Korrectivo
Hace un rato por esta radio, se cayó la última mentira. Finalmente, Belén Mosquera, la joven inspectora de tránsito de Lomas de Zamora, confirmó que fue echada de su trabajo sin causa por el entredicho que mantuvo con el diputado Cabandié.
Hace un rato por esta radio, se cayó la última mentira. Finalmente, Belén Mosquera, la joven inspectora de tránsito de Lomas de Zamora, confirmó por estos micrófonos que fue echada de su trabajo sin causa por el entredicho que mantuvo con el diputado Juan Cabandié.
El video del incidente con ella y dos gendarmes resume varios de los disvalores que mas rechazo producen de algunos integrantes de la clase dirigente. Vale la pena ver y comprobar como el jefe de La Cámpora porteña intenta tapar una mentira con otra mas grande hasta que fabrica una bola de nieve de papelones. En esos pocos minutos se observa de que manera Cabandié trepado a una soberbia incomprensible maltrata a tres funcionarios públicos, se maneja como juez y parte y hace una utilización del estado como si fuese de su propiedad. Produce mucha indignación certificar que un militante jóven replica casi en forma idéntica los vicios que muestra su conductora y presidenta de la Nación, Cristina Fernández.
Veamos primero las mentiras: ante la sorpresiva aparición del video lo primero que atinó a decir fue que estaba enojado porque habían intentado coimearlo, que todo había ocurrido en Capital Federal y que apeló a un tal Martin del ministerio de Defensa para que sancionaran a la mujer. Muchos opositores le recordaron que si le quisieron cobrar una coima tenía la obligación de denunciarlos ante la justicia y entonces reculó en chancletas y planteó un eufemismo del tamaño de un auto. Dijo que “me estaban direccionando seguramente a una coima”, y reconoció que si le hubieran dicho “dejá 150 pesos y andante”, los hubiera denunciado. Después se supo que la discusión fue en Lomas de Zamora y el Martín al que reclamaba un castigo para los gendarmes y la inspectora era precisamente el candidato a diputado Martin Insaurralde, el intendente y máxima autoridad del estado municipal.
Atrapado por su propio comportamiento, anoche se vió obligado a pedir disculpas que es lo que debería haber hecho de un comienzo. Dijo que se calentó y que se arrepiente. Que no está orgulloso de lo que hizo y que debería haber mantenido la templanza. Y reconoció que se molestó porque tal como es su obligación le hicieron abrir unos bolsos y levantar la rueda de auxilio del baúl. Incluso contó que habló con el jefe regional de la Gendarmería que le dijo que el problema había sido que el no se había presentado. Es decir que no había chapeado con su condición de diputado e integrante de la agrupación privilegiada de Cristina. Pero vamos al resto de su actuación. A la inspectora de 22 años, la trató de “flaquita desubicadita y boluda” y le dijo que era mas guapo que ella, que tenía huevos, que era hijo de desaparecidos, que se había bancado la dictadura y que tenía que bancarse a los hijos de puta que quieren arruinar este país. “Lo felicito, lo felicito”, le decía Belén que no entendía que tenía que ver esa historia terrible con que Cabandié carecía del último recibo pago del seguro del auto. Varios le recordaron por twitter que ser una víctima, como es Cabandié de la dictadura, no le da privilegios ni impunidad ni lo coloca siempre en el lugar de la verdad.
Pero como si esto fuera poco, intentó hacer justicia por mano propia. Con su telefonito rojo del poder, juzgó y condenó a la inspectora y le reclamó el castigo correspondiente a quien representa el estado en el municipio: Martin Insaurralde.
El mismo infractor de una norma de tránsito en juicio sumario resolvió aplicarle un “correctivo” a la trabajadora municipal. Pasó de responsable de una infracción de tránsito a victimario de una simple laburante que ganaba 2.600 pesos de básico.
La palabra correctivo ya casi no se utiliza porque pertenecía al vocabulario de los reformatorios o de los colegios mas autoritarios y severos. Un correctivo podía ser un punterazo en los dedos, un coscorrón en la cabeza o, arrodillarse sobre granos de maíz. Es una terminología extraña, del autoritarismo antiguo. El diccionario de la Real Academia dice que estos son los sinónimos de correctivo: escarmiento, merecido, pena, disciplina.
Todo el comportamiento del diputado camporista me remitió a otra palabra antigua: capanga. En lenguaje coloquial se refiere a los capataces que tratan con violencia a sus empleados. Andres Larroque, el comandante nacional de La Cámpora, en su momento, tuvo la misma actitud de capanga con Juan Miceli. ¿Se acuerda? En vivo y en directo, por canal 7 lo citó para que le explicara como se había atrevido a hacerle una pregunta sobre los muchachos que ayudaban a los inundados identificados con pecheras de su agrupación.
Kapanga con “la letra K”, es un grupo de rock nacido en Quilmes, que mezcla varios ritmos, entre otros el cuarteto y que lidera el “Mono” Fabio. Sin embargo a mi, se me mezclaron los tantos y por un momento pensé que Capanga, el capataz prepotente, también se escribía con K. Pesadillas del diccionario en los tiempos de cólera.