La palabra maldita
Hugo Moyano le tiró un derechazo a la mandíbula del kirchenrismo. Dijo que la inflación es el gran déficit del gobierno. Y acertó. Fue un golpe calculado a donde mas duele.
Hugo Moyano le tiró un derechazo a la mandíbula del kirchenrismo. Dijo que “la inflación es el gran déficit del gobierno”. Y acertó. Fue un golpe calculado a donde mas duele. Hace mucho que Moyano viene diciendo que la inflación para ellos no es la que miente el INDEK con “ka” sino la que le cuentan sus esposas y surge del changuito del supermercado. Moyano no come vidrio y a veces se maneja con un sentido común que muchos funcionarios no tienen.
Como por ejemplo su ministro más Amado, el titular de economía Boudou que llegó a cometer la torpeza de decir que la inflación eran un tema de clases medias altas y que no afectaba a los pobres. Sería bueno que Boudou le pregunte a los que reciben la Asignación para hijos de desocupados o trabajadores en negro mal llamada universal. Sería bueno que les haga una sola pregunta: ¿Cuánta comida compraban hace 6 meses y cuanto compran ahora con el mismo dinero? La respuesta va a ser brutal. Pero nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio.
Salvo que se reconozca la gravedad del problema de la inflación y se decida a atacarla como lo que realmente es, un verdadero castigo a los más pobres de los pobres y un agujero negro en la economía. La relación de los Kirchner con la inflación es un caso para el sicoanalista. Una negación obsesiva increíble. Hicieron de todo para ocultarla. Malversaron las estadísticas públicas, destruyeron un organismo respetado como el INDEC e instalaron con Guillermo Moreno una patota armada que se mueve entre los escritorios. ¿Qué lograron? Nada. Solamente más dudas, más sospechas y más inflación. Rompieron el termómetro pero la fiebre sigue. No conformes con semejante locura resolvieron perseguir judicialmente a aquellas consultoras privadas que decían la verdad. Multas, intimidaciones y un verdadero ataque a la libertad de expresión.
Al pobre Hugo Yasky lo obligaron a desmentir lo que había dicho después de una reunión con la presidenta porque había tenido la osadía de nombrar la palabrita maldita: inflación. El gran tabú de este gobierno. Lo innombrable. Lo que no existe si no se nombra. Han utilizado todo tipo de eufemismos infantiles. Deslizamiento de precios, entre otras expresiones ridículas.
Lo mas grave es que el efecto dominó hizo que todas las estadísticas del país hayan perdido credibilidad. En Argentina existen el doble de pobres y de indigentes de los que dice el gobierno. No se puede creer ni en los datos de mortalidad infantil y eso es peligrosísimo para cualquier administración. Es como navegar a ciegas. Esa falta de confianza hizo, por ejemplo, que se fugaran del país 65 mil millones de dólares. ¿Se imagina lo que se podría hacer con semejante fortuna puesta a producir en nuestra tierra? Tenemos una de las inflaciones más altas del mundo junto a Venezuela y Afganistán. Lo sabemos porque nos golpea todos los días en el bolsillo, por las consultoras privadas que no aceptan la censura y porque muchas provincias todavía tienen el coraje de decir la verdad. ¿Van a sancionar a las provincias también? ¿Hasta donde llega el despropósito? A esta altura la mentira más que patas cortas se ha convertido en una bola de nieve impresionante. No se puede solucionar un problema si antes no se reconoce su existencia.
No hay inflación buena. La inflación no es progresista. Tiene un efecto demoledor si no se para a tiempo. Destruye la confianza en la palabra pública pero también castiga a los más humildes. Es justamente a los argentinos que este gobierno dice defender. ¿Hasta cuando durará esta maldición? ¿Hasta cuando estará prohibida la palabra prohibida?