La presidenta de la Nación está atravesando por su peor momento desde que ganó por paliza con más de 12 millones de votos. Es increíble como en apenas un año, Cristina, dilapidó tanto capital político por haber cometido un error tras otro. Tal vez la jefa de estado interpretó esa goleada electoral del 54% como un cheque en blanco que la habilitaba a hacer cualquier cosa.

La clave fue cuando expresó su pensamiento más profundo y dijo “vamos por todo”. A partir de ese momento, no dejó de caer en la consideración popular. El día después de su aplastante victoria en las urnas la presidenta llegó al 70 % de imagen positiva. Según la misma consultora, Poliarquía, hoy, por primera vez la imagen negativa de Cristina es superior a la positiva: 39% a 37%. Es un dato demoledor. Y la gigantesca protesta nacional y popular del 8N fue la expresión callejera de ese descontento social creciente, incluso entre lo que la votaron. La presidenta dividió a los argentinos entre esclavos y enemigos y entró en un autismo político peligroso. Eso la empuja cuesta abajo y no aparece en el horizonte alguien que se atreva a frenarla.

Todos los ministros tienen miedo de contradecirla y perder el escaso diálogo que tienen con ella. Su conducción de mano de hierro, apenas deja opinar a algunos integrantes de La Campora, la agrupación que lidera su hijo Máximo y a no muchos más. Eso le hizo perder el apoyo mayoritario de la opinión pública. Son muchas las cosas que sus seguidores no entienden. Solo la tozudez y el alejamiento de la realidad explican por ejemplo, como un gobierno que habla de favorecer a los trabajadores le mete la mano en el bolsillo a dos millones de personas y le roba su dinero con la excusa de llamarlo “impuesto a las ganancias”.

¿Desde cuando un laburante que gana 8 mil pesos por mes y tiene que mantener una casa y una familia tiene ganancias? Apenas y con viento a favor, llega a fin de mes y pelea cuerpo a cuerpo contra ese monstruo de mil cabezas que se oculta llamado inflación. Y este es solo un ejemplo de los muchos tiros que la presidenta se disparó en los pies en forma incomprensible. Perdió la iniciativa política y está a la defensiva. Corre detrás de los acontecimientos y suele humillar a aquellos que opinan distinto. El caso más grave fue el desprecio por cientos de miles de personas que expresaron su vocación por una democracia más igualitaria y menos autoritaria por las calles de la Argentina. En su dogmático aislamiento, Cristina inventó un enemigo funcional a su propio autoengaño.

Por eso siente que cada voz disidente, es parte de una campaña golpista impulsado por la ultraderecha troglodita. Ayer los acusó de querer volver a un régimen ultraconservador. Es un fantasma que solo existe en su imaginación. Es posible que haya un grupúsculo minoritario que defienda a los terroristas de estado. Pero la oposición política en el Congreso, la mirada crítica del periodismo independiente y las protestas de la clase media y las que se vienen de los trabajadores organizados son profundamente democráticas. Nadie le exige que renuncie a sus convicciones. Solo que reconozca algunas torpezas, que corrija ciertos errores y que deje de maltratar a medio mundo. No le piden tanto. Sentido común, diálogo, racionalidad.

El problema más grave es que el cristinismo, cada vez más sectario se queda sin Cristina. Solo un milagro o un atropello violento pueden reformar la Constitución para habilitar la eternidad de la presidenta. No habrá re-reelección como reclamó la multitud del 8N y eso abre primero una crisis y después una interna feroz en el oficialismo para ver quien será el bendecido por el dedo de Cristina. Quien será el heredero es la pregunta que tiene todas las respuestas. Fue tan intensa la confrontación con todos y todas que hoy ningún kirchnerista ganaría una segunda vuelta electoral. Ni Cristina, para el caso de que pudiera presentarse. Nadie explica que hizo la presidenta para merecer esto. ¿Qué errores cometió? ¿Qué problemas generó? ¿Cuál es la intensidad de su mala gestión? ¿Quién habilita como voceros a D’Elía, Bonafini, Moreno, Larroque, el Batayón Militante y otros golazos en contra?

Eduardo Fidanza, uno de los intelectuales más brillantes que tiene este país, fue demoledor. Dijo que se ha licuado el efecto viudez, esa solidaridad con la abnegación y el sufrimiento y hoy, las sospechas de desequilibrios anímicos. empalidecen la lucidez intelectual.
El verso de que todo es culpa de los enemigos cada vez funciona menos. Hace falta aunque sea unos gramos de autocrítica. Y tal vez un cambio de ministros para oxigenar el gobierno. En política se paga muy caro el sectarismo extremo. También la negación de la realidad que es una forma de la locura. Las crisis no surgen por arte de magia. Ni por un martes 13. Suelen ser un castigo para tanta desmesura.