Lewis Carroll escribió Alicia en el País de las Maravillas en 1865. De entonces y aún antes data el caucus. En el tercer capítulo del libro, “La carrera del caucus”, el pájaro Dodo organiza una carrera alocada. Tan alocada que los animales se lanzan a correr en todas las direcciones y, de pronto, la da por terminada. Le preguntan quién ganó. “Todos ganaron y todos recibirán su premio”, responde. Alicia reparte dulces entre todos. Lo mismo ocurrió en el caucus de Iowa, primera parada de las primarias para definir las candidaturas presidenciales de demócratas y republicanos. Todos ganaron, más allá de la decepción de Donald Trump, y todos recibieron su premio. O su merecido.
En el caucus, palabra rara que deriva del término indígena caw-cawaassough, los nativos norteamericanos elegían a los hombres sabios y a los consejeros de las tribus. La tradición perduró en Iowa, Estado que, a pesar de no caracterizarse por nada en particular, concentra cada cuatro años, en enero, la atención de los Estados Unidos. Desde 1840 se reúnen en los 99 condados los miembros de los partidos para designar a sus candidatos. Los demócratas se inclinan por el de su preferencia e intentan convencer a los indecisos. Los republicanos realizan sondeos de opinión. Solo los inscritos pueden participar en los caucus.
Las encuestas vaticinaban que Hillary Clinton, demócrata, y Trump, republicano, eran los favoritos. Fallaron. Clinton, derrotada en ese Estado por Barack Obama en 2008, proclamó su victoria por escasas décimas, resuelta con una moneda lanzada al aire, frente al senador Bernie Sanders, tachado de socialista (mala palabra en los Estados Unidos). Trump, el magnate que no ceja en dar golpes de efecto contra los inmigrantes y todo aquello que no comulgue con él en una campaña que costea con su propia fortuna, cayó frente al senador Ted Cruz, aupado por la comunidad evangélica y conservadora de Iowa. Tercero, acechante, se ubicó Marco Rubio. ¿Es terminante? Iowa influye, pero no define.
George W. Bush y Obama ganaron en Iowa. Luego fueron presidentes. A diferencia de ellos, George H. W. Bush ganó en 1980, pero no logró ese año ser candidato. En 2008, John McCain terminó de cuarto. Después perdió las presidenciales frente a Obama. En Iowa también cayeron Ronald Reagan y Bill Clinton en los mismos años en que alcanzaron la presidencia. Esta vez, ni la maquinaria demócrata ni los millones de Trump torcieron el destino. Sanders, a pesar de la derrota, celebró un virtual empate. Alicia, fiel a la tradición, repartió dulces entre todos. Y alguna que otra amargura.
 
Twitter @JorgeEliasInter y @elinterin
Facebook Jorge Elias
Suscríbase a El Ínterin