La dignidad del trabajo
El mismísimo Papa Francisco puso el grito en el cielo respecto de la desocupación y la injusticia social que eso produce. Apeló a San José obrero para decir que el trabajo dignifica y significa.
El mismísimo Papa Francisco puso el grito en el cielo respecto de la desocupación y la injusticia social que eso produce. Apeló a San José obrero para decir que el trabajo dignifica y significa.
El trabajo y el amor son los dos motores que mueven el mundo. Nuestra vida, y la de nuestra familia, gira alrededor del trabajo. Es lo que nos permite crecer y multiplicarnos. Multiplicar los panes y los peces. Desarrollar nuestras capacidades. Sacar lo mejor que tenemos adentro.
Es el orgullo que llevamos en el pecho. El sacrificio personal, la superación constante, la cultura del esfuerzo que heredamos de nuestros viejos y nuestros abuelos.
Es un mandato de la vida desde el fondo de los tiempos. Es un mandato ético y bíblico que nos recuerda eso tan sabio de que ganarás el pan con el sudor de tu frente. Hay pocas cosas más horrorosas que no tener trabajo. Con excepción de la muerte, es lo más doloroso. Es como morir en vida. Un desocupado es alguien que no tiene ocupación. Que fue condenado a ser pero a no ser. Los desocupados son los desaparecidos de estos tiempos.
Se los intenta borrar de todos lados. Hasta de las estadísticas oficiales. Eso no hay que permitirlo. Reconozco que en comparación al infierno del 2001, se avanzó en la creación de puestos de trabajo. Pero todavía falta mucho más. Este país no se puede permitir que haya hermanos sin trabajo. Siempre digo que la historia juzgará a los gobernantes por la cantidad de trabajo genuino y en blanco que puedan generar. La historia condenará o absolverá a los presidentes por este motivo. Porque es la medida de la justicia social plena. Esa es la manera de hacer una sociedad más igualitaria y más equitativa.
Es una afrenta a nuestra conciencia que haya tantos trabajadores en negro. No existen, no están registrados, se los borra de los libros, los expulsan a la marginalidad. Trabajo en blanco para todos. Esa debería ser la consigna del mejor de los gobiernos. Lo grita Jairo con Atahualpa cuando dice: “Trabajo/quiero trabajo/Porque esto no puede ser/ No quiero que nadie pase/ las penas que yo pasé/ Porque todos estamos a tiro de telegrama.
Todos podemos quedar desocupados y sufrir el desprecio de no tener precio. De estar depreciados y despreciados. De sentirnos abandonados y por eso abandonar. Mientras mas desocupados hay en una patria, mas fragmentada está. Más quebrada en sus cimientos. Un estudioso como Jeremy Rifkin dice que por cada punto que aumenta la desocupación, crece un 4% la criminalidad. Es como desquiciarse, perder el rumbo, quedarse sin futuro.
Sentir vergüenza ante la familia. El desgarro de no poder ser proveedor de tus hijos. Uno está habilitado a creer que por cada punto que aumenta la ocupación, hay un 4% mas de seguridad y paz en la sociedad. Nos hacemos mejores personas, mas humanas, menos rapaces. Insisto con una idea.
Se hizo bastante en estos 10 años pero falta mucho. Hay 11 millones de beneficiarios de planes sociales. Y esa es una moneda de dos caras. Atiende la emergencia y eso es solidaridad básica, pero en algunos casos los condena a no volver a integrar la fuerza de trabajo. Se debe poner la maquinaria del estado a construir fuentes de trabajo. Se puede fundar una nueva sociedad o fundir un país. Las mentiras del INDEC no nos permiten hacer un diagnóstico riguroso.
Pero alcanza con salir a caminar el conurbano y las espaldas de las grandes ciudades para certificar que todavía falta mucho. Que hay muchas asignaturas pendientes pero que esta es la más importante. Trabajo digno y en blanco para todos y todas. Ese es el camino para combatir la pobreza y la indigencia de verdad y no la malversación de las estadísticas.
El que esconde desocupados o pobres hace salvajismo de estado. Comete un ocultamiento de lesa humanidad. No solo porque no atiende a los desocupados. Además, porque ni siquiera los tiene en cuenta. Porque los borra del mapa, los ningunea. Hay que operar sobre la realidad y la verdad. Hay que decir que la inflación va erosionando el ingreso del trabajador. Le va quitando poder de compra y calidad de vida.
Porque el trabajo es la base pero no es todo. Ese argentino que tiene trabajo necesita además una vivienda y la posibilidad de darle salud y educación a sus hijos. Esa es la famosa igualdad de oportunidades que debemos conquistar. Como canta el talento de Alejandro Lerner que lo dice todo: “Que no nos falte el trabajo ni las ganas de soñar que el sueño traiga trabajo y el trabajo dignidad”.