El papelón que desnudó el video de Mariano Recalde es mucho más que una anécdota bizarra. Es el síntoma de una enfermedad política que afecta a una parte del gobierno nacional. Hablo del infantilismo de estado. De la inmadurez puesta al servicio de la épica de un discurso altisonante pero que, en la práctica, demuestra incapacidad de gestión. El infantilismo suele afectar a la militancia que tiene más utopías que realidades.

En ese caso no es tan grave, porque se trata de perseguir un sueño con el motor de la ilusión. Lo peligroso es cuando contagia a funcionarios del gobierno. Cuando los que tienen que manejar empresas importantes que pagamos todos los argentinos con nuestro esfuerzo dilapidan los recursos y demuestran que pueden llegar a chocar hasta una calesita.

Hay mucho de esto en el gobierno. No es solamente una falta de plan estratégico y de una conducción clara. Hay también una inflamación de la ideología que yo llamo ideologitis. Es el escudo, es la justificación para decir cualquier verdura y quedar como un revolucionario.

Mariano Recalde justifica las torpezas en su gestión diciendo que tienen que competir contra LAN que “es la derecha pinochetista instalada en la Argentina”. No sabía que torturaban en los aviones. No sabía que cuando subís a un avión de LAN te dan una foto del genocida chileno. Parece un chiste de mal gusto pero lo dijo en serio en otra parte del discurso que pronunció cancherito en la peña de la agrupación Oesterheld. Ayer en este programa pusimos al aire solo 40 segundos de las palabras del presidente de Aerolíneas Argentinas. Como suele suceder en el periodismo se eligieron las mas impactantes y representativas. Cuando Recalde confiesa y dice que después lo va a negar, que le pidió a Cristina que le sacara rutas aéreas a LAN. Pero después, Recalde dice que la prensa pretende frivolizar su administración y “nos quieren mostrar como que andamos en la pelotudez como Carlitos Menem Jr o Antonito de la Rúa” aunque reconoce que “las balas mediáticas duelen menos, son mas inofensivas”.

La concurrencia lo despide con el cantito correspondiente: “Boronbombom/ Boronbombom/ Aerolíneas/ es de Perón” y uno cree que tal vez Perón se este revolviendo en la tumba cada vez que tiene que poner los 60 millones de dólares que la empresa pierde mensualmente.
En otra parte, Recalde cita a Ricardo Fort, si, Fort, el chocolatinero mediático y no Fortster, el intelectual de Carta Abierta, para decir que “logramos que dijera que hay que volar por Aerolíneas”. Eso lo computó como un logro. Yo lo ubicaría en el rubro más indignante del infantilismo de estado. En el de vergüenza ajena.

Pero el caso de Recalde y Aerolíneas no es el único ejemplo. Tal vez sea el que le sale más caro a todos los argentinos. Un caprichito que desde que se estatizó se convirtió en un agujero negro, sin balances ni rendición de cuentas republicana que se llevó la friolera de casi 4 mil millones de dólares. Dice el periodista Francisco Olivera que con ese dinero se podrían haber comprado tres empresas de la magnitud de American Airlines. Algo están haciendo mal. ¿O me equivoco?

Pero insisto, el infantilismo se viraliza por todo el gobierno nacional. Por ejemplo, cuando canal 7 se transforma en un medio de una facción y maltratan y no le renuevan el contrato a un periodista como Juan Miceli que solo hizo una pregunta al jefe de La Cámpora. ¿Se acuerda cuando el Cuervo Larroque le dijo te espero acá, como si fuera un general que se dirige a su tropa o un capanga que maneja como quiere a sus esclavos. Infantilismo es humillar al juez Thomas Griesa y después llorar sobre la leche derramada. O decir que la inseguridad es un invento de los medios.
 
O ser mentirosos seriales con la inflación o ignorar a tal extremo al campo que directamente ni lo convocan a la mesa del diálogo. Infantilismo, en definitiva es creer en la magia y en los peces de colores. Es mucha improvisación y poco profesionalismo. Es creer que lo que no se nombra no existe. Creer que la realidad es el relato. Es vivir en un mundo inventado y perseguir a los que lo denuncian. En la última elección gran parte de la sociedad gritó estas verdades con su voto. Me pregunto: ¿Cristina lo habrá escuchado?