"Considera por un momento tu vida y comprueba como has llenado su vacío a base de personas, lo cual les ha dado un absoluto dominio sobre ti. Fíjate como esas personas, como ellas con su aprobación o desaprobación determinan tu comportamiento. observa como tienen el poder de aliviar tu soledad, de levantarte la moral, con su elogio. Consiguen que vibres por dentro. Tienen la capacidad y el poder de hundirte en la miseria con sus críticas, con sus rechazos. Comprueba como tú mismo/a empleas la mayor parte del tiempo en agradar y aplacar a los demás, vivos o muertos.

Te rindes por sus normas. Te adaptas a sus criterios, buscas su compañía, deseas su amor, temes sus burlas, anhelas sus aplausos, aceptas dócilmente la culpabilidad que echan sobre ti, te horroriza no seguir las modas. Observa también como, aún  en el caso de que tú los controles a ellos, no ellos a ti, dependemos de los demás, estamos dominados por los demás de tal manera que estas personas han llegado a tener poder sobre nosotros, ni siquiera se nos ocurre vivir sin sentirnos controlados o afectados por ellas. De hecho, esas personas te han convencido de que si alguna vez llegaras a independizarte te vas a convertir en una isla desierta y solitaria, inhóspita y vacía.

Pues eso es lo contrario a lo que te digo yo. Pues, por lógica natural, ¿cómo puedes amar a alguien de quien eres esclavo? ¿cómo puedes amar a una persona sin la cual eres incapaz de vivir? A lo más podrías desearla, necesitarla, depender de ella. Temerla y ser dominado/a por ella, pero el amor solo puede darse en la falta absoluta de temor y en la convicción plena de la libertad. ¿Y cómo se puede alcanzar la libertad? Efectuando un ataque contra tu dependencia y tu esclavitud en un doble frente. Ante todo, en el frente de la conciencia, es casi imposible ser dependiente, esclavo, cuando uno constata una y otra vez el absurdo de las dependencias. Pero la conciencia puede no ser suficiente para una persona "adicta" a los demás. Todos somos adictos a los demás. Por eso es preciso, y este puede ser el segundo frente, que cultives actividades que te gustan. Descubrir cosas que puedes hacer, cultivar lo que puede reportarte una satisfacción personal interior pero porque lo haces tú. Aquí nos vamos a encontrar con otra dependencia y es, no que aquello me salga bien o me salga mal, sino que de no ser elogiada por los demás, si aquello no es reconocido por los demás, si no es victorioso, si no alcanza el éxito, tampoco va a tener para mi importancia, no le voy a dar valor. 
 
¿Cuántas actividades hay en nuestra vida en las que nos embarcamos simplemente porque nos producen gozo? ¿y en cuántas nos embarcamos para recibir el reconocimiento de los demás sin que nos produzcan gozo? Es como redescubrir nuestro ocio, pero nuestro ocio personal. Porque hay gente que te dirá "Disfrutar de un poema o una pieza musical es una pérdida de tiempo. Lo que hay que hacer es escribir ese poema o pieza musical". Pero incluso, el simple producir va a ser de muy poco valor para ti si tu obra no es conocida. ¿De qué vale si nadie la conoce? Porque tu obra tiene que ser amada, aplaudida, sino no significa nada para ti. Tu obra solo alcanzara el éxito, el valor, cuando sea popular y, por ejemplo, se venda.

Ya estamos otra vez en manos de los demás. El valor de una acción no radica en que sea algo querido o disfrutado pro si mismo, sino en que tenga éxito, ese es el valor que le damos, el que hemos aprendido que es el correcto. Las cosas están cambiadas y ya no sabemos cuáles son los valores.

El camino hacia el misticismo -vamos a cambiarle el sentido, quitarle carga y años a esta palabra-  no pasa por el modo de las personas, sino por el mundo de las acciones, de la conciencia, de lo que sucede en nuestro entorno. Una conciencia que protege del mal, que produce el crecimiento que deseamos. Hay algo terrorífico que nos han hecho y que nosotros inmediatamente hacemos a nuestros hijos y es devastar, aniquilar la inocencia del niño. Corromper la inocencia de la infancia, que consiste en algo muy sencillo:

Enseñar al niño a imitar. En el momento en que hagas el niño una copia exacta de ti o una copia "medio exacta" de ti, en ese mismo momento extingues la chispa de originalidad con la que el niño ha venido al mundo, y el mundo se la perderá. En el momento en que optes por ser como otra persona, por muy grande o sensata que sea, en ese mismo momento prostituyes tu propio ser. No deja de ser triste pensar en la chispa divina de singularidad que hay en tu interior y que ha quedado sepultada por capas de miedo. A ser ridiculizado, a que no seas aceptada por los demás: por tu forma de vestir, observar, pensar, hacer.

Si observas, es precisamente eso lo que haces, adaptarte. Y no solamente en lo que refiere a acciones o pensamientos sino a reacciones, emociones, valores. No te atreves a ser tú. Por lo tanto, todos nos convertimos en prostitutas. Las prostitutas por lo menos saben lo que hacen y el valor que tiene. La mayoría de nosotros ejerce una prostitución absolutamente inmoral que es la prostitución del ser interior, que es cuando me estoy vendiendo para recibir aprobación. Somos prostitutas del amor, para recibir atención. ¿Hasta cuándo y por cuánto te quieres prostituir? Tú sabes el tipo de prostituta que eres. Si lo tienes claro y eso es lo que quieres, adelante. Pero, ¿es eso lo que quieres para tu vida? ¿que tu chispa de divinidad no pueda alumbrar la noche de otros seres, que no pueda aportar a este mundo un poco más de conciencia, de luz, y de paz? ¿es eso para lo que has venido?
 
En cualquier caso, que nuestra prostitución sea por lo menos consciente, y la disfrutemos.