sin violencia y jamás intentó hacer justicia por mano propia. Hace 35 años que comenzó esa historia de pañuelos blancos que con el tiempo fue mutando. Primero se fracturaron y Nora Cortiñas tomó distancia del autoritarismo de Hebe Bonafini para conducir al grupo. Después, Hebe insultó a Adolfo Pérez Esquivel, el Premio Nóbel de la Paz que estuvo preso durante la dictadura y fue casi un padre de Plaza de Mayo. Hebe también fue la responsable de expulsar de su universidad a dirigentes honrados y comprometidos como Vicente Zito Lema solo por defender tozudamente a los hermanos Schocklender.
 
Hace 9 años que las personas de bien le advirtieron a Hebe que no adoptara como sus hijos ni a Sergio ni a Pablo. No solamente porque habían sido condenados por asesinar a sus padres. También porque todos se daban cuenta que los Schoklender eran corruptos y perversos y que tarde o temprano iban a manchar la trayectoria de las Madres. Hebe encaprichada, mandona y sectaria solo creyó en Sergio Schocklender. Hoy odia a ese personaje nefasto que metió en una causa judicial por estafa nada menos que a su hija Alejandra.

Nada de esto descalifica el origen y la permanencia de la pelea por esclarecer que pasó con los desaparecidos y mucho menos por recuperar los nietos que aún hoy siguen desaparecidos porque les han robado su identidad. Pero tampoco se puede ignorar que, lamentablemente, Hebe Bonafini se fue convirtiendo en una dirigente agresiva que fue capaz de celebrar el terrorismo de Bin Laden que derribó las Torres Gemelas y asesinó a mas de 5 mil personas en un segundo, la mayoría de ellos trabajadores latinoamericanos. Hebe no tuvo empacho en reinvindicar los asesinatos de la ETA, los del tiro en la nuca, como dice Serrat. O de tener conceptos antisemitas contra Horacio Verbitsky en su momento.

Esa una lástima que Hebe Bonafini se haya puesto la camiseta del kirchnerismo. Primero porque en los momentos difíciles, cuando las balas picaban cerca, ni Néstor ni Cristina hicieron nada por los desaparecidos. Ni un solo habeas corpus presentó el matrimonio de abogados que estaba ocupado en enriquecerse, ejecutando y embargando a deudores morosos. Es una lástima porque los derechos humanos son de todos los argentinos y no de un solo partido por mas masivo que este sea. Pero lo mas grave es que Hebe Bonafini sigue asociando en forma gratuita su imagen a personas fuertemente sospechadas de corrupción como el vicepresidente Amado Boudou. Ver en la cancha de Vélez a Hebe Bonafini del brazo de Boudou es una afrenta a todos los que durante tantos años acompañaron la lucha de las madres, las abuelas y el resto de los organismos. Boudou representa todo lo contrario de esos valores y esa ética.

Algo muy profundo y positivo nació hace 35 años. Pero algo también muy profundo pero negativo se fue instalando. Es la distancia que va de aquella Hebe Bonafini que agradecía a Magdalena Ruiz Guiñazu que la entrevistara por radio cuando nadie lo hacía, hasta la misma Hebe que, apoyada por el gobierno y el poder, promovió una farsa de juicio a Magdalena en la plaza. Se lo digo lo más claramente que puedo: su pelea en plena dictadura y casi en soledad contra los terroristas de estado la hizo grande. Pero su pelea en plena democracia y casi en soledad contra los defensores de la vida y la libertad la hizo chica.

Yo entiendo que tuvo que sufrir el más terrible dolor al que puede someterse a un ser humano: la desaparición de sus hijos. Soy conciente de que muchos, por mucho menos, enloquecerían. Pero la tragedia no puede ser un certificado de impunidad ni de inmunidad. El desgarro no da fueros. La impunidad es como la muerte. No hay ninguna buena. De aquella lucha contra los asesinos de ayer, a la intolerancia y el dogmatismo blindado de hoy. Aquellos Sueños compartidos se transformaron en pesadillas. No es bueno negar una cosa ni la otra. Nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio.