Muchas veces el calendario nos quiere enviar algún mensaje. Muchas veces el capricho de las fechas se cruza para dar a luz una metáfora. Ayer, el bicentenario de la Asamblea del año XIII que abolió la esclavitud y la tortura y puso la piedra basal de la libertad en estas pampas. Hoy, es el día en que María Elena Walsh hubiera cumplido 83 años. Justo ella que se elevó al cielo como una bandera de libertad. Hoy Google, uno de los buscadores mas potentes, la recuerda con su logo. ¿O no fue ella también una incansable buscadora de verdades que supo saltar al vacío sin la red de redes de internet?

Por eso si me permiten, me gustaría decirles que yo no creo demasiado en su muerte. Ni en la de María Elena ni en la muerte de la libertad. La historia demuestra que son llamas que arden para que la vida sea vida. Y que no se apagan jamás.

Yo le creo mas a ella cuando dice que tantas veces la mataron, que tantas veces se murió y sin embargo está aquí resucitando. En eso creo. En que ella volverá y será millones de benditas mujeres de esta tierra que nos seguirán ayudando a ser felices y a pensar. No tengo dudas de que María Elena sigue estando al lado nuestro cada vez que la necesitamos para que navegue por nuestra conciencia y nos ayude a ver lo mejor y lo peor de nosotros. Ese fue, es y será siempre el gigantesco aporte inagotable de María Elena. A su talento para bordar letras y melodías o para darle a las palabras alas y colores como decía José Martí le agregó esa capacidad para decir las cosas de frente, sin pelos en la lengua, con la polémica y el coraje en el bolsillo.

Por eso revolucionó el lenguaje. Porque fue la primera en no tratar a los chicos como si fueran tontos. Fue la primera en sacarle el almidón escolar y severo a las canciones, en hablar jugando, en cantar divertido, en crecer con sonrisas. Por eso Manuelita con su nueva estética y su vieja ética quedó grabada a fuego en el corazón de las multitudes.

Un día María Elena se marchó, igual que Manuelita. Tuvo dos viajes que la refundaron. Fue a Estados Unidos invitada por Juan Ramón Jiménez aquél de la literatura inolvidable de “Platero y yo”. Y a Europa de la mano de Leda Valladares para huir de un peronismo que le sonaba autoritario y para armar un dúo inolvidable de vidalas, de bagualas y de vinchas.
 
En París se enriqueció lícitamente. Su sensibilidad y su espíritu se multiplicaron interactuando con George Brassens, Jaques Brel, Charles Aznavour, Ives Montand, Pablo Neruda y la mismísima Violeta Parra. Fue su propia serenata para la tierra de uno, una de las canciones mas hermosas que se han escrito sobre estas tierras y sobre estas pasiones inmigrantes y criollas que en ella se mezclan. ¿Se acuerda? ¿Me permite?

“Porque me duele si me quedo/Pero me muero si me voy/Por todo y a pesar de todo, mi amor/ Yo quiero vivir en vos.

¿Me deja seguir?

“Por tu decencia de Vidala/ Y por tu escándalo de sol/Por tu verano de jazmines, mi amor/ Yo quiero vivir en vos…

¿Qué maravilla, no? Por el idioma de infancia, por tus antiguas rebeldías. Casi nadie modeló la ternura y la ironía para hacerla belleza como ella. Siente lo que pasa, presiente lo que pasará. Mucho antes de que los dictadores argentinos inventaran la desaparición forzada de personas escribió: “Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui/Sola y llorando/Cantando al sol como la cigarra/ después de un año bajo la tierra/ igual que sobreviviente que viene de la guerra.

Descubrió el ADN de nuestro país cuando habló del Reino del revés. Nadie baila con los pies. Un ladrón es vigilante y otro es juez. Esa editorial cantada por todos la escribió hace 48 años y parece que fuera hoy. Si hasta los trabajadores del INDEC aprovecharon su melodía para quejarse porque ahora parece que dos y dos son tres.

Un día sacudió a la temible y blindada dictadura militar desde Clarín con un texto que pasó a la historia.”Desventuras en el país jardín de infantes”, se llamaba. Y fue un golpe cultural demoledor al golpe militar. Y vino la democracia y vino Alfonsín que le ofreció un lugar en la política y otro en la tele junto a María Herminia Avellaneda. Y vino el peor de los dramas de 6 letras pero innombrable. Y ella le puso el cuerpo y las agallas para agarrar al cáncer a cachetadas y a los gritos. Lo maltrató, lo expulsó de su cuerpo, lo mantuvo a raya fuera de sus límites. Vade retro satanás. Y se puso de pié nuevamente, como La Cigarra. Y todos los argentinos dimos gracias a la desgracia y a la mano con puñal porque la mató tan mal y siguió cantando.

Nos hizo mejores a todos. Nos hizo más felices y pensantes. Nos hizo más chicos y más grandes. Nos hizo más alegres y llorones. María Elena de la palabra, María Elena de la conciencia, María Elena de la decencia. Una vida militando en la imaginación no es poco. Una vida militando en la libertad lo dice todo. Son esas llamas que siguen ardiendo a 200 años de la abolición de la esclavitud, María Elena, nos hizo más argentinos, si eso es posible.